No es de extrañar que al oír alguna referencia al mítico y elegante Orient-Express no podamos evitar viajar a aquella célebre novela escrita por Agatha Christie y protagonizada por el agudo inspector Hércules Poirot. Pues bien, será por esto o por la infinidad de referencias que en todo tipo de medios, se han divulgado sobre esta célebre y elegante línea ferroviaria que durante años cruzó Europa en un viaje lleno de glamour, elegancia, no poco esnobismo y un algo de extravagancia, por lo levanta pasiones entre conocidos y extraños. Uno de estos personajes, un eminente escritor, viajero, soñador y pensador llamado Mauricio Wiesenthal, a quien conocí personalmente en una conferencia, escribió este hermoso libro pleno de sentimiento, publicado el pasado año 2020 por la siempre notable editorial Acantilado. Ha sido un placer viajar de su mano a lo largo de la historia de este ilustrísimo y romántico tren, y disfrutar con cada una de sus páginas llenas de pasión, aventuras, arte, cultura y mucha referencia a un pasado que quizás nunca vuelva, pero que ha quedado impreso para siempre en estas páginas.
D. Mauricio ha volcado los infinitos conocimientos que acapara sobre tan mítico tren, sus vagones, sus decoraciones, su trasiego por Europa y sus ilustres viajeros, en un torrente fresco y caudaloso de sentimientos, experiencias, recuerdos y pensamientos propios, vividos durante sus viajes, en sus vagones, en sus investigaciones, lecturas y conversaciones que le dotaron tanta y golosa información. Una información que desgrana con preclara inteligencia a lo largo de las páginas de este delicioso tratado sobre una manera tan especial de viajar, vivir y convivir. Porque, si bien el medio en el que se viajaba, sus vagones, el personal que los asiste, el arte y la artesanía volcada en su habitáculos y salones, son todos ellos protagonistas de experiencias heredadas y vividas, son los personajes que ocuparon aquellas elegantes casitas con ruedas los que aportaron el espíritu, las historias y las casi místicas experiencias que se vivieron en aquellos largos, a veces difíciles y especiales viajes por el continente.
En sus páginas se describen los esfuerzos de unos pocos, por hacer realidad un sueño, un deseo de unir naciones mediante una línea férrea detalladamente proyectada hasta el mínimo detalle. Igual que la propia Europa, el Orient - Express vivió épocas de auge y éxito, pero también tiempos de guerra, destrucción y exilio. Sus vagones fueron hogar de grandes estadistas, monarcas, eminentes hombres de la aristocracia y la cultura, para en un momento de su historia pasar a casi desaparecer y desperdigarse en una Europa rota por la fiebre de guerra y horror que plagó el continente. Y como si fuera un hilo conductor de la historia de occidente, poco a poco recuperó su esencia a base de acomodarse a los nuevos tiempos, a pesar de encontrarse con una Europa dividida por el Muro de la mediocridad y el odio. A base del esfuerzo por verlos renacer de las cenizas y gracias a hombres que, enriquecidos por los nuevos tiempos, de subasta en subasta hicieron renacer un sueño ferroviario en una modernidad en la que se debió surtir de los sueños pasados y de la artesana restauración de sus vagones.
A mitad del libro y tras mostrar al lector gran parte de la historia, los avatares y las experiencias sucedidas alrededor del Orient - Express, el autor decide invitarnos a disfrutar y soñar, cómo sería un viaje en sus vagones y experimentar vivir en sus habitaciones, restaurantes y salones. Junto a una serie de personajes, algunos de ellos, arquetipos de tiempos pasados y encuadrados en el micro universo del mítico tren, D. Mauricio, protagonista de esta segunda mitad del libro, en un estilo casi novelesco, termina por cerrar el círculo de su relato, cuyo destino termina siendo Estambul. Es en estas páginas donde el autor nos inspira el sentimiento y la filosofía de una Europa ahora cansada y adocenada, pero que recuerda sus años de esplendor, sus deseos de unión vital y de pensamiento, basados en el libre pensamiento, la paz universal y, porqué no decirlo, el amor. Un amor por estos trenes siempre eternos, por el acercamiento entre los viajeros que comparten un vagón pulcramente trabajado en su decoración, con un estilo evidente, en donde el buen comer y mejor beber es pieza fundamental. Sobre todo, esfuerzo romántico por no perder, por recuperar, un espíritu por viajar diferente, un sueño por cruzar fronteras sin mueros ni aduanas y descubrir nuevos personajes, nuevos paisajes. Todo ello aliñado por un amor evidente por la belleza, la belleza de una mujer, de un estilo de vida, de unos sueños y vivencias, especialmente, por su amor vital y sentimental por el Orient-Express.
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