Segunda entrega de la que va a ser la última trilogía que Don Winslow publique antes de abandonar su carrera literaria. Tras La ciudad en llamas, el autor recupera a Danny Ryan y lo que queda de sus compañeros y familia tras huir de Rhode Island, después de perder la guerra que emprendió contra la mafia italiana. California y San Diego se han convertido en el nuevo hogar de Danny y su familia. Sus fieles soldados juegan libres en un momento en el que pasar desapercibido para todos, se convertirá en un modelo de seguridad con vistas a rehacer sus vidas tras abandonar la Costa Este. Sin embargo, algunos factores ingobernables se les presentan en esta ocasión, poniéndolos de nuevo en el punto de mira, no solo de sus viejos amigos italianos, sino también del FBI.
Un sorpresivo acercamiento con su madre, residente en Las Vegas, es una baza que no esperaba y suaviza su nueva vida en el oeste. Sin embargo, algunos movimientos indeseados de sus hombres en el mundo de Hollywood, hará que esa deseable invisibilidad de Danny tan necesaria para mantenerse lejos de cualquier peligro, desaparezca de su vista. Su entrada en el negocio del cine y su afán por entrar en actividades empresariales legales es su mejor apuesta. Sin embargo, la relación con una bella estrella de cine y cierto choque con los sindicatos y mafias implicados en aquel negocio, harán que su vida reflote a niveles de visibilidad totalmente insospechados, sacando a la luz viejos fantasmas que pondrán de nuevo todo su entorno en peligro.
Don Winslow vuelve a trasladar a su relato toda esa velocidad narrativa y la capacidad que tiene para reunir personajes, tramas y ambientes implicados en un remolino de acción, además de su particular propuesta en modo mare magnum de cruces dramáticos, casualidades y circunstancias imprevistas. Cuando todo parece que se encuentra en calma y la situación de los protagonistas navega con viento a favor, todo parece complicarse en base a una decisión mal tomada, haciendo caer las fichas del dominó de manera continua e irremediable. Estos factores tan clásicos de su estilo forman parte de toda una trama construida alrededor de Danny Ryan, quien a pesar de tener meridianamente todo controlado, ve como poco a poco esa seguridad y ese anonimato tan deseado como buscado, termina desmoronándose.
La tensión va apareciendo poco a poco pero de manera continua, en las páginas de esta segunda parte de una trilogía que maneja los ya clásicos basamentos y pilares de la narrativa clásica del autor, aunque en esta ocasión, da la impresión de que la vista del final voluntario de su carrera, le ha hecho más perezoso a la hora de construir ciertos personajes y ahondar en alguna de las tramas. Particularmente echo de menos más desarrollo de lo que sucede en sus páginas y también una ambientación más trabajada. Con todo no puedo negar la adicción que me produce su estilo que, de nuevo, atrapa por su velocidad y capacidad de sorpresa que ofrece en sus tramas secundarias, logrando que siempre confluyan alrededor del pobre Ryan, foco de males y desgracias, muchas veces consecuencia también de sus actos. Vamos, que de nuevo sufrimos por su vida y la de su entorno más cercano, a la espera de lo que suceda en su tercera y última parte que tendremos que esperar hasta que sea publicada, en la que será la despedida de Winslow del mundo literario.
Voy a tener que ponerme las pilas y leer sus libros.
ResponderEliminarUn abrazo!
Bueno, también puedes hacer una selección conforme a tus gustos. ;-)
EliminarMe llama mucho la atención sus historias. 🙂
EliminarEs un fantástico contador de historias, con estilo propio. Lástima que se jubile y que quizás no se esmere tanto como antes en esta última trilogía.
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