Creo que no soy el único que llevaba mucho tiempo echando de menos una actuación de entidad y categoría de una de las actrices más reputadas y talentosas de su generación. Hay que remontarse a comienzos de la década del nuevo siglo para encontrar un trabajo de calidad de Nicole Kidman. Y es en esta película donde podemos disfrutar de nuevo de esta actriz en un papel difícil, contenido y meritorio, tanto que le valió la nominación a los premios oscar del año 2010.
El argumento no es nuevo y ha sido tratado en la gran pantalla infinidad de ocasiones. Un matrimonio ha sufrido la pérdida de su único hijo en un atropello, cerca de su casa. Tras ocho meses, la pareja no consigue superar el accidente. La falta de comunicación, el intento de disimular el dolor, además de la incapacidad de convivir sin aceptar la pérdida de su hijo, hacen que la convivencia resulte cada vez más difícil. Ante tanta desolación cada uno de los miembros del matrimonio intenta superar su desgracia de manera diferente, según entienda como afrontar la muerte del chico. 
Con unas interpretaciones contenidas y muy medidas, los dos protagonistas, Nicole Kidman y Aaron Eckhart, consiguen transmitirnos los sentimientos más profundos de incomprensión y vacío de la pareja. Sin un atisbo de cursilería ni de blandura, el director lleva a la pantalla, una historia sencilla e íntima, en la que el matrimonio debe enfrentarse solo a la desgracia del accidente. Unas buenas actuaciones y un guión justo y medido hacen de este drama, una película interesante.