Los dos años que transcurren entre 1574 y 1576 conformaron uno de los periodos más convulsos acontecidos en Flandes. En este caso, la sección dedicada a Historia Moderna de la Editorial Desperta Ferro ha publicado un número dedicado a aquellos dos años convulsos que dieron lugar al saco de Amberes por las tropas españolas y a una nueva y más polarizada fase en la ya por si compleja Guerra de Flandes.
Este periodo comienza con el traspaso del gobierno de los Países Bajos por parte del duque de Alba, retirado siguiendo órdenes de Felipe II, a favor de Luis de Requesens. La situación que dejaba el duque con su propuesta de mano dura, había dejado unos territorios plagados de problemas y resentimientos. El primer artículo del número nos presenta aquella situación replanteada por Luis de Requesens, un hombre al que le tocó tomar otras iniciativas, equilibradas entre intentos por potenciar las negociaciones de paz y mantener las tropas firmes y alerta para enfrentarse a los enemigos de la corona más beligerantes. A esto se unía la extrema problemática falta de medios económicos para mantener las tropas realistas, una de las claves de un momento tan complejo y tenso. En un segundo artículo, harto interesante, se profundiza en la situación geográfica de una región dependiente de sus infraestructuras hidráulicas. Abunda especialmente, en dos momentos claves que marcaron, en cierta manera, aquellos años de enfrentamientos. Por un lado, la inundación del día de Todos los Santos de 1570 y, sobre todo, la manipulación de estas infraestructuras como arma contra las tropas españolas, como sucedió durante el sitio sobre Leiden de 1574.
Un tercer artículo desarrolla la postura de los Estados de Holanda y Zelanda, como nexo de unión de la que después se convertiría en república neerlandesa, su puntos de encuentro con los hasta entonces fieles a la corona hispánica y su posición de fuerza en contraposición a los gobernadores que desfilaron por aquellas tierras con más pena que gloria. Esto les llevó a crear un armazón administrativo que terminaría por crear una normativa impositiva y de recaudación necesaria para sostener un ejército nacional, entre otras cosas. Tal como lo cuenta el cuarto artículo de este número, la fase inicial de la Guerra de Flandes puede considerarse como una guerra civil, con nombre y apellidos. Y como tal, la población civil, independientemente de su postura frente a este conflicto, como no podía ser de otra manera, fue quien más sufrió en sus carnes las consecuencias de una sangrienta guerra que además sumó un buen número de defecciones, motines y rebeldías en gran parte del territorio. A falta de pan y dinero, los contendientes tiraban de granjas, viviendas y los cultivos de quienes sufrían en sus carnes los vaivenes de un conflicto largo y devastador.
El siguiente artículo entra de lleno en una de las más importantes batallas de aquel periodo. Me refiero a la batalla de Mook, en la que los realistas vencieron con contundencia a las tropas dirigidas por los hermanos de Guillermo de Orange. Sin embargo, los problemas en cumplir los pagos debidos a las tropas españolas hicieron que tal victoria no recogiera los frutos tan necesarios para los intereses de los católicos. Le sigue un interesante artículo dedicado a la nobleza local que se mantuvo fiel a la Monarquía Hispánica y los desencuentros entre las élites urbanas y provinciales y sus movimientos frente a las dificultades generadas por el gobierno de Bruselas.
Los dos últimos artículos de este fantástico número que hoy reseño analizan las consecuencias de la muerte, en 1576, de Luis de Requesens, el vacío de poder generado a la espera de la designación y llegada de Juan de Austria, los movimientos de las distintas facciones en el Consejo de Estado y las consecuencias terribles de la falta de las pagas debidas a las tropas realistas. Todo ello generó una profunda crisis de autoridad en los Estados Generales, provocando un gran número de escaramuzas y combates entre tropas leales, amotinados y rebeldes, creando un mapa complejo de ciudades dominadas por unos y otros y un campo plagado de cabalgadas y movimientos insurrectos. Todo ello, y para terminar, coronado por el saco sobre Amberes, someramente detallado en un estupendo artículo que sirve de colofón a este número, como siempre plagado de planos perfectamente ilustrados y explicados, mediante los que el lector puede seguir al detalle uno de los periodos más complejos de aquella larga y sangrienta Guerra de Flandes.
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