Llevamos unos pocos años en los que las grandes productoras, sobre todo la gigante Disney, se han inclinado por llevar a la pantalla, no solo las historias de súper héroes de Marvel y DC, sino también, los clásicos cuentos populares que, en tiempos hizo las delicias de los niños, con aquellas adaptaciones mágicas en dibujos animados. Por estos lugares, ya he comentado en alguna ocasión, los factores que benefician o perjudican el estreno de este tipo de películas, sobre todo, teniendo en cuenta la intención de la industria para modificar y trasladar a una visión más madura y oscura, aquellos relatos infantiles.
En este caso, nos encontramos con una curiosa muestra. Si bien el origen argumental de esta película proviene de una serie de cuentos clásicos, la adaptación toma como base una producción musical de Broadway, escrita por el famoso y multi premiado Stephen Sondheim y el libretista James Lapine, y que ha logrado un sonado éxito de asistencia. Pues dicho y hecho. Disney, convertido en un gigante de hacer películas, decidió trasladar el musical a la pantalla. Adelanto que según he leído, la adaptación no respeta en su totalidad la estructura del musical, y parece que afecta al resultado de la película, en su perjuicio.
La historia pretende contarnos las aventuras y desventuras de un matrimonio de panaderos, entrecruzando a lo largo de la trama, diferentes cuentos de los Hermanos Grimm. Una bruja despiadada cuenta a la pareja que no pueden tener hijos debido a una maldición, que podrán anular cumpliendo una serie de tareas para ella. Mientras intentan llevar a cabo su misión, se encontrarán en su camino, a Caperucita Roja, Jack, el chico de las habichuelas, Cenicienta, Rapunzel y sus respectivos príncipes. Como no, la película se jalona de una serie de canciones que narran las historias personales de los protagonistas y sus aventuras. En una primera parte del film desarrolla, la tradicional manera de contar los cuentos, llegando a las conclusiones clásicas. Sin embargo a partir de su segunda parte, la historia se oscurece, haciéndose más adulta, alcanzando conclusiones moralizantes y educadoras, sobre la responsabilidad, el capricho de conseguir los deseos de cada uno, por encima de los intereses de los demás y las consecuencias de ciertos actos egoístas y oportunistas.
El resultado, en mi opinión, resulta algo caótico, complejo y bastante absurdo. La intrusión en la segunda parte de aspectos adultos, como la fidelidad, la muerte, el robo, el engaño y sus consecuencias, tomados desde un punto de vista oscuro casi dramático, no logra aportar a la película, el necesario punch para lograr embaucar al espectador. Es más, termina por amodorrarlo, aburrirlo. A esto hay que añadir, que exceptuando dos o tres canciones, el conjunto musical no termina de cuajar. Las canciones no son pegadizas y recuerdan demasiado a algunas melodías de la fantástica Sweeney Todd, pero de una manera lejana y sin llegar a la calidad de aquella. Se juega entre la ilusión de aquellos cuentos maravillosos y lo absurdo, casi surrealista de algunas escenas paródicas, risibles y en el fondo desacertadas.
La historia pretende contarnos las aventuras y desventuras de un matrimonio de panaderos, entrecruzando a lo largo de la trama, diferentes cuentos de los Hermanos Grimm. Una bruja despiadada cuenta a la pareja que no pueden tener hijos debido a una maldición, que podrán anular cumpliendo una serie de tareas para ella. Mientras intentan llevar a cabo su misión, se encontrarán en su camino, a Caperucita Roja, Jack, el chico de las habichuelas, Cenicienta, Rapunzel y sus respectivos príncipes. Como no, la película se jalona de una serie de canciones que narran las historias personales de los protagonistas y sus aventuras. En una primera parte del film desarrolla, la tradicional manera de contar los cuentos, llegando a las conclusiones clásicas. Sin embargo a partir de su segunda parte, la historia se oscurece, haciéndose más adulta, alcanzando conclusiones moralizantes y educadoras, sobre la responsabilidad, el capricho de conseguir los deseos de cada uno, por encima de los intereses de los demás y las consecuencias de ciertos actos egoístas y oportunistas.
El resultado, en mi opinión, resulta algo caótico, complejo y bastante absurdo. La intrusión en la segunda parte de aspectos adultos, como la fidelidad, la muerte, el robo, el engaño y sus consecuencias, tomados desde un punto de vista oscuro casi dramático, no logra aportar a la película, el necesario punch para lograr embaucar al espectador. Es más, termina por amodorrarlo, aburrirlo. A esto hay que añadir, que exceptuando dos o tres canciones, el conjunto musical no termina de cuajar. Las canciones no son pegadizas y recuerdan demasiado a algunas melodías de la fantástica Sweeney Todd, pero de una manera lejana y sin llegar a la calidad de aquella. Se juega entre la ilusión de aquellos cuentos maravillosos y lo absurdo, casi surrealista de algunas escenas paródicas, risibles y en el fondo desacertadas.
Respecto al elenco de actores y actrices, la abanderada de la producción, es sin duda, Meryl Streep en el papel de la bruja, que aunque aporta caché y experiencia, no logra levantar la película. Me quedo con el trabajo serio y profesional de Emily Blunt, interpretando a la mujer del panadero. Los demás, nos deleitan con buenas voces, necesarias para interpretar con éxito este musical, y con unas interpretaciones normalitas y en algunos casos esperpénticas, como sucede con un Chris Pine bastante ridículo. Puedo decir sin temer equivocarme, que sin la presencia de Meryl Streep, este film, caería en el olvido. Además, sigo sin entender la nominación de la actriz a Mejor actriz de reparto para los Oscars. Decepcionante en lo musical y en su conjunto mal adaptado al cine, incluso en lo referente a los efectos especiales, más bien sosos. Seguro que sobre las tablas, el resultado justifica su éxito en Broadway, pero no en la pantalla gigante.
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