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lunes, 8 de febrero de 2021

"Riña de gatos" - Eduardo Mendoza

1936. Un inglés, reconocido especialista en pintura española barroca, llega en tren a la estación de Atocha de Madrid, con el encargo de tasar una colección de cuadros de una notable y aristocrática familia cuya casa se encuentra en pleno Paseo de la Castellana. Son meses de disturbios y disparos, bajo la tensión de una república pendiente de levantamientos militares, presionada por los falangistas de José Antonio Primo de Rivera y las dificultades con las que Azaña debe defender un gobierno presionado por la derecha y la izquierda. Es un país que se aboca a una crisis, a una guerra. Eduardo Mendoza, de la mano del joven Anthony Whitelands, nos va descubriendo los personajes y protagonistas de la novela, en un escenario cuyos protagonistas se ven envueltos en mil y un juego de intereses, asesinatos, compra de armas, propaganda política y un proyecto de golpe de estado.
 
El autor nos presenta un auténtico crisol de personajes, ideologías y sentimientos, en un Madrid centrado entre la Plaza de Santa Ana, el Museo del Prado y la Castellana. En este triángulo, escenario de las mil y una aventuras del tasador inglés, se producen una serie de encuentros y desencuentros, en los que la realidad dramática de la política española, se funde con las miserias y tabernas de sus calles y con una aventura pictórica surgida alrededor del famoso pintor, D. Diego Velázquez. Conforme el protagonista profundiza en la vida de Madrid, el estilo sutil, pleno de humor y situaciones rocambolescas, planteado por Mendoza, se adueña de las páginas de la novela. El trasfondo dramático de una España a las puertas de la Guerra Civil se enmaraña y disuelve entrañablemente con algunos personajes caricaturescos, que muestran las bondades y maldades de los sucesos que implican a gente popular, militares, diplomáticos, políticos y aristócratas. Ese fondo de humor, caricaturesco, se entrecruza con los retazos históricos de quienes protagonizaron aquellos años de zozobra y esperanza. Personajes como Azaña, José Antonio Primo de Rivera, Francisco Franco, Ramiro Ledesma o Emilio Mola, intervienen en este enredo político, cuyo protagonista, en un juego de azar,  se ve conducido hacia la obra y la vida del pintor sevillano.
 
Porque, además de un reflejo, de un escaparate de aquella España de los años treinta, esta novela también propone un homenaje al pintor de la corte de Felipe IV, a su vida y obra. No por casualidad, Anthony Whitelands es un especialista en su pintura y un asiduo de las salas del Prado donde se exponen sus cuadros. Precisamente, de la deriva de la tasación que debe realizar y de su devenir por Madrid, Eduardo Mendoza nos muestra un análisis cariñoso, de algunas de las obras del insigne pintor y los tejes y manejes de sus viajes a Italia. Con esta excusa, la novela se viste de misterio y suspense, mientras el protagonista deambula en aquel Madrid de politiqueo, manifestaciones, discursos vacíos y, como no, mucho de picaresca. Lástima que la muerte y la sangre se muestre tan cercana y ostensible en las calles de la capital. Ese es el drama y la tragedia que sobrevuela esta novela, llena de desencuentros e imprevisibles giros argumentales, sazonados de humor y mucha ironía.
 
A nivel narrativo la novela funciona bien en términos generales, aunque, bien es verdad que quizás, si bien hasta la primera mitad del libro resulta ágil e infunde misterio e interés, conforme avanza pierde ritmo, por el afán del autor de explicar cada uno de los acontecimientos que se suceden, y su búsqueda por ligar y cuadrar las tramas y los hechos que se suceden en sus páginas. El interés provocado se mantiene de principio a fin, en ese cruce de personajes, intereses y sentimientos. Sin embargo, algunas explicaciones intercaladas en su páginas resultan algo forzadas, recortando el ritmo de lectura. 

En su conjunto termina cerrando el circulo con acierto, pero sacrificando un tanto la espontaneidad de su primera parte. Con todo, el conjunto de la novela retrata con efectividad la situación de un Madrid donde la presencia de la Falange y la posición de los militares contrarios a la Segunda República, preavisan el levantamiento militar de julio. En definitiva, estamos ante una novela que ofrece una visión fresca y aliñada con un toque de humor, de aquel terrible drama que se presagiaba en aquellos meses, acompañada de un juego de misterio y suspense, engalanado con el aditamento de la figura de Velázquez y su obra, todo ello reflejado, desde la mirada de un neutral inglés apasionado de la pintura. ¿Quién se puede negar a explorarla?
 


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