Se ha escrito mucho sobre la Guerra Civil Española, en su precepción política, bélica y de confrontación entre hermanos y conciudadanos de un mismo país. Sin embargo, y a pesar de la cantidad de libros publicados sobre la participación extranjera en el conflicto, la publicación del libro que hoy reseño, dedicado a la aviación extranjera que sobrevoló y luchó en los cielos españoles entre los años 1936 y 1939, es más bien escasa, como se indica en el prefacio de éste no especialmente extenso ensayo, pero muy bien y detalladamente documentado por el historiador británico Michael Alpert.
A lo largo de la guerra, desde su principio a su fin, aviones de marca
extranjera participaron de alguna manera en el conflicto. Los intereses de
Italia y de la Unión Soviética estuvieron dirigidos, desde el principio, a apoyar la ideología y
los intereses de ambos contendientes. Y además del envío de dinero y
armamento, uno de los medios, posiblemente el más importante a la hora de
desequilibrar la balanza a favor de uno de los contendientes, fue el envío de
aviación y sus tripulaciones. Michael Alpert nos demuestra capítulo a capítulo
la importancia del uso de la aviación, en forma de transporte o aviones cazas y bombarderos, a lo largo de la guerra. Ya en un principio, sin la participación
de este medio de desplazamiento rápido y seguro, no podría haberse llevado a
cabo la sublevación del del bando, llamado Nacional. El vuelo de Franco desde Canarias
hasta Marruecos fue clave, junto a la aportación de algunos aviones alemanes
junkers-52 para el transporte de las tropas a la península desde el inicio del
levantamiento. Pero, desde otro punto de vista, también un par de accidentes aéreos marcaron el destino
del que luego se haría llamar generalísimo, al morir los generales Sanjurjo y
más adelante el general Mola.
El parque de la flota aérea española era más bien pobre, y si bien nacionales
y republicanos, se repartieron un número parejo de aviones tras los primeros
días de la guerra, el número de oficiales y, por ende, pilotos más veteranos y
con más horas de vuelo, fue superior en el bando de Franco que en el del
gobierno constitucional. Los pilotos republicanos eran sargentos y cabos que si bien tenían cierta experiencia, no gozaban de la misma
preparación de academia y formación militar que sus oficiales. La intervención
temprana de Alemania, en forma, primero de aviones de transporte, y después en
la presencia de un buen número de cazas y bombarderos, inclinó la balanza en el
aire hacia el bando de Franco. El avance en el sur peninsular y el
afianzamiento en algunas zonas del norte no escatimó de importantes
medios aéreos. El gobierno republicano, solo podía solicitar la ayuda de países democráticos, como Francia y Gran Bretaña, muy reacios a participar en la guerra, y de la Rusia Soviética, más interesada en evitar la presencia del fascismo en el España.
Francia envió algunos aviones, pero todos sin armamento, y la Unión Soviética,
se presentó como el adalid de la República, enviando por mar un buen número de
cazas y bombarderos. Esto provocó otro vuelco en la balanza de la guerra
aérea entre finales de 1936 y principios de 1937, meses en los que ayuda
soviética fue muy proactiva ofreciendo sus mejores aviones hasta que más tarde decidiera suspender los envíos. Ante esta tesitura, y ya sin remedio hasta final de la
guerra, Alemania envió a la Legión Cóndor, circunstancia que decidió la guerra en el aire, junto con la ayuda de los aviones italianos de Mussolini, a favor
del bando nacional.
El autor desglosa la presencia de aviones y pilotos
extranjeros a lo largo de los primeros capítulos, en los que se desarrolla los primeros
meses del conflicto, para después dedicarse de manera detallada, a los
combates aéreos, bombardeos disputados a lo largo de la Guerra Civil Española. Los cielos de
España fueron un laboratorio extraordinario para que la nueva generación de
aviones europeos, fueran probados en nuevas tácticas, armas, motores y diseños de aviones
soviéticos y especialmente, alemanes. Su aportación a la guerra fue fundamental para
desequilibrar una balanza al inicio de la guerra, en las que la república y su
estrategia en batalla, no bloqueó el paso de los
insurrectos a la península, y permitió, por ejemplo, el mantenimiento de Mallorca
en manos de los nacionales. Estos factores favorecieron el avance y posicionamiento de los de Franco en 1936. No debemos
olvidar que el compromiso alemán e italiano fue muy superior al soviético a lo largo de toda la guerra,
especialmente en el arma de la aviación, mucho más avanzada, especialmente la alemana, en
todos los aspectos. El número de personal del cuerpo técnico y de aviadores de estos países
contrastaba con los republicanos que tuvieron que enviar pilotos a Rusia ante la escasez y preparación de quienes debían pilotar los aparatos
soviéticos. Como indica Alpert al final de su libro, sin la ayuda alemana e
italiana los nacionales no habrían ganado la guerra ni habrían podido
establecer un régimen que duró hasta 1975.
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