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jueves, 11 de octubre de 2018

"Animales nocturnos"

Lástima que no tuve ocasión de ver esta película cuando se estrenó y a su debido momento. De otra manera no hubiera tardado en disfrutarla casi un año y medio y enfrentarme a esta historia dramática y excepcionalmente filmada titulada "Animales nocturnos". Segunda película dirigida por Tom Ford, escarba de nuevo en los sentimientos, pesares y soledad de su protagonista, en este caso, la nuevamente magnífica y deslumbrante Amy Adams.
 
La actriz encarna a una galerista de arte contemporáneo enfrascada en un estado de soledad y tristeza heredado de una relación matrimonial en crisis. Su posición social está fuera de toda duda, pero en su entorno encuentra vacío y sin sentido. Un día recibe el borrador de la novela recién escrita por un antiguo novio, por el que se enfrentó a su adinerada familia, para más tarde abandonarlo y refugiarse en un mundo aparentemente más seguro y estable. La lectura del borrador la trasladará a una historia llena de tensión, miedo y sobre todo de pérdida, en un viaje de ficción salido de la mente del exnovio abandonado ya hace años.
Ya nos tenía Ford acostumbrados por su anterior film, a sus enfoques y encuadres perfectos, su elevada elegancia en la estética y en su forma de rodar, algo que se acentúa en algunos momentos de la película que hoy reseño. Sin embargo su salto es cualitativo, ya que demuestra con gran holgura que no solo es capaz de construir escenas y tramas en marcos de alto standing, y perfectamente perfilados por un entorno altamente elegante. En la trama que rodea la historia del borrador de la novela, Ford se mancha las manos y de qué manera, a la hora de presentarnos el ambiente peligroso e inseguro del viejo y solitario Texas. Marca perfectamente la distancia entre el universo de la protagonista y el relatado por su exnovio, mientras consigue ensamblar ambos mundos en una metáfora vital o mortal, según por donde se mire, de una relación que no cuajó y les marcó de por vida. La ficción refleja la realidad, disfrazada de un thriller que acojona, manteniendo en tensión las vicisitudes del protagonista novelado. Y este es precisamente el logro de la película. Su capacidad de plasmar en la pantalla dos mundos opuestos pero ligados por una antigua relación y sus efectos en ambos personajes.
Tan meticulosa es la película como sobresaliente la interpretación de sus protagonistas. Amy Adams está bellísima y acertada en su papel de quien sufre en soledad y tristeza. Jack Gyllenhal fantástico en su encarnación novelesca de un hombre desesperado y cercano a la desestabilización emocional más profunda. Michael Shannon y Aaron Taylor-Jonshon también están magníficos en sus papeles. Pero ante todo y sobre todo, es una película donde la venganza y el resquemor afloran a todos los niveles en el presente heredado de un pasado no tan lejano. Su mensaje no puede ser más funesto y depresivo, desde el momento en que el director nos muestra la terrible incapacidad de recuperar un tiempo perdido, la desesperación por no haber actuado, no haber reaccionado cuando el momento lo exigía. La culpa, el arrepentimiento, la venganza y la soledad campan en un gran film, tan dramático como meticulosamente rodado y montado por igual. De esas películas que dejan huella.