Adaptación cinematográfica de la obra de Lorca "Bodas de sangre", dirigida por Paula Ortiz. Mucho, muchísimo se ha hablado de esta película. El boca a oído ha funcionado a las mil maravillas y la crítica ha sido efusivamente amable y en general su visionado ha generado gran cantidad de parabienes. El argumento es perfectamente conocido por el público en general. La acción de la película nos sitúa en un lugar y en un tiempo indeterminado y se localiza en apenas 24 horas. Una joven, la novia, se casa con un amigo de toda la vida, el novio. Sin embargo el recuerdo y la presencia de otro joven, Leonardo, amigo de la infancia de ambos y antiguo novio de la joven, provocará una tragedia de considerables consecuencias. El resultado se ve venir desde el inicio de la obra, ya que en el pasado hubo un grave conflicto entre las familias de los jóvenes amigos.
Paula Ortiz plantea al espectador la obra de Lorca desde el punto de vista y el protagonismo de la novia, en vez del de la madre del novio, tal como se presenta la obra original. Si bien, la sombra de la adversidad y de la tragedia planea sobre la boda desde la presencia de esta madre, la directora, de la mano de una deslumbrante y notable Inma Cuesta, localiza en la novia con sus dudas y pensamientos, su total protagonismo en la película. Solo ella llena una pantalla tan bella como artificiosa, en lo que respecta a decorados, fotografía, encuadres y paisajes. La directora se esmera en plantar en las escenas toda la simbología que rodea e imbuye la obra de Lorca. La propia imagen de la novia en sí, la luna llena en la noche, el calor del verano, el caballo sudoroso y que galopa, la muerte y la mendiga, en una sola persona... y como no, el instrumento del destino, el cuchillo. Todo ello forma parte de toda una escenografía estudiada al detalle, tan claustrofóbica como la historia en sí. El uso estudiado en cada fotograma de los encuadres y la fotografía, forma parte de la película como un protagonista más, llegándo a apabullar en algunos planos. Sin embargo la precisión de los encuadres, la composición de las escenas en general, me ha gustado. Sobre todo las sucedidas en la noche de bodas... Esos bailes circulares, casi apoteósicos, el deambular de la novia por la casa... fantásticas. No tanto la escena de amor de los dos amantes tras su huída, más propia de una telenovela.
Respecto a los actores y actrices, en general el elenco cumple, pero en mi opinión, quiebra la elección del casting en las dos figuras masculinas que completan el triángulo amoroso. Justas, justitas, las interpretaciones de Asier Etxeandía y Alex García. En mi opinión descompensan con su actuación algunas escenas y se ven totalmente desbordados por una volcada y plena Inma Cuesta. Los secundarios no sólo bien, sino muy bien en sus papeles, sobre todo la madre de la novia, una inmensa Luisa Gavasa y Carlos Alvarez Novoa, como el padre del novio.
Ahora, lo que no me ha gustado tanto, hasta tal punto que me encuentro con una película bien realizada, con estilo y con un gran esfuerzo de producción, realización, actuación y sin embargo, algunas cosas no me terminan de cuadrar. En primer lugar, algo que me ha resultado extremadamente molesto. Me refiero a la mala dicción en determinadas escenas, de algunos de los actores y actrices, como es en el caso de Inma Cuesta y Alex García. ¿Cómo es posible que no se entienda en algunos momentos el soberbio texto de Lorca? Si bien es verdad que hay que mostrar expresividad y sentimiento, todo esto no sirve de nada si el espectador apenas logra entender los diálogos de la película por la falta entonación. En segundo lugar y no se si es problema de la película o mío propio, es el asunto de la estética y el preciosismo de la escenografía vista en pantalla. Admito y reconozco un fantástico trabajo de fotografía y imaginería. La película goza de planos bellísimos y sobre todo una excelsa iluminación. Sin embargo, hay momentos que llega a saturarme tanta pasión, tanta estética, a pesar de que entiendo que lo que intenta es trasladar a la pantalla, la mente de Lorca, llena de simbología, pasión y éxtasis. Aún así, en todo caso, excesiva en algunos planos y secuencias.
Para terminar, insisto en la gran actuación de Inma Cuesta, tan bella como apasionada. Aplaudo la dedicación de la directora, Paula Ortiz, por su pretensión de crear algo nuevo, bello y diferente. Sólo con ésto compensa el visionado. La pena, no gozar del texto lorquiano por culpa de la justa dicción de algunos de los intérpretes en escenas claves. Termina dando la impresión de que la dirección, en algunos momentos, impone las imágenes al texto. Bella película... Quizás algo excesiva y pasional... ¿Pero no lo era así Lorca y su obra? Ya veremos cómo la trata el paso del tiempo.
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