Allá por 2013, Desperta Ferro publicó un número, el 17 correspondiente a su sección de Hª Antigua y Medieval, dedicado a la Segunda Guerra Púnica en Iberia y protagonizado por los años de guerra romano-cartaginesa en el territorio peninsular tras la partida de Aníbal hacia Italia. Es ahora, seis años después, cuando la editorial retoma este apasionante tema, para situar al lector en los años que van desde la llegada de Amílcar Barca a Cádiz, en el 237 a.C. hasta aquel punto en el que Aníbal dejaba atrás los Pirineos, tras tomar Sagunto en el año 218 a.C.
Casi veinte años completan un periodo de guerras, conquistas, acuerdos y tratados, en los que tres cartagineses, Amílcar Barca, su yerno Asdrúbal el Bello y Aníbal Barca, protagonizaron la presencia de Cartago en la península ibérica, implantando una posición de preeminencia, ante la que Roma no dejó nunca de mirar de reojo, hasta su intervención en la resolución del confuso y definitorio asunto de la toma de Sagunto. Como nos suele tener acostumbrados, el número comienza con un artículo introductorio, situando al lector en la invasión de Amílcar en el sur de la península y su estrategia para logar imponerse a los pueblos ibéricos del Guadalquivir y el Guadiana. En un segundo artículo se avanza la estrategia que acometió Asdrúbal, yerno de Amílcar, tras la muerte de éste, afianzando la presencia cartaginesa en base a movimientos más propios de estadista, gracias a nuevos tratados con los pueblos indígenas y, sobre todo, la fundación de Cartago Nova. En un tercer capítulo, se presenta la figura de Aníbal, hijo del primero y gran militar, quien profundizó más allá del Guadiana, abarcando sus conquistas hasta el Duero. Los tres, fueron elevados y apoyados en sus sueños por las tropas, en sus estrategias dirimidas con las tribus del sur peninsular y también con la aprobación de la urbe de Cartago y sus senado. Este afianzamiento provocará la atención de Roma.
Dos artículos más, desarrollan especialmente el asunto de Sagunto, incluyendo las razones, claras o no, del inicio de la guerra con Roma, en base a las circunstancias que rodearon al llamado Tratado del Iber y la posterior toma de la ciudad por parte de Aníbal. En este caso los articulistas que colaboran en la publicación, dan por hecho que el río sobre el que pivota el tratado es el río Ebro, algo que otros especialistas, en base a fuentes originales, discuten y los posicionan en el río Segura o incluso el Júcar. Si este asunto fue el disparadero del conflicto o no, es uno de los asuntos diplomáticos de la antigüedad más jugosos e interesantes al que aún le surgen algunos interrogantes. Para terminar, dos artículos más completan la publicación. Uno de ellos versa sobre el poder militar y panoplia de las tropas cartaginesas en la península, remarcando el componente variado y heterodoxo de las mismas, en base al intercambio de tropas con África y la participación de los aliados ibéricos entre sus huestes. Dejo para el final, el artículo dedicado a la numismática cartaginesa en el periodo de los tres líderes cartagineses, con la que se remarca de alguna manera sus fines buscados y los medios de los que se aprovecharán, gracias al poder de la imagen en sus monedas y el marcado lenguaje helenístico adoptado en ellas. Francamente jugoso número que tendrá continuación con el avance de Aníbal más allá de los Pirineos, camino de Italia.