Si la primera temporada de 1923 me gustó pero no me convenció del todo, en esta segunda entrega, las expectativas se ven superadas por la apuesta de sus productores en mostrar un western crepuscular en el que la muerte, el amor y el destino se entrecruzan con tanta pasión como discreción, con la sana intención de tocar la sensibilidad de un espectador abierto a las sorpresas que nos puedan deparar los ocho capítulos de que consta la serie.
La temporada retoma el accidentado viaje de retorno de Spencer y Alexandra a los EEUU, cada uno por su lado y enfrentándose a multitud de problemas, accidentes y personajes peligrosos. Sin embargo, su amor invencible, por un lado, y la necesidad imperiosa de Spencer de regresar a Montana para apoyar a los suyos en la guerra que les enfrenta con Whitfield, dispuesto a hacer lo que sea necesario para quedarse con sus tierras, no es suficiente freno para logar el objetivo de la pareja, caiga quien caiga. Por otro lado, Jacob y Cara soportan como pueden el crudo invierno tras la derrota infringida ante un malísimo y deshumanizado Whifield. Esta situación les hará enfrentarse con la adversidad de la meteorología, las tormentas y los animales salvajes hambrientos. En tercer lugar, en la que es para mí la trama menos interesante y más cogida con pinzas narrativamente hablando, la joven nativa Teonna Rainwater continua con su huida por las praderas del medio oeste con sus sangrientos perseguidores pisándole los talones, dejando un reguero de sangre y muerte a su paso.
La serie goza de un cúmulo de situaciones, a veces inverosímiles, y convenientemente localizadas a lo largo de los capítulos para que el espectador no tenga respiro. Las desgracias, los desencuentros y las ocasiones de peligro se cruzan ante los protagonistas casi de manera indiscriminada. Pero esto es lo que aporta emoción y empatía a esta producción y a los personajes que la engloban, especialmente a Jacob y Cara, interpretados por Harrison Ford y Helen Mirren, auténticas almas imperecederas de la serie. El dúo de veteranos conforman una deliciosa e invencible pareja de ancianos que llenan la pantalla con su sola presencia. Si además 1923 promete un tanto de amor, romance y drama, y un mucho de disparos y enfrentamientos violentos, especialmente en sus dos últimos capítulos, llego a la conclusión de que con este cocktail los productores han dado en la diana, procurando al espectador una serie que engancha inevitablemente, a pesar de lo extremos de algunas de sus situaciones. Yo particularmente, me lo he pasado muy bien viéndola, en un entretenimiento acertado y lleno de aventuras.
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