Antony Beevor no necesita presentación. Sus ensayos dedicados a la 2ª Guerra Mundial son harto conocidos por su número de ventas, como si se tratara de best-sellers, gracias a su manera, dinámica, entretenida y detallada, de contar los conflictos que aborda. Por mis manos han pasado algunos de sus libros, como por ejemplo, Berlín. 1945 o Stalingrado, y algún otro anda por mis estanterías esperando su momento, como es el caso de El día D. Precisamente, la batalla que protagoniza la última publicación del historiador británico tiene una especial relación con mi blog. El Puente Lejano es un homenaje a aquella película dirigida por Richard Attenborough, titulada Un Puente Lejano, dedicada al intento aliado de conquistar los puentes de Eindhoven, Nimega y Arnhem, en septiembre de 1944, mediante una ostentosa operación aerotransportada, combinada con el avance de divisiones acorazadas y de infantería. Pues bien, Beevor dedica este libro , a lo largo de más de seiscientas páginas, incluidos índices, bibliografía y notas, a aquella batalla.
Esta famosa operación militar fue un ejercicio de egocentrismo del mariscal Montgomery. Muchas veces se ha interpretado, desde el punto de vista de algunos estudiosos e investigadores, que la operación hubiera logrado su fin, si no se hubieran dado un concatenación desgraciada de circunstancias que hurtaron del éxito total a los aliados. De alguna manera, estos y especialmente los británicos, en su habitual capacidad de darle la vuelta a las cosas, intentaron demostrar que al conquistar los puentes de Eindhoven y Nimega, además de llegar a pocos kilómetros de Arnhem, el éxito de la operación se había conseguido medianamente. Sin embargo, hay que reconocer que el plan desde un principio, no solo nació con una serie de graves errores en sus cálculos, sino que además, a pesar de los logros en su avance, no justificó las pérdidas ocasionadas, especialmente en la 1ª División Aerotransportada británica. Es más, el frente holandés, dejó de ser prioritario tras la finalización de la operación, dando prioridad a otros terrenos.
Esta famosa operación militar fue un ejercicio de egocentrismo del mariscal Montgomery. Muchas veces se ha interpretado, desde el punto de vista de algunos estudiosos e investigadores, que la operación hubiera logrado su fin, si no se hubieran dado un concatenación desgraciada de circunstancias que hurtaron del éxito total a los aliados. De alguna manera, estos y especialmente los británicos, en su habitual capacidad de darle la vuelta a las cosas, intentaron demostrar que al conquistar los puentes de Eindhoven y Nimega, además de llegar a pocos kilómetros de Arnhem, el éxito de la operación se había conseguido medianamente. Sin embargo, hay que reconocer que el plan desde un principio, no solo nació con una serie de graves errores en sus cálculos, sino que además, a pesar de los logros en su avance, no justificó las pérdidas ocasionadas, especialmente en la 1ª División Aerotransportada británica. Es más, el frente holandés, dejó de ser prioritario tras la finalización de la operación, dando prioridad a otros terrenos.
Con todo, conviene recordar que el resultado de la operación no solo se debió a sus cálculos incorrectos e incluso utópicos, sino que además, para sorpresa de los aliados, los alemanes respondieron a la invasión mucho más rápidamente y de manera especialmente contundente, de lo que esperaban. La capacidad de acumular medios militares gracias a la utilización del ferrocarril por parte del ejército alemán, en un perfecto ejercicio de improvisación, terminó por ahogar el intento aliado por conquistar Arnhem y poder abrir una brecha en el frente norte alemán. Curiosamente Beevor, a pesar de apuntar a lo largo y ancho del libro esta circunstancia, a base de señalar y puntualizar los efectivos alemanes llegados a la zona, no se extiende en exceso en este asunto, a la hora de recapitular en el último capítulo las circunstancias que definieron la batalla. Creo importante puntualizar esta circunstancia más allá de los causas aliadas de tal descalabro.
