Hace pocos días reseñé la película Duelo de titanes, que como sabéis, trataba del duelo sucedido en OK Corral de Tombstone, entre los Earp y Holliday contra los Dalton. Como ya comenté entonces, otro clásico film, y esta vez dirigido por el insigne John Ford, también contaba este hecho, auténtico mito de la historia del lejano oeste norteamericano. En este caso, el papel de Earp lo interpretaba Henry Fonda y el del doctor, Victor Mature. Sin embargo nos encontramos con dos maneras diferentes de contar la historia, teniendo en cuenta, además, que Ford modifica los hechos y personajes, para hacer la película más a su estilo narrativo, tan personal.
En este caso, los hermanos Earp llegan a las afueras de Tombstone con un gran número de cabezas de ganado, y realizan un parada para afeitarse en el pueblo. Dejan en el campamento al hermano pequeño, al que encuentran muerto al volver, avanzada la noche y por supuesto, sin rastro de las reses. Wyatt acude a la población y ocupa la vacante de sheriff, ya que su nombre le precede por haber sido anteriormente sheriff de Dodge City. A partir de aquí, las sospechas sobre los Clanton, le llevarán sin poder evitarlo al duelo final de la película, que todos conocemos. Entre medias, conocerá a Doc Holliday, con el que mantendrá un duelo de autoridad importante. Sin embargo, es en las figuras femeninas de la película, donde encontramos los mayores cambios, con respecto al film de Sturges y con la historia original. Por un lado, en el pueblo vive una mestiza llamada Chihuahua, que se tiene por novia del doctor. Por si fuera poco, llegará en diligencia una señorita del este, que ya conocía a Holliday de su época de estudiante de medicina, creándose una situación incomoda, en la que Earp finalmente mediará, haciendo acto de presencia.
Sin duda alguna, John Ford, imprime a esta película, estrenada en 1946, el espíritu romántico e intimista, típico de su obra. Por un lado, presenta la figura del héroe solitario, defensor del honor y por qué no, pendenciero, que además disfruta en ocasiones de buen humor, todas ellas características que encontramos en el personaje de Wyatt, maravillosamente interpretado por Fonda, en uno de sus mejores papeles. Por otro lado, no en contraposición, pero si de manera paralela y complementaria, el personaje de Doc, que como suele ser habitual en Ford, se sitúa un paso por detrás del personaje principal.
Entre ambos, los personajes femeninos, que acompañan en segundo plano, pero de manera importante, sobre todo en las escenas más costumbristas de la película. Sus miradas enamoradas, con un carácter que Ford las hacía ver como fuertes e irreductibles, quedarán en la retina de los aficionados. Una visión diferente de la que hasta entonces tenía la mujer en los westerns, con poca personalidad y a veces débil, frente a los personajes masculinos. Y no podemos olvidar a los secundarios, parte clave de las películas del irlandés. Pléyade de estrellas, que en este caso se presentan en las figuras del barman, el predicador, los Clanton y como no, el sublime actor que visita la ciudad para declamar, junto a Víctor Mature, un Hamlet descolocado, pero pleno de espíritu teatral.
Un película inolvidable, mítica en la memoria de las películas de Ford, donde sobresalen algunas escenas imperecederas y magistralmente filmadas. Quién no se acuerda de Wyatt Earp, sentado en el porche, jugando encima de la silla, con los pies en la columna. Algo tan sencillo y normal, ha pasado a la historia como una de las imágenes de la película. O sino, el baile de la iglesia en construcción, también con un Fonda, tímido y huidizo, bailando con la chica del este, entre los parroquianos del pueblo. Y todo ello en puro blanco y negro, donde la cámara del director, juega con las sombras y luces, tanto en interiores como en exterior, como no, con los fantásticos paisajes, que simplemente hacen de fondo de las cabalgadas de los protagonistas, pero que quedan en nuestra retina, como el sello inevitable del director. Una obra maestra, de las que hay que revisionar de vez en cuando, de la que quedan imágenes, diálogos y también, una canción...