Casi dos años dos, han pasado desde el estreno del especial de Navidad de "Black Mirror". Para compensar, la entrega recien televisada por Netflix se compone de 6 capítulos, el doble de los que presentaron la 1ª y 2ª temporada. Como viene siendo habitual sus tramas juegan con un presente y futuro no muy lejano en el que las tecnologías, la inteligencia artificial y las redes sociales dominan el mundo, ante una humanidad en algunos casos aborregada, en otros, acostumbrada y en algunos, en franca rebeldía frente a la visión de una felicidad y perfección tan prometida y muchas veces sobradamente decepcionante, engañosa y en algunos casos peligrosa.
Solo con alguna excepción, estos adelantos que no nos pillan tan lejos de la actual realidad, provocan cierta esperanza en un futuro en el que el ser humano pueda utilizarlos para un bien común... y sin embargo no son tantos. La serie más bien marca las líneas rojas que el uso de las redes y tecnologías cruzan, invadiendo la intimidad e inviolabilidad de la persona, sustrayendo su independencia y libertad e incluso, manipulando no solo su presente sino también su futuro frente a una realidad muchas veces tan falsa como dañina.
Los capítulos deambulan en varias tramas. El primero de ellos, dirigido por Joe Wright, titulado "Caída en picado" es sin duda mi favorito. Narra el día a día de una sociedad vinculada hasta el extremo por las puntuaciones (al modo de los me gusta de twitter o facebook) que continuamente los ciudadanos se otorgan entre ellos a lo largo de la jornada. Esta situación crea una dependencia a estas puntuaciones que todo se rige por ello, tanto amistades, trabajo, vivienda y relaciones humanas. A mi francamente me acojonó bastante. El segundo se adentra en el mundo de los juegos de realidad virtual en el que la manipulación mental juega con ventaja y mucho riesgo para el jugador. El tercero, sin duda el más duro de ellos, plantea el uso privado de las redes y ordenadores y sus consecuencias en un mundo donde algunos juegan con la privacidad de otros, llegando al chantaje, la crueldad y la desesperación. Quizás el cuarto, juegue más de cerca con el concepto de esperanza que he hablado antes. En este caso nos sitúa ante la presencia de la muerte y la pervivencia de la persona tras perder la vida. Todo ello, como no, de la mano de la tecnología más avanzada. El quinto, nos lleva al poder y la manipulación, en este caso dentro de un ejército al servicio de la selección de razas y la pureza... tan cercano al racismo y nazismo como, desgraciadamente, refleja la vida misma. El sexto y último y también el más largo, con una hora y media de duración, se adentra en el género del thriller, presentando la investigación de unos raros asesinatos, todo ello mezclado con cierto espíritu ecologista, englobado en un mundo tecnológico. Vaya, todo un coktel la mar de interesante.
En definitiva, una serie que sigue sin dejar indiferente a nadie. A unos les gustará un capítulo más que otro, pero es indudable que la calidad media de la serie es buenísima. Su intromisión en un futuro no muy lejano lleno de riesgos y dependencia a factores externos, consigue poner en alerta al espectador. Buenos directores, cumplidores actores y actrices y sobre todo unos complejos y profundos guiones llenan el metraje de una serie que pide más temporadas.
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