Carlos Ollo, escritor navarro, vuelve a publicar novela. Con ella continua su saga comenzada años atrás y protagonizada por Faustino Villatuerta, inspector de la Policía Nacional de Pamplona. Tras sus dos primeras entregas, Quién con fuego y A la luz del vino, este autor enamorado de la literatura en general y del género negro en particular, regresa con una nueva investigación del inspector, al que acompaña su hija Nerea, también policía, y otros compañeros de su comisaría. En este caso, la extraña aparición de un cadáver durante el vaciado del pantano de Eugui, implicará una investigación que los llevará a sondear hechos sucedidos a finales de los años sesenta y principios de los setenta, cuando se construyó el embalse, en las cercanías de la zona del paraje y reserva forestal de Quinto Real.
Villatuerta y sus compañeros tendrán que excavar en el pasado de un pueblo, Eugui, que experimentó en sus vidas la consecución de las obras del nuevo pantano, la llegada de obreros foráneos y el traslado de parte del pueblo por encima de la futura cota de las aguas embalsadas. En este viaje a finales de los sesenta, el autor nos traslada a años en los que resuenan ecos del contrabando con Francia y el valle, mientras asuntos como la tradición y la religión, dominan una sociedad todavía anclada en años oscuros para España, conforme el futuro se intenta abrir camino hacia la modernidad, la luz y la libertad. Carlos Ollo nos lleva de viaje, con absoluto dominio de la situación, entre la actualidad y aquellos años ahora no tan cercanos, involucrando al lector en un paralelo discurrir entre el posible origen de los hechos y la investigación instigada por la aparición del cadáver y sus consecuencias, en un pueblo que ha preferido olvidar y echar tierra sobre recuerdos y hechos pasados.
Por si fuera poco, esta trama de suspense, interesantísima por su viaje al pasado, nos ofrece al igual que sucedió en sus dos novelas anteriores, una visión de la vida personal de los protagonistas. Su foco se dirige especialmente hacia Faustino, el inspector de policía, y su relación con su madre, una mujer que comienza a sufrir las consecuencias de la edad, lo que hace plantearse al protagonista no pocas preguntas sobre la presencia en su entorno más cercano, de la vejez y sus consecuencias en la familia. El autor busca ahondar en el problema de las personas pertenecientes a la tercera edad que viven solas, las circunstancias de las enfermedades degenerativas, la realidad y complejidad de la dependencia y otras situaciones de las que muchos, de alguna manera, somos conocedores más o menos de primera mano. Esta trama secundaria, aporta un perfil humano y actual a la novela, proponiendo un dilema real y complejo a la vida policial del protagonista.
Si bien, tanto la hija de Faustino, Nerea, como otro de sus protagonistas, Javier Erro, quedan más en un segundo plano, su participación de la investigación junto a sus compañeros policías, nos plantea un interesante discurrir sobre la manera de trabajar y los medios utilizados por el equipo de investigación policial, en su afán por resolver el extraño y complejo caso que remueve sin remedio el pasado y presente de los habitantes del pueblo. En definitiva, me he encontrado, como me sucedió con sus dos libros precedentes, con una entretenida novela, en la que sus protagonistas se enfrentan a los secretos y rencillas de los protagonistas de sus pesquisas policiales. Su punto de partida funciona a la hora de atrapar al lector aficionado al género, y ofrece una solvente e inquietante historia. Me atrevo a añadir que Carlos Ollo ha recuperado en esta novela, uno de sus puntos fuertes en su narrativa como novelista. Me refiero a ese ejercicio de mirada al pasado que tan bien funcionó en su primera novela y que tanto eché de menos en la segunda entrega de la saga de los Villatuerta. Ante esta evidencia solo me queda recomendar su lectura y proponer al futuro lector dejarse llevar por una trama que de verdad atrapa.
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