Los hechos que rodearon el plan de invasión de Felipe II, la creación de la Armada y las circunstancias que ahogaron su intención de invadir Inglaterra en 1588, son harto conocidos y, en general, han sido largamente tratados en ensayos históricos y estudios académicos. Sin embargo, no está de más, que el referente editorial de las publicaciones de Desperta Ferro, dedique un número en su sección de Historia Moderna a aquel evento que despertó tanto interés en años y siglos posteriores y sobre el que se patentó, por un lado, la manipulación mediática de ingleses y, por otro, el comienzo de cierta decadencia plasmada en contexto económicos y estratégicos, del gobierno de los Habsburgo españoles.
El primer artículo muestra la situación preexistente a 1588, en la que Felipe II, en connivencia con sus hombres de confianza, mira con recelo a Inglaterra y al gobierno de Isabel I, en referencia a su apoyo a los rebeldes de Flandes, las desavenencias y posterior ajusticiamiento de María de Escocia, el apoyo a la Iglesia de Inglaterra frente a la persecución a los católicos y, por supuesto, la intervención de la flota de Drake y otros marinos ingleses en contra de los intereses españoles. El plan de invasión fue llevado a cabo por Medina-Sidonia y Parma, en un complejo y difícil ejercicio de coordinación de la flota y el ejército de Flandes. Su fracaso llevará al rey a acusar a sendos mandos, especialmente al de Parma, mientras su creador, el propio rey, pasaría indemne a semejante resultado. Los problemas surgieron desde el inicio de la preparación de la invasión. Como bien muestra el segundo artículo, los objetivos en la organización y abastecimiento en Lisboa, se enfrentaron a errores de planificación respecto a los víveres, más allá de la aparición de enfermedades y epidemias, además de la preparación de los marinos y tripulaciones, alargando excesivamente el proceso previo a la invasión.
Tres artículos tres, desmenuzan las jornadas que siguieron a la salida de puerto de la flota. En primer lugar, el avance de la misma hasta el Canal de la Mancha y la llegada a Calais, donde los barcos de la Corona mantuvieron fuertemente su cohesión y defensa de la expedición. Tras la llegada a Calais, el ataque de los brulotes ingleses y la presencia de viento de suroeste, complicaron en gran manera la situación española en la batalla de Gravelinas, donde algunos navíos formaron un frente común enfrentándose a la flota inglesa, favorecida por el viento y por la cercanía de las costas para su aprovisionamiento. Pocas bajas sufrieron los españoles, mientras los vientos rolaban desde el sureste propiciando su salida hacia el norte, evitando los bajíos y arenales de la costa holandesa. Es aquí cuando los ingleses evitaron el enfrentamiento hasta por tres veces y donde el mando español decisión rodear las islas británicas y regresar a la península. Y es aquí donde las tempestades y las costas del norte de Escocia e Irlanda, unido a la situación algo perentoria de algunas naves tras la batalla, provocaron la pérdida y hundimiento de más de una veintena de barcos, la mayoría provenientes de la flota mediterránea y del cantábrico, entre galeras y urcas.
Dos últimos artículos describen, por un lado, la leyenda negra y el legado de la Gran Armada y, por otro, el impacto y consecuencias de su fracaso. Es francamente interesante el primero, en la medida en que descubre al lector la implicación de personajes importantes de la corte de la reina Isabel I, en la desvirtuación de aquel enfrentamiento con la creación de textos falsos que implicaban la falta de honestidad de los españoles en referencia a la invasión. Por lo demás, en el segundo artículo se refleja la nueva situación internacional entre ambas coronas, de la mano de Jacobo I y Felipe III, en cuanto a sus intereses religiosos, comerciales y estratégicos, y las consecuencias de la infructuosa invasión. Con esto, concluye un número que, si bien nos descubre poca novedad sobre un tema conocido y solventemente estudiado, entiendo que resultaba inevitable incluirlo en el catálogo de las publicaciones mensuales de la editorial. Solo por esa razón, bienvenido sea.
Para finalizar, me gustaría compartir mi reseña de un libro que aparece repetitivamente nombrado en la bibliografía de los articulistas que han colaborado en el número y que recomiendo fervientemente. Me refiero a La Gran Armada, de Colin Martin y Geoffrey Parker. Indispensable.
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