En un ejercicio de ligero desconocimiento, se podría pensar en reducir el interés del público que acudió a la velada ofrecida el pasado martes por ballet de la öpera de Gotteborg en Baluarte de Pamplona, solamente a la curiosidad por el especial y sorprendente montaje que protagonizó su primera parte del espectáculo. Sin embargo, la conclusión que saqué al salir de la función fue de esas satisfacciones por haber disfrutado de un gran conjunto en el ámbito mundial de la danza contemporánea. La mezcla de técnica, trabajo corporal y vanguardismo en sus coreografías, no solo convenció a público y crítica, sino que además corrobora la presencia de este conjunto en la cúspide del ballet europeo.
Pero vayamos por partes, El espectáculo dividió sus dos partes en sendos montajes de la compañía. El primero, titulado "Skid" es famoso por la colocación en el conjunto del escenario de una rampa de 34 grados de inclinación sobre la cual los componentes del ballet realizan su actuación. Comprenderéis la complejidad de la función, en un ejercicio de destreza, fuerza física y conjunción rítmica. Las coderas, rodilleras y sobre todo, el especial calzado utilizado para evitar resbalar en la superficie inclinada, terminan por pasar desapercibidos en una composición en la que los miembros del ballet emprenden el complejo esfuerzo por mostrar al espectador un juego de formas y sombras tan novedoso como sugerente, especialmente por el efecto hipnótico de la propuesta.
Sin embargo, como decía al inicio, es en su segunda propuesta, titulada "Autodance" y ya sin el novedoso escenario de su primera parte, donde el conjunto muestra su calidad y alto rango de vanguardismo y valentía. Con un montaje realizado por la coreógrafa Sharon Eyal, el Ballet de Gotteborg desarrolló sobre las tablas un portentoso ejercicio de danza basada en las inmensas posibilidades físicas y gestuales de sus componentes. La pieza se muestra ente el espectador con una fuerte presencia asexuada, en la que hombres y mujeres en un ejercicio de androginia, plantean en el escenario, explosividad y estética aunada en y para sus cuerpos, como si de danzantes primitivos, casi míticos, se tratara. En conjunto, disfrutamos de una muestra de la gran capacidad del ballet y su propuesta de danza contemporánea de captar y atrapar al espectador, de la mano de poco más que unos focos y la moldeabilidad de sus cuerpos.