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jueves, 20 de septiembre de 2018

"Enemigos de Esparta" - Sebastián Roa

Considero a Sebastián Roa como uno de los mejores novelistas históricos del panorama nacional actual. Sus anteriores novelas han tenido como escenario la época medieval, afrontando con buen pulso un periodo histórico lleno de interés para el lector del género. Siempre ha tratado con respeto la historicidad, los personajes y la ambientación. En su nueva novela, da una vuelta de tuerca al periodo en el que sitúa a sus protagonistas, viajando a la Grecia del siglo IV a.C. No hace falta comentar la gran cantidad de mediocres novelas que en los últimos años han planteado como tema principal de sus páginas la Grecia Antigua, ya sea en su Periodo del Bronce, pleno de historias dedicadas a Troya, el Periodo Clásico, con las guerras Médicas y del Peloponeso como nexo de unión, o el Periodo Macedónico, con Alejandro Magno como casi único protagonista. Sin embargo, el autor no ha defraudado con su elección, acercándose a un periodo difuso pero importante y que sirve de puente entre el final del Periodo Clásico y el comienzo del Macedónico. Me refiero a los años en los que la decadencia de Esparta, tras su gran victoria ante Atenas, da paso a la plenitud de otra gran polis griega, Tebas. 


Roa sumerge al lector, a lo largo de más de quinientas páginas, en los dieciocho años que van desde el 379 a.C. hasta el 362 a.C., en los que la capital de Beocia y sus líderes pretenden asumir, con plenitud militar, su independencia de Esparta. Y lo hace de la mano de Prómaco, un peltasta tracio con sangre tebana en sus venas. Por un asunto de amores, huye de Tracia con la intención de enrolarse como mercenario en el mejor ejército del momento, el que ha hecho invencible a Esparta. Sin embargo, su destino se trastoca, poniéndole, con miras a su búsqueda de venganza, bajo las órdenes de Pelópidas y Epaminondas, líderes en ciernes de una rebelión por recuperar la liberdad y democracia de Tebas, frente al poder oligarca y tiránico de los aliados y amigos de Esparta. Este sueño los llevará sin remedio, al enfrentamiento directo con hasta entonces invencible polis griega.

Sin entrar en someros detalles, me gustaría comentar un poco la impresiones que me ha generado la lectura de esta novela. Ante todo referir como trasluce del texto, el enorme esfuerzo y loable resultado del autor por trasladar al lector, de la manera más fidedigna y creíble posible, al periodo histórico al que se enfrenta. La ambientación, los simbolismos, la filosofía y el pensamiento, así como las costumbres, además de la panoplia militar y la descripción de batallas, están manejados con naturalidad, conocimiento y cierto respeto histórico. Roa se acerca al periodo del engrandecimiento de Tebas planteando una premisa histórica clara: la lucha de una ciudad sojuzgada por Esparta con ansias de recuperar su libertad y asumir cierto orden democrático, frente al poder de facto de los espartanos, quienes dominan de la mano de oligarquías y amigos, gran número de ciudades griegas. Y todo ello se produce bajo la mirada expectante de una Atenas siempre atenta a los acontecimientos. El autor, entremezcla personajes de ficción, como es el caso del protagonista Prómaco o las bellas Veleka y Agarista,  con otras figuras históricas. Unos, son los ya mentados líderes tebanos Pelópidas y Emapaminondas, en mi  opinión los auténticos protagonistas de la novela. Otros, más secundarios, son Platón, Ifíctrates y Cabrias de Atenas, Filipo de Macedonia, Alejandro de Feras, Cleómbotro y Agelisao de Esparta. Con todos ellos nos embarcamos de la mano de Roa en una historia apasionante. Las batallas, siempre punto fuerte en sus novelas, juegan un factor clave. Especialmente la naval de Naxos y las dos importantísimas de Leuctra y Mantinea, protagonizadas por el famoso Batallón Sagrado. No olvidemos tampoco, los numerosos y muy interesantes duelos dialécticos que sazonan sus páginas, especialmente los intercambiados entre los dos líderes tebanos y otro ciudadano de Tebas llamado Menéclidas, así como los cortos pero interesantes comentarios filosóficos aportados por Platón. 

Aún con todo lo dicho anteriormente, tengo un pero al desarrollo de la narrativa de la novela, en especial en lo que respecta a la participación e intervención del protagonista Prómaco. Conforme comencé la lectura, iba desarrollándose la historia alrededor del mercenario tracio con cierta fluidez pero, también creo, con cierta artificialidad para introducirlo en la trama. Me explico. A lo largo de la primera mitad del libro me pareció vislumbrar cierto afán por situar a Prómaco en la historia con cierto intervencionismo artificioso y desde mi punto de vista algo forzado. Todo ello, está diseñado para situarlo en el entorno cercano de los dos líderes tebanos históricos. Esta situación rebuscada lo sitúa en una inexplicable posición de omnipresencia en los momentos iniciales de la rebelión tebana. Las escenas en las que el joven guerrero aconseja militarmente a avezados oficiales atenienses o tebanos mediante susurros al oído, me crearon tanto recelo como incomprensión. Sin embargo, cuando me encuentro a mitad del libro, para mi sorpresa y tranquilidad, Prómaco pasa a un acertado segundo plano, adoptando más un papel de narrador sin intervención excesiva en la historicidad y liderazgo de Pelópidas y Epaminondas, quienes toman, a partir de ese momento, mayor protagonismo. Es como si la idea inicial de situar al tracio en el foco principal de la historia se diera de una manera un tanto forzada y cuando el autor ha conseguido localizarlo donde quería, lo traslada a una situación más lógica, en un segundo plano, asumiendo su posición y origen real, con la idea de contar con más naturalidad los hechos históricos que rodearon este periodo. Aún así, doy por hecho que nos encontramos con una novela histórica y no un ensayo, por lo que el autor puede hacer intervenir a sus protagonistas de ficción donde y como que le apetezca. 

En definitiva, una novela que, en mi opinión, va de menos a más. Presenta la historia personal del protagonista como un hilo conductor dirigido a hilvanar la narración novelística de la historia de la Tebas de aquel periodo, a la que vislumbro como el pilar principal sobre el que gira la novela. Por el contrario, debo reconocer que la trama romántica de Prómaco, aunque sea el hilo conductor y la causa de su participación en la revuelta tebana, me deja más bien frío y la encuentro descontextualizada a lo largo y ancho de la extensión de la novela, a excepción de en su parte inicial y en su conclusión. La personalidad de Prómaco no termina de cuajar en comparación a los protagonistas con base histórica, con los que da la sensación de que el autor ha trabajado con más comodidad o por lo menos así lo entendí tras terminar la lectura. Esto me lleva a concluir que esta vez Roa, sin quizás pretenderlo, ha dotado a algunos de los personajes históricos de la novela con más entidad dramática que a los de ficción. Con todo, buen hacer del autor en su encomiable esfuerzo por acercar al lector a  un periodo histórico fascinante, para el que ha demostrado haberse preparado concienzudamente, como queda anotado en la bibliografía que presenta al final de la novela.