Aprovechando el reciente estreno de la película Sueños de trenes, adaptación llevada al cine por el director Clint Bentley, de la novela de Denis Johnson que hoy reseño, la editorial Penguin Random House ha reimpreso la tercera edición publicada allá por el año 2015, de esta delicia narrativa del escritor estadounidense ganador del National Book Award en 2007 por su novela Árbol de humo.
De escasamente ciento cuarenta páginas, la novela cuenta la aventuras y desventuras de Robert Grainier, un leñador que, especialmente durante el primer cuarto del siglo XX, trabajó a destajo en los grandes bosques de Idaho en la apertura y construcción de puentes para el ferrocarril, en aquel modelo de abrir el país a la comunicación y los avances que el nuevo siglo marcó en el crecimiento de los EEUU. Robert es un hombre solitario, poco dado a hablar, pero muy trabajador. Su infancia estuvo marcada por la falta de padres. Su labor de jornalero en aquellos bellísimos paisajes, pero también violentos entornos del medio oeste estadounidense, le llevó a conocer de cerca la muerte, como parte vital de un mundo en expansión lleno de vagabundos, aventureros, borrachos, pendencieros y viejos supervivientes. Ya mayor, pasada la treintena, conoce a una joven con la se casó y tuvo una niñita, y forma un hogar en un pequeño terreno cerca de un río y los prados rodeados de árboles que marcan aquel territorio. Sin embargo, una catástrofe sobrevenida en aquellos bosques milenarios llenos de belleza y frondosidad, que esconden la chispa del peligro y la muerte en el momento menos pensado, le provoca caer en un inevitable escenario de soledad, en el que habitará hasta el último día de su vida.
Johnson construye la vida de este hombre, a partir de una serie de hechos, algunos meramente anecdóticos y otros claves en el desarrollo de su vida, y sus encuentros con una serie de particulares y heterodoxos personajes. Todos ellos conforman su pequeño y personal universo vital encajonado en el inmenso y salvaje escenario natural de las montañas y bosques que ocupan aquel gran territorio. Estos lugares y los, a veces, extravagantes hombres y mujeres que lo habitan, es el anclaje necesario para que desarrolle su vida arraizada en aquel territorio, aparentemente superficial, pero marcada profundamente por la tragedia que se cruza en su vida. Para ello, el escritor estadounidense, muestra a Robert como el Ulises de Homero, en la reminiscencia de sus orígenes y de su familia, dentro de un viaje interior localizado en un territorio que va cambiando con los años y evolucionando con el tiempo, al que se suma su deambular interior lastrado por la soledad y la tristeza de quien lo ha perdido todo.
Sin embargo, a este apesadumbrado existir, Johnson suma una serie de historias, relacionadas con la convivencia con la naturaleza del protagonista y con su supervivencia en aquel escenario rico en colores, sonidos animales y un hogar, construido y reconstruido, donde sus raíces se hunden en el suelo con firmeza. Estas historias, más aún, metáforas nacidas del propio entorno cercano al personaje y relacionado con algunas leyendas de los nativos que vivían en la región, enriquecen sobre manera la bellísima narrativa propuesta por un escritor que desborda sentimiento, calidad literaria y compromiso creativo, en las páginas que pueblan esta deliciosa y trágica novela corta, que recomiendo fervientemente leer, con calma y quietud, absorbiendo con profundidad sus palabras y experiencias transmitidas en sus rotundas páginas.

No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si comentas, aceptas la política de privacidad. Únicamente utilizaré tu correo para los comentarios. No lo almacenaré ni lo usaré para nada más.