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jueves, 7 de noviembre de 2024

"Peggy Sue se casó"

Dirigida por Francis Ford Coppola en 1986, Peggy Sue se casó fue la película que marcó un cambio argumental y de carácter en su filmografía. Si bien en esta ocasión regresa de nuevo a sus ya revisitados años 50 y 60, tras su films La ley de la calle y Rebeldes, Coppola lo hace desde una perspectiva doblemente diferente e incluso rompedora. En primer lugar, estamos ante una película de perfil amable, con cantidad de guiños de comedia y humor, aunque sin olvidar cierto carácter dramático y, sobre todo, humano localizado en el fondo de su trama. Pero lo que más la caracteriza es la propuesta que hace sobre su protagonista, una mujer casada y con hijos, que vive en los años ochenta, que al acudir a la fiesta del 25º aniversario del fin del colegio, realiza un extraño y catalizador viaje al pasado, a aquellos años sesenta en los que era una jovencita con un futuro por delante. La cuestión es que se planta dos décadas y media atrás con la mentalidad de una mujer madura y con experiencia de vida. Esta premisa goza de un encanto indudable que marca toda la película.
Coppola no solo pretende mostrar los problemas y los choques generacionales provocados por el viaje en el tiempo de la protagonista, tanto en sus reacciones, ahora más maduras, ante los problemas que se le presentan en la vida adolescente y en su entorno, sino también ante la tesitura de repetir los supuestos errores cometidos en una serie de importantes decisiones tomadas en aquel momento, como en lo que se refiere a todo lo relacionado con su vida sentimental y su novio de entonces y futuro marido. Los sueños concebidos en aquel año de 1960 se habían truncado un tanto una vez pasados veinticinco años de relación, la cotidianeidad del día a día, los hijos y como no, la relación de pareja. Es aquí donde, acompañada de mil y un anécdotas y momentos divertidos, la película ahonda de verdad en cómo se ve la vida una vez experimentada y la posibilidad de modificar el futuro simplemente con el cambio de una decisión que marcó la vida de los protagonistas. 
Toda esta pequeña locura dirigida en 1985, estrenada antes de la famosa película Big dirigida por Zemeckis e interpretada por Tom Hanks, se sustenta de unas interpretaciones fantásticas, tanto de la mano de Katheleen Turner, nominada al Oscar a mejor actriz, como de Nicholas Cage, interpretando a su novio. Ambos formalizan en la pantalla la perfecta pareja de instituto, con sus sueños, ilusiones y bendita inocencia. Sin embargo cuando Peggy Sue, la protagonista, regresa del futuro con la mentalidad madura de una mujer cuarentona, el choque entre ambos personajes está lleno de chispa, desencuentros, malentendidos y sobre todo, mil y un guiños a una  relación cimentada sobre mucho amor y cientos de sueños, pero a punto de resquebrajarse en esta nueva situación. Todo esto viene acompañado de momentos de comedia y unos diálogos que funcionan muy bien en el juego de ambos personajes y quienes les acompañan en la pantalla, actores y actrices tan reconocibles, como Jim Carrey, Joan Allen, Kevin J. O´Connor, Don Murray o incluso la veterana Maureen O´Sullivan, entre otros.
A todo ello le acompaña una magnífica fotografía y vestuario, por las que también la película fue nominada a los Oscar de aquel año. Factores que, unidos a la música y las magníficas secuencias de Cage cantando sin recato algunas buenas canciones, componen una jugosa visión de los años sesenta en una sociedad de clase media típica estadounidense. Los bares y locales, las casas, los coches y la mentalidad propia de la época acompañan la trama con gran solvencia, en una película simpática y lograda que muestra más de lo que aparentemente podría parecer, soslayando ligeras y adelantadas ideas de empoderamiento femenino en el personaje de Peggy Sue, eso sí, rodeadas de aquellos tintes románticos que inevitablemente aliñaban aquel estilo de películas de adolescentes que tanto marcaron el cine de la época. Muy entretenida por su trama y la acertada dirección de Coppola, acompañada de unas solventes interpretaciones de Turner y Cage, magníficos ambos.




 

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