Este año se celebra el 50 aniversario del estreno de la tercera película de la saga de James Bond, "Goldfinger". La que es posiblemente una de las mejores, si no la mejor película protagonizada por este agente secreto al servicio de su majestad británica, fue dirigida por Guy Hamilton y protagonizada, como no por Sean Connery. Una serie de características hacen de ella, en mi opinión, la más representativa de las realizadas para más gloria del personaje creado por el escritor Ian Fleming.
En primer lugar la elección del director, en sustitución de Terence Young, que había dirigido las dos primeras películas de James Bond, es un soplo de aire fresco, construyendo sobre el personaje el entramado del icono que quedará en la retina del espectador a partir de entonces. Si a esto añadimos, unos magníficos actores, una trama entretenida y muy bien ensamblada, en la que el malvado de turno, pretende inutilizar la reserva de oro de Fort Knox y una espléndida e imperecedera banda sonora, liderada por la magnífica aportación de la cantante Shirley Bassey, tenemos un producto redondo, entretenido y muy bien ensamblado.
La aportación de Sean Connery, no solo es decisiva, sino que sin duda, el actor escoces personifica a la perfección y por los tiempos de los tiempos a un James Bond eterno. El papel de malvado, lo interpreta un rechoncho e irónico Gert Fröbe, generando un perfil diferente, quizás algo cómico, pero muy sorprendente y acertado. Además, su mayordomo, el actor Harold Sakata, fuerza bruta y maldad personificada, aporta físico a la mente planificadora del plan. Como no, el plantel femenino, representado por la bellísima Honor Blackman, en el papel de Pussy Galore, la elegantísima Tania Mallet y la joven Shirley Eaton, que quedará para siempre en nuestra retinas, como la joven asesinada, impregnada de pintura dorada en el hotel de Miami.
Es curioso, cómo los films de James Bond, nos acercan a la situación histórica del momento en el que se produce la película. En este caso, son varias las circunstancias que aparecen relacionadas con los años 60. Los malos, los esbirros de Gret Fröbe, son coreanos, o en todo caso chinos, potencialmente enemigos de occidente y la democracia. Por otro lado, aparece Miami, la nueva ciudad del lujo y del buen tiempo, surgida durante los 60, como el nuevo paraíso de la Jet set. Además el malo de la película, pretenderá aliarse con la Mafia, que todavía ocupaba una fuerte posición en la sociedad norteamericana. La importancia del oro, como valor guía de la economía mundial y el control sobre su distribución, junto al peligro de la amenaza nuclear, completan una serie de rasgos característicos de la situación mundial en aquellos años.