Hace unos pocos años, un joven periodista madrileño presentó su primera novela bajo el paraguas de la editorial Pàmies. Su título Senderos salvajes. No sería casualidad cuando recibió al año siguiente el Premio Hislibris a Mejor Escritor Novel. Después publicaría su segunda novela, El fuerte de la Florida. Sus tramas siempre giran alrededor de la presencia española en la Norteamérica de los siglos XVIII y XIX, una localización y un periodo histórico poco sembrado en el género de la novela histórica actual. Pues bien, su recientemente publicada tercera novela, regresa al mismo continente y época, al año 1820, para presentarnos una trama centrada en la investigación de unos cruentos asesinatos cometidos en Santa Fe, capital del todavía español, territorio de Nuevo México. Pero no estamos ante un mero thriller histórico. La novela también es heredera de los ecos revolucionarios liberales que llegan desde España, mientras los levantamientos contra la Corona Española en el continente americano ya no son meros y escasos ejemplos de malestar con vistas a buscar una independencia deseada.
Un veterano soldado de las guerras comanches llamado Leandro Cuervo y Juan Orviz, joven bachiller venido de España, son designados por el gobernador de Nueva España para investigar la desaparición y muerte de dos niñas en Santa Fe, hijas de un importante empresario de la ciudad. Como os podéis imaginar, ambos personajes chocan debido a sus personalidades dispares. Cuervo es un soldado con cicatrices en su cuerpo y un carácter más decidido y brusco, mientras Orviz, venido de la península, resulta ser un hombre letrado, más sensible, con tintes liberales y un pasado revolucionario. Ambos tendrán que trabajar juntos para introducirse en el complejo y cerrado universo que rodea a Santa Fe y el territorio de Nuevo México, un territorio empobrecido, castigado por los forajidos y los díscolos nativos, y localizado en una zona desértica y castigada por el calor extremo. Además, la situación española en la zona es especialmente compleja y la población rural mira con recelo a los que allí gobiernan desde hace un par de siglos. En definitiva, unos pocos y privilegiados, gobernando sobre unos muchos y empobrecidos.
En esta tesitura, la presencia de ambos investigadores no pasa desapercibida y una serie de dificultades se presentan durante la investigación, más allá de seguir algunas pistas falsas, mantener violentos contactos con la frontera al norte donde ingleses y franceses pugnan por mercadear ilegalmente en territorio español y, cómo no, sufrir alguna que otra conspiración de las élites del lugar, frente a una investigación que se va complicando conforme avanza la novela. Una novela, que no esquiva mostrar el trasfondo político que sobrevuela la España que enfrenta a absolutistas y liberales en el primer cuarto del siglo XIX. Ecos del Trienio Liberal, de las figuras de Espoz y Mina y Riego, llegan hasta Nuevo México de la mano del pasado tortuoso de Orviz. El otro protagonista, el militar Cuervo, tampoco escapa a un pasado en el que las guerras indias en el territorio y los desmanes cometidos por los españoles, marcan los años en los que unos pocos soldados defendían la frontera norte de un Nuevo México olvidado de la mano de Dios.
Los muertos de río Grande resulta ser una novela interesante y entretenida en su combinación del género de investigación y suspense, con ese trasfondo histórico tan peculiar en el que se embarra con acierto el autor, empeñado con su buen hacer, en mostrar al lector unos lugares y unos hechos ligados a nuestra historia, generalmente ignorados por el gran público de nuestro país. La novela presenta unos escenarios y personajes ricos en variedad y emociones que creo funcionan bastante bien, dentro de lo que podemos denominar como novela histórica tradicional en la actualidad.
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