Tal como me pasó con la serie Ozark, me acerqué a Succession, con su segunda temporada ya estrenada. Y lo hice tras conseguir en los últimos Globos de Oro, los premios a Mejor Serie Drama, Mejor Actor de Serie Drama, además de un Emmy a la Mejor Serie. Dicho y hecho, también me ha sucedido lo mismo que con Ozark, es decir, que he tardado escasamente unos días en visionar ambas temporadas, quedando atrapado sin misericordia de principio a fin. Su trama no tiene mucho misterio, más allá de desarrollar lo sucedido en una gran emporio de la comunicación y entretenimiento, a partir de que su cabeza visible, Logan Roy, sufre una ataque que le deja en coma unos días, hecho que provoca una feroz lucha intestina entre sus cuatro hijos y su entorno más cercano. La posterior recuperación del personaje, protagonizado por Brian Cox, situará a la empresa en una situación de riesgo empresarial, dando lugar a una severa crisis en la sucesión y supervivencia de la empresa familiar.
A lo largo y ancho de ambas temporadas, los capítulos muestran al espectador la lucha de poder, la avaricia, la insensibilidad y las distintas posturas de los herederos Roy por lograr suceder a su padre y por mantenerse en el entorno más cercano de la dirección de la empresa. Por supuesto, no encontraremos actos de unión familiar o situaciones de amor fraternal, más allá de los que obligan a no perder comba en la carrera por acercarse al poder. Sin embargo la especial relación entre padre e hijos, especialmente desde el punto de vista de éste primero en relación con sus vástagos, no busca sino arrojarlos a la arena para que pugnen sin piedad por lograr y seguir la senda señalada por el cabeza de la familia. Y eso, aunque provoque sangrientas bajas por el camino. Es verdad, que en algunos momentos la serie y su trama roza lo estrambótico. Sin embargo, las posturas y los caracteres extremos de los personajes de la saga familiar son a la vez tan inverosímiles y tan miserablemente humanos, que logran que en cierta manera y en algunos momentos se empatice con ellos, ante la crueldad y afán de supervivencia, caiga quien caiga, del cabeza de familia y indudable alma mater de la empresa. Sin ninguna duda su empresa está por encima de la familia y la consanguinidad, a la vez que no puede ni quiere desprenderse de la familia para su postrero legado empresarial. Toda una contradicción que no le deja dormir ni dejar de vigilar a su entorno más cercano. A ésto hay que sumar la lucha empresarial de su imperio por no perder su liderato ante el férreo y cruel ataque de sus oponentes.
Además de llamar la atención sobre que el hecho de que detrás de esta producción está la siempre potente HBO, es interesante remarcar la interesante labor de los intérpretes de la serie, algunos desconocidos para mí. Por supuesto, Brian Cox focaliza en su persona gran parte de los que se fragua en la serie. Le acompañan los conocidos Kieran Culkin y Alan Ruck, como dos de sus hijos, y Matthew MacFadyen, en el papel de su yerno. En la piel de sus otros dos hijos, encontramos a los desconocidos Jeremy Strong y Sarah Snook, interpretando a los hijos con más presencia dramática en la serie, resultando ser ambos una excelente elección. En definitiva, una producción que no deja indiferente y que conforme avanzan los capítulos va dejando a su paso un buen número de heridos emocionales y afectos familiares en convalecencia, difíciles de recuperar. Muy muy recomendable, a pesar de que como he dicho antes, roza situaciones extremas e incluso, en algunos momentos, dramáticamente hilarantes. Recientemente se ha firmado su renovación por una tercera temporada.
OK
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