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lunes, 13 de julio de 2020

"Duelo en el desierto. La campaña del Norte de África por el control del Mediterráneo. Vol. I De Compass a Gazala"

Antonio Muñoz Llorente es un escritor que con el paso de los años ha demostrado su conocimiento de la 2ª Guerra Mundial. A sus anteriores títulos publicados se acaba de sumar el primer volumen de dos entregas, dedicados a la Guerra del Norte de África, en referencia a la confrontación en Libia y la frontera con Egipto entre fuerzas del Eje y los Aliados. Éste que hoy reseño, ocupa el periodo que va desde junio de 1940 hasta junio de 1942, digamos que enmarcado  más o menos entre la operación británica Compass y la victoria de Rommel en Gazala y la toma de Tobruk.


El escritor y estudioso catalán divide el tomo en cuatro partes bien diferenciadas: la iniciativa bélica italiana en Libia y su derrota frente a los británicos; la llegada de Rommel y sus primeras vitorias; la operación británica Crusader y el contraataque de Rommel contra Gazala y la consiguiente derrota aliada. La primera parte incluye una interesante y detalla introducción sobre la presencia italiana en África, sus deseos expansionistas y la importancia del Mediterráneo en su interés mostrarse ente el mundo como una potencia militar y participar en la guerra junto a la Alemania de Hitler. Como en un momento dado sugiere el autor, la guerra del Norte de África no fue una lucha por ese territorio sino más bien la define como el conflicto por dominar el Mediterráneo en base al control de los puertos de aquella zona ansiada por Mussolini. Obviamente y como ha demostrado la historia, sus ansias de grandeza se vieron paralizadas por los británicos bajo el mando del general Wabell, quien en la operación denominada Compass hizo retroceder a los italianos hasta la Tripolitana, situación que forzó a intervenir a Hitler con el envío de Rommel a África. Es justo aquí donde comienza la segunda parte del tomo. 

A lo largo de las páginas de todo el libro, el autor se preocupa de mostrar un ordenado y pautado orden cronológico de aquellos dos años de combates, retiradas y contraataques, en el que incluye las peculiaridades de los distintos mandos, la influencia que sobre ellos ejercieron Mussolini, Hitler o Churchill, las tropas invertidas, los materiales y los equipos implicados en las campañas y, como no, los movimientos sobre el terreno de unos y otros ejércitos, en una zona geográfica especialmente hostil a la permanencia de los europeos. Rommel, particularmente, tenía el apoyo incondicional de Hitler, pero también, estuvo limitado por los planes de éste a la invasión de la Unión Soviética. Por otro lado, la presión que Churchill ejerció sobre los mandos británicos, desde una visión no especialmente conocedora de la situación sobre el terreno, forzó algunas situaciones difícil de sostener, como la que aconteció entre febrero y junio de 194,1 con el repliegue británico a la frontera de Egipto, aún manteniendo la posición de Tobruk. Todo lo cual nos lleva a la tercera parte del tomo.

Al cambio de comandante en el mando británico a favor del general Auchinleck, además de la consecución de cierto dominio aéreo y un buen abastecimiento por vía marítima por parte de la marina de su majestad, se unió a que, conforme Rommel alargaba sus líneas en el frente, era más difícil para los miembros del Eje, asistir de tropas, gasolina y otros elementos mecánicos y militares a sus ya de por sí agotadas divisiones panzer. Debido a todo ello, el equilibrio de la guerra varió de nuevo a favor de los británicos, iniciando los alemanes una retirada controlada aunque durísima, abandonando momentáneamente la Cirenaica. Bien es cierto que durante la presencia de Rommel, la relación con los italianos no fue del todo dichosa, presentándose situaciones de auténtico conflicto, algo que también sucedió entre el general alemán y algunos de sus oficiales, como es el caso de Crüwell. El ímpetu en la defensa de Tobruk por parte de los neozelandeses y su contraataque por unir su frente con el que acudía desde el sur, dio forma a la operación británica denominada Crusader, hasta entonces la mayor batalla de blindados de la guerra y que, de alguna manera, dejó exhaustos a ambos contendientes, dando paso a la cuarta y última parte del libro.

Enero de 1942 volvía a variar el péndulo de la guerra a favor de los miembros del Eje, en base a varios factores. Como no, la distancia de abastecimiento estaba ahora a favor de Rommel y los suyos, pero además, Gran Bretaña estaba sufriendo graves pérdidas en sus bases, por lo que ya no dominaban el Mediterráneo. Además, como pasó en 1941, de nuevo las veteranas tropas británicas fueron trasladadas a retaguardia y fueron sustituidas por tropas bisoñas. A esto se sumó el conformismo que llevó a Auchinleck a ordenar replegar un tanto las líneas avanzadas, que junto a diversos desacuerdos con los mandos aliados y la renovada iniciativa de Rommel por ocupar contraatacar desembocó en una situación catastrófica para los británicos. El apoyo moral y él envío de algunas tropas por parte de Hitler alentó la última gran cabalgada de Rommel en la Cirenaica, lo que provocaría el descalabro del 8ª ejército, la pérdida de Tobruk y una de las derrotas más desastrosas de los británicos y sus aliados. Hasta aquí llega este tomo a la espera de su continuación, en la que los británicos y dieron un vuelco definitivo a situación tan precaria.

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