Sin duda, la primordial causa del resultado de la batalla, es la excesiva ambición de Montgomery en su intención de tener bajo su mando a las divisiones americanas y lograr llevar a cabo un plan de invasión y conquista de los puentes sin tener en cuenta las distancia de la operación y, sobre todo, el uso de la única y endeble vía de acceso por carretera existente para apoyar a los medios aerotransportados tras su lanzamiento en las zonas elegidas. El XXX Cuerpo Acorazado tenía una única carretera para llegar a los puentes y confirmar su conquista y mantenimiento. Si bien la operación sobre Eindhoven salió bastante bien, debido especialmente a que era el puente más cercano al frente de avance, ya en su camino la infantería y los carros de combate británicos tuvieron algunos problemas en su avance a las posiciones tomadas por la 101 Aerotransportada norteamericana. Sin embargo, más al norte las fuerzas alemanas presionaron durante toda la operación, primero a los regimientos de la 101º y después a los medios del XXX Cuero Acorazado, debido a que Amberes no había sido todavía conquistada en una falta de previsión de Montgomery imperdonable y por la presencia de fuertes medios acorazados alemanes al este y oeste de la ya entonces llamada Carretera del Infierno. Los problemas surgieron en Nimega por varios factores. Uno de ellos, y que todavía levanta ampollas, es que la 82 Aerotransportada, dedicó su primer esfuerzo a ocupar unas colinas cercanas al puente antes de lanzarse a su conquista, retrasando gravemente la operación. Mientras Beevor culpa del retraso al comandante en jefe y mano derecha de Monty, el general Browning, hay que tener en cuenta que según otras fuentes, fue el general Gavin de la 82º quien tomó dicha decisión. Con todo, este hecho retrasó la operación de manera definitiva, a pesar de lograr tomar el puente impoluto, al no resultar destruido por los alemanes.
Solo queda poner el punto de vista en lo sucedido en Arnhem. Los factores que llevaron a no poder tomar este puente fueron muchos. Por un lado los lanzamientos en la zona, solo realizados en primera instancia en el norte del Rhin, resultaron hacerse demasiado lejos de la población y su puente. Solo el 2º Batallón de la 1ª División Aerotransportada británica del coronel Frost llegó al puente. El 1º y el 3ª jamás pudieron acercarse a él, quedando estancados en la cercana población de Oosterbeek. Por otro lado, los alemanes lograron reunir rápidamente fuertes medios acorazados, los cuales llegaron a la zona gracias a la labor impagable de las pocas fuerzas que se encontraban en las inmediaciones de Arnhem, quienes desde un principio provocaron gran desconcierto en los británicos ante su imprevista y tenaz defensa. La única esperanza aliada era la llegada del XXX Cuerpo Acorazado. Si a ésto unimos la falta de comunicación endémica e irreparable especialmente en el sector británico, el desconcierto en el mando británico provocado por el general Urquhart en su afán por dejar el puesto de mando a lo largo de unas horas irrecuperables, además del retraso en el salto de la segunda fase de paracaidistas, incluido el de los polacos, auténticos maltratados por los mandos británicos, no sorprende el resultado de los combates en el frente de Arnhem, hecho que prácticamente hizo que desapareciera la fuerza paracaidista de Montgomery hasta final de la guerra.
Estos son solo algunos de los datos que Antony Beevor nos traslada con gran pulso narrativo y mucha información, alrededor de la que se llamó Operación Market Garden. Acompañado de mapas que nos sitúan al detalle en los distintos emplazamientos de los lanzamientos de los paracaidistas, La Batalla de los Puentes nos plantea la desmesurada ambición por parte de los mandos británicos. Otro factor a llamar la atención es la capacidad de combate y resistencia de las tropas, tanto de un bando como de otro, en su afán por conquistar o mantener las posiciones en los distintos puentes, especialmente en Arnhem, punto neurálgico de una serie de combates realmente épicos. Recalcar la visión personal que realiza el autor de la compleja posición de los paracas polacos en la batalla, especialmente identificados en la figura del Mayor General Sosabowski. En definitiva, un libro muy recomendable como suele suceder con la bibliografía de Beevor, cuya lectura justifica el visionado de la película dirigida por Richard Attenborough. Además recomiendo un libro escrito por el historiador Robert Kershaw, reseñado por estas páginas hace ya unos años, que muestra la visión alemana de la operación y la rápida respuesta de un ejército en su afán por afrontar la invasión aliada: Nunca nieva en septiembre