Allá por el año 2006, Sofía Coppola, suficientemente afianzada en la dirección y en el mundo cinematográfico, tras producciones tan interesantes como "Las vírgenes suicidas" y sobre todo Lost in traslation, películas que hicieron olvidar al publico y crítica que era hija de quien era, presentó una producción que llamó la atención por su visión contemporánea de una personaje histórico como María Antonieta, la mujer de Luis XVI de Francia.
María Antonieta, era una princesa austriaca que fué ofrecida en matrimonio concertado por su madre María Teresa de Austria al joven delfín de Francia, el futuro Luis XVI. La llegada a la corte francesa de Versalles, fue un cambio drástico en la vida de la joven adolescente. Tras dejar atrás a familia, amistades y confidentes, deberá hacerse un hueco en una corte tan extravagante, como a veces, esquiva. Su relación con su marido es ciertamente superflua y el protocolo francés, mucho más complejo y detallado que el austriaco, no deja de ser un engorro y medianamente aburrido para una joven adolescente. Sin embargo, la corte y su entorno terminarán fagocitando a María Antonieta en una vida solariega, en la que el juego, las fiestas y a veces el tedio, dominan el día a día de una placentera y anodina cotidianeidad. Las presiones para que la joven princesa y después reina de Francia, diera un heredero a la corona, así como el juego por formar parte del corrillo más cercano a su persona, toman partido en su vida. Por supuesto, en su entorno no podía faltar la ópera, el lujo y los amantes. Todo formaba parte de un microuniverso que sobrevivía en una Francia convulsa que se acercaba a la revolución, mientras la corte miraba más a la política extranjera, que a la supervivencia de su propio pueblo.
Sofía Coppola, intenta trascender del mundo que rodea a la princesa, a sus camareras, amistades y entorno más protocolario, para ahondar en la propia adolescente, en su personalidad y sobre todo, en la mirada soñadora, casi infantil, de una joven que cuando llegó a Francia apenas tenía 15 años. La directora acomete la trama entre la reconocida formación de la princesa y su deseo por agradar a su marido y a la corte que le rodea, junto a los juegos, el aprendizaje y el descubrimiento de la vida de una muchacha superada por el protocolo francés y sorprendida por el comportamiento de Luis, un marido que aunque resulta amable y solícito, tampoco esconde su pasión por la caza y cierta desmotivación por sus deberes conyugales. El desconcierto inicial de la joven María Antonieta, termina desembocando en una vida licenciosa, llena de fiestas, en las que aún respetando a un marido al que estima, no deja de alejarle de la realidad, dejándose llevar en el lujo de su posición. Coppola acierta de pleno en la presentación, de este choque brutal que sufre la joven austriaca. ¿Cómo no se iba a acostumbrar a este tipo de vida? ¿A qué joven no le gusta el lujo, las fiestas y los juegos amatorios? Aquí es donde la directora indaga con fuerza en la persona de María Antonieta.
Pero esta película ofrece mucho más. Su estética y ambientación es deslumbrante. Su vestuario mereció el Oscar de aquel año. Los peinados, las telas e incluso los zapatos, decoran los palacios y la vacuidad de la juventud que protagoniza la película a la perfección. Su fotografía se muestra llena de luz y color. Y por si fuera poco, Coppola se aventura a fusionar música de la época, con modernas melodías con las que ambientar los bailes y fiestas del entorno de la corte de Versalles. Detalle al que alguno criticó por su modernidad, pero que nos sitúa con cierta cercanía a la mentalidad y carácter de la juventud aristocrática encarnada en María Antonieta. Por cierto, una juventud, que alterna con la alegría y la felicidad de su libre albedrío, con el hartazgo y aburrimiento de tantas horas libres sin nada que hacer, y todo ello, Coppola lo muestra sin miramientos a la perfección. El capricho de la aristocracia bien posicionada se funde con la libre mentalidad de una adolescencia terriblemente consentida.
Kirsten Dunst clava con una interpretación memorable un papel hecho a medida. Desde luego, Dunst ha quedado marcada en su papel de María Antonieta en el imaginario cinematográfico. Le acompaña un anodino Jason Schwartzman, en el papel, del también anodino Luis XVI. En definitiva una película novedosa, bella en su presencia y joven en su espíritu, tan feliz en si misma como ciega en sus consecuencias. Pienso sinceramente que es una película que con el tiempo ha mejorado. Estéticamente es deslumbrante y en general, me ha gustado visionarla de nuevo. Sigue siendo un soplo de aire fresco, a pesar de sus más de diez años desde su estreno. Bravo por Coppola.
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