Michael Mann dirigió “El Dilema”
en 1999. Este director, no especialmente prolífico, que suele estrenar película
cada 4 o 5 años, está catalogado como uno de los clásicos modernos del mundo
cinematográfico. La preparación de sus películas, junto a su manera de
dirigirlas, hace que se le considere uno de los más solventes creadores de la
actualidad. Películas como “Hunter”, “El último mohicano”, “Heat” o “Colateral”
son ejemplos destacados de su buen hacer.
El argumento de esta película nos sumerge en el mundo de las tabacaleras americanas y la lucha contra el tabaco y su adicción en los Estados Unidos. Un ex directivo y químico de una de las mayores tabacaleras norteamericanas, ha descubierto que la industria del tabaco manipula ciertas sustancias para crear adicción en los fumadores. El productor televisivo del famoso programa “60 minutos” consigue una entrevista en la que acusa de estos hechos a las grandes multinacionales. Las consecuencias, al revelar la verdad a la opinión pública, hace que la situación afecte a la vida de los protagonistas. Realmente en esta película, se cuentan de manera bastante realista los secretos y manipulaciones de las tabacaleras, el cómo blindan los contratos de su personal con las cláusulas de no rebelación de secretos de la empresa. Habla de la libertad de prensa y de opinión, de la presión que pueden ejercer ciertos lobbies en los medios de comunicación y de la manipulación informativa del quienes ostentan el llamado cuarto poder.
El argumento de esta película nos sumerge en el mundo de las tabacaleras americanas y la lucha contra el tabaco y su adicción en los Estados Unidos. Un ex directivo y químico de una de las mayores tabacaleras norteamericanas, ha descubierto que la industria del tabaco manipula ciertas sustancias para crear adicción en los fumadores. El productor televisivo del famoso programa “60 minutos” consigue una entrevista en la que acusa de estos hechos a las grandes multinacionales. Las consecuencias, al revelar la verdad a la opinión pública, hace que la situación afecte a la vida de los protagonistas. Realmente en esta película, se cuentan de manera bastante realista los secretos y manipulaciones de las tabacaleras, el cómo blindan los contratos de su personal con las cláusulas de no rebelación de secretos de la empresa. Habla de la libertad de prensa y de opinión, de la presión que pueden ejercer ciertos lobbies en los medios de comunicación y de la manipulación informativa del quienes ostentan el llamado cuarto poder.
Un maravilloso y sólido Al Pacino interpreta el papel del
productor del programa de televisión. Un personaje que sabe presionar,
convencer a las personas para que hablen delante de una cámara sobre cosas que
interesan al telespectador. Un productor que siempre cumple su palabra y jamás
ha abandonado a sus entrevistados. Un profesional que domina el medio y tiene
control total sobre un programa que es el hit de la cadena… Y es aquí cuando se
plantea en la película dónde está la frontera entre el periodismo y la ética
del profesional, hasta dónde sirve la palabra dada frente al poder del dinero y
los fines de las grandes cadenas televisivas. Al Pacino borda el personaje,
goza de un guión plenamente sólido, que hace que el actor pueda disfrutar de
un papel que plantea en la película temas como la moralidad, la manipulación
periodística y las vinculaciones de los lobbies con los grandes medios de comunicación. El otro pilar de
la película es el personaje del ex empleado de la tabacalera interpretado por
Russell Crowe. Posiblemente en su mejor papel, interpreta a un cabeza de
familia, que despedido y presionado por la empresa decide contar al mundo la
verdad sobre la industria del tabaco. Esto hará tambalear su vida personal y le
colocará ante la opinión pública, planteando su vulnerabilidad frente a
manipulaciones, juegos de poder y batallas empresariales. Su caracterización e
interpretación es la más convincente de su carrera y la verdad es, que resulta
realista y llena de matices.
El resultado es una película muy bien realizada,
que disfruta de un grandísimo guión y un buen trabajo de los actores. Llamar la
atención en los actores secundarios, sobre todo en un espléndido Christopher Plumier,
que completa el equipo de trabajo, junto
con Al Pacino, del programa “60
minutos”. En definitiva estamos ante una película con mensaje, muy bien
interpretada y con un montaje soberbio que caracteriza a Michael Mann como uno
de los mejores directores del panorama actual.