Quizás nos encontramos ante el cómic del año que acaba de cerrar. La obra descomunal a la que hoy hago referencia es una interpretación de lo que le pudo suceder, allá en las Indias, al joven Pablos de Segovia, tras protagonizar la novela del siglo de oro "El Buscón", obra del maestro Francisco de Quevedo. Alain Ayroles se enfrenta a un colosal trabajo en el que aborda con seguridad, conocimiento histórico y mucho de trabajo realizado con los diálogos, para que este cómic enlace con cierta coherencia y homogeneidad con la obra de Quevedo. Para ello, no duda en tomar como ejemplo los hechos, dichos y personajes de la obra original, para utilizarlos como premisa de la historia que aquí se presenta, a modo de introducción y como núcleo de la primera parte de las tres en que se divide el cómic. En definitiva, Pablos de Segovia, viaja a las Américas y comienza una sorprendente carrera de aventuras y desventuras, en las que la búsqueda de El Dorado servirá de nexo de unión en su paso por aquellas tierras y la relación con un buen número de personajes. Su única misión será buscar fortuna y disfrutarla, aunque para ello deba engañar, embaucar o robar.
Me remito a lo que decía antes, para llamar la atención en la curiosa estructura de la obra gráfica, su narrativa y la endiabladamente inteligente creación de la trama. El cómic se divide en tres partes, aparentemente diferentes cada una de ellas, pero unidas por el punto de vista, la visión o el protagonismo de la persona que cuenta la historia. En cada una de ellas se narran los hechos que rodean a Pablos en su devenir en su búsqueda de El Dorado, el intercambio de relaciones y protagonismos que maneja con otros personajes y su capacidad por desenvolverse ante la adversidad, por conseguir sus objetivos. Fin que a lo largo de las páginas tiene sus altibajos y sus grandes e insospechadas victorias, aunque habrá que avisar al lector de que no todo lo que se ve, es lo que parece. Y es aquí uno de los grandes logros de este cómic. Para ello hay que llamar la atención al espléndido guión que nos lleva de aquí para allá, al libre capricho del escritor, quien es capaz de trasladar al papel y las viñetas, el colorido, la musicalidad y el ingenio que relaciona la obra con el original del genio de Quevedo.
Completamente de acuerdo con lo que se dice en esta reseña. ¡Qué historia tan divertida! Con esos detalles tan estupendos, como cuando aparecen los perros, jajaja. Ahora comprendo la personalidad de Felipe IV, juajuajua.
ResponderEliminarUna joya, sin duda.
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