Ediciones Salamina cierra la tetralogía de David Stahel, dedicada a la invasión alemana del Este de Europa iniciada en 1941, con la publicación de este volúmen dedicado a la retirada del Grupo de Ejércitos del Centro situado a las puertas de Moscú, producida entre diciembre de 1941 y febrero de 1942. Una vez estabilizado el frente de la capital soviética y tras producirse la paralización casi total de las fuerzas alemanas a finales de noviembre y principios de diciembre de 1941, una tensa calma se cernió sobre las heladas, agotadas y mal abastecidas tropas de Hitler.
Entre el cinco y el seis de diciembre, Stalin dará orden de contraatacar con todas las fuerzas soviéticas posibles, para expulsar de las cercanías de Moscú, a los ejércitos alemanes prácticamente que habían sido imparables desde el mes de junio. Stahel nos propone en este libro cambiar el punto de vista con el que los especialistas han analizado estos dos meses, planteando la denominada victoria soviética en su empeño por expulsar a los alemanes de los aledaños de la capital como un esfuerzo casi pírrico. Con ello pretende demostrar que, en realidad, fue el Grupo de Ejércitos del Centro, el que solventó de mejor manera y con mejor resultado su posición, frente al contraataque lanzado por Stalin con el fin de provocar una retirada que fuera decisiva en la guerra.
Pero fueron muchas las circunstancias que se desarrollaron tanto en el frente como en la sede del mando alemán a lo largo de aquellos escasos dos meses. Si bien, en un primer momento y durante los primeros días de la ofensiva soviética, los generales alemanes solventaron con retiradas controladas el fuerte golpe asestado por los cientos de miles efectivos de Stalin, la pronta decisión de Hitler de ordenar el alto inmediato y la resistencia sin paliativos, provocó no pocos quebraderos de cabeza, enfrentamientos, dimisiones, ceses, y, lo que es más grave, miles de bajas innecesarias entre las filas alemanas. Esta orden y el posterior cese de Brauchitsch, hicieron que fuese el propio Hitler quien, de una manera definitiva, tomara el mando directo sobre la estrategia a tomar a lo largo del frente de Moscú. Esta situación creó graves divergencias entre los mandos de los ejércitos alemanes. Estaba claro que las retiradas controladas eran necesarias a lo largo de aquellos dos meses. Es más, estás no solo de produjeron gracias a las ordenes de Hitler, sacadas con sacacorchos gracias al buen hacer del mariscal de campo Günther von Kluge. Algunos de los mandos en el frente desoyeron las tajantes ordenes de no retirarse, en su búsqueda por salvar a unas tropas que, a base de contraataques y buenos posicionamientos en el terreno, convertían los poderosos ataques soviéticos en pocos fructíferos intentos por desbordar las líneas alemanas. Es cierto que se produjeron importantes brechas en el norte y sur del Grupo de Ejércitos del Centro. Sin embargo, a posteriori, algunos cambios en los mandos al frente de los ejércitos y grupos Panzer, la resistencia tenaz alemana, junto a una retirada tardía pero controlada de las líneas, consiguieron, ya en febrero de 1942, que el avance soviético solamente hubiera recuperado un 7% del territorio ganado por los alemanes hasta noviembre de 1941.
A lo largo de estos dos meses cayeron importantes cabezas de la jerarquía militar alemana, como nombres tan importantes como Guderian, Strauss o Hoepner. Pero también es cierto que la reestructuración en el mando de algunos grupos, con la recolocación en el mando de Reinhardt, Schmidt, Heinrici o la incorporación de Model, reconducieron las líneas alemanas, a tiempo de evitar la ruptura del frente y algún posible y peligroso envolvimiento. Con todo, Stahel, más allá de prestar gran atención a estos dislates y graves confrontaciones internas alemanas, considera que tanto la preparación de las tropas alemanas como su prestancia a no desfallecer en su oposición a la ofensiva, no fueron las únicas causas que evitaron un mal mayor durante aquellos meses de invierno.
La ofensiva soviética estuvo mal planificada, no en la cuestión del momento, sino más bien en la preparación, equipamiento y en la estrategia planteada. El masivo lanzamiento de tropas de infantería, en ocasiones sin apoyo blindado, resulto ser causa de una auténtica sangría. Los alemanes pudieron resistir a base de fuego concentrado, retiradas controladas y pequeños contraataques localizados, provocando miles y miles de bajas entre la carne de cañón enviada por Stalin. Además, en un momento dado de la ofensiva, el premier soviético pretendió atacar en todos los frentes del Grupo de Ejército del Centro, especialmente en el norte y en el sur, con la utópica idea de cercar al Grupo al completo, expandiendo en exceso a sus tropas. Stalin no consiguió destruir completamente ni una unidad de cierta entidad alemana, mientras que tuvo que asumir entre su armada la perdida de al menos tres ejércitos en las inmediaciones de Rzhev, más allá de que en comparación con las pérdidas alemanas, la supuesta victoria ante las puertas de Moscú, no fue lo que la propaganda soviética pretendió demostrar al mundo. Esta es la teoría de David Stahel, analizada y demostrada en este libro que cierra una magnífico trabajo sobre la ofensiva alemana en el Este durante 1941 y desarrollado en los libros Kiev 1941, Operación Tifón y Moscú 1941
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