Max Hastings es uno de los más importantes y reputados historiadores y especialistas de las guerras que asolaron el pasado siglo XX. Ensayos como 1914. El año de la catástrofe, Némesis, Armagedón, La Guerra de Vietnam, Se desataron todos los infiernos o Guerreros. Retratos desde el campo de batalla, han sido traducidos a nuestro idioma y han acumulado grandes éxitos de ventas. Ello se debe, en gran parte, a la nada desdeñable capacidad divulgativa del autor, a su especial interés por trasladar al lector las experiencias de los protagonistas de aquellas sangrientas batallas y su concienzudo estudio crítico de las decisiones tomadas a lo largo y ancho de los hechos bélicos que acontecieron aquellas guerras. Sin embargo, uno de sus libros más famosos, publicado en 1984 con ocasión del cuarenta aniversario de la batalla, no había sido traducido todavía al castellano. Me refiero a su importante ensayo dedicado al Día D, al desembarco de Normandía de 1944 realizado por los aliados, a la conocida como Operación Overlord. Por fin podemos disfrutar de él en nuestro idioma y descubrir porqué su autor recibió severas críticas, especialmente de los componentes del bando aliado. Sin duda, la objetividad de Hastings a la hora de analizar a ambos ejércitos y presentar un detallado estudio de los mandos y estrategias de los ejércitos enfrentados, hacen que el resultado de sus estudios no siempre sean del gusto de sus protagonistas.
En los dos primeros capítulos, el autor introduce al lector en los vericuetos de la posición aliada antes de 1944, las presiones generadas en el planteamiento de la apertura de un frente occidental en Europa mediante el que presentar batalla a los ejércitos alemanes, los preparativos de la operación y las dificultades para organizar semejante operación. Resalto especialmente la complejidad de la elección de los mandos, teniendo en cuenta la sensibilidad planteada por los británicos ante los estadounidenses y, sobre todo, las profundas desavenencias entre el mando supremo y los jefes de las fuerzas aéreas. Estos no compartían en absoluto la estrategia elegida del desembarco masivo de fuerzas terrestres en Francia prefiriendo preponderar la idea de los bombardeos masivos. Ciertamente, fue un tema recurrente en los primeros tres meses de la invasión, en los que el apoyo cercano de la aviación aliada funcionó convenientemente mientras las acciones de bombardeo estratégico trajeron más de un dolor de cabeza a los mandos aliados. Tras un tercer capítulo en el que se analizan las operaciones nocturnas aerotransportadas sobre Normandía y el desembarco del 6 de junio en las playas de Utah, Omaha, en el sector estadounidense del Primer Ejército, y Gold, Juno y Sword en el sector británico del Segundo Ejército, Hastings divide los capítulos en base a los hechos que acontecieron a uno u otro ejército, además de incluir un capítulo especial dedicado al nada desdeñoso asunto de la gigantesca capacidad logística de los aliados.
Mientras el Primer Ejército Estadounidense se enfrentó a terribles bajas en la playa de Omaha y al gran obstáculo del bocage de la campiña normanda, las fuerzas británicas, aún encontrando menos oposición en las playas, se enfrentaron a no poco poderosas y concienzudas fuerzas Panzer en los alrededores de Caen. Mientras los unos avanzaron hacia Cherburgo para conquistar un puerto al que otorgaban más importancia de la que después tendría, los británicos y canadienses comienzaron a tener especiales dificultades para avanzar y cumplir las siempre optimistas promesas de un Montgomery especialmente criticado en el libro. Tal y como nos muestra Hastings, esta operación demostró, en gran manera, la creciente decadencia en el espíritu combativo de las tropas británicas y canadienses, y la capacidad de aprendizaje que unos bisoños norteamericanos acumularon en apenas tres meses. En realidad, desde un principio, EEUU pudo contar con pocos elementos de combate de importancia. Las excepciones eran la 82ª y la 101ª aerotransportadas y la 1ª de infantería. Otro de los análisis de Hastings se basa en comparar la potencia y superior cantidad del ejército aliado, especialmente en lo que se refiere a la fuerza aérea, frente a un armamento alemán mucho más desarrollado y de mejor calidad, que fue capaz de parar la gran marea aliada, con la que se enfrentaron. Por supuesto no hay que desestimar la suicida orden dada por Hitler a sus tropas de morir resistiendo, hecho que evitó un reagrupamiento de los alemanes más ordenado y férreo en líneas más retrasadas, especialmente en el frente estadounidense. Ante la eventual resistencia alemana en el sur de Caen, incluido el fracaso de la Operación Goodwood y el lento avance británico, el general Bradley del Primer Ejército dio con la clave de los acontecimientos que desbloquearon semanas de incertidumbre. La Operación Cobra al sur de St. Lo, la presencia de Patton en Bretaña y la idea de envolver a los alemanes entre Falaise y Argentan, dio alas al ímpetu aliado, a pesar, de nuevo, de la poca pegada de los canadienses y la pertinaz resistencia de los alemanes, lo que propició el retraso del cierre del cerco proyectado.
Fueron tres meses de grandes y pequeños encuentros sangrientos entre ambos contendientes y, como siempre, Hastings da voz a decenas de soldados y oficiales, de uno y otro bando, y da fe de los combates terribles de aquel nuevo frente occidental. Los actos heroicos individuales fueron muchos. Resultan impresionantes los combates de los blindados, subrayando la gran potencia y superioridad alemana, así como el aprendizaje, sobre todo de los americanos, de la utilización de sus contundentes fuerzas aéreas en apoyo cercano de las tropas de infantería, a pesar los desencuentros con los mandos de la flota aérea, con algunas excepciones reseñables. Desde luego, el cielo era de dominio aliado y ese dato no puede menoscabarse de la influencia de un resultado que no solo era inevitable y sin retorno a favor de los aliados. Solo para terminar, querría llamar la atención en cómo el ser humano tropieza siempre en la misma piedra, y me refiero a cómo fue posible que tras las equívocas decisiones de Montgomery en Caen y en la Operación Goodwood, se permitiera meses después, organizar su Operación Market-Garden. Pero eso es otra historia, tal y como comenta el autor al final de su libro.
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