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martes, 3 de marzo de 2020

"Sed de mal"

De nuevo, un año más, la semana Pamplona Negra, organizada  entre el 13 y el 18 de enero alrededor de la literatura negra y suspense, propuso la proyección en el Palacio de Congresos y Auditorio Baluarte, de cuatro películas vinculadas a la semana, todas ellas en VOS. En este caso, el tema común entre ellas es la corrupción policial, y uno de los títulos que disfrutamos en pantalla grande, fue el clasicazo dirigido por Orson Welles en 1958, Sed de mal.
La trama se sitúa en Los Robles, ciudad fronteriza entre EEUU y México. Cuando un alto cargo de la policía mexicana y su recién desposada mujer estadounidense van a cruzar la frontera, un coche proveniente de México explota en al norte de la linea. El policía, llamado Vargas, que recientemente ha encarcelado a un miembro de una conocida mafia mexicana, decide implicarse en la investigación, sospechando que la bomba fue colocada en el lado sur de la frontera, lo que hace que choque frontalmente con un veterano y corrupto policía estadounidense, llamado capitán Quinlan. A partir de ese momento ambos detectives buscarán enredar al contrario en oscuras tramas de corrupción y engaño, mientras la familia mafiosa perseguida por Vargas, toma partido en contra del oficial, implicando a su encantadora y confiada esposa.
Nos encontramos con una sobresaliente película, no solo por la excelsa dirección de Orson Welles, sino también debido al elenco protagonista. Por un lado, la marca cinematográfica de Wells firma de principio a fin, el guión, la cinematografía e incluso al localización del film. La idea, toda suya, de situarlo en la frontera con México, no solo aporta oscuridad y sensación de peligro continuo e inseguridad a lo largo de todo la película, además de mostrar un conjunto de personajes tan diversos en nacionalidad, idioma y en su manera de ver la ley y la aplicación de la justicia. Pero lo que llama más la atención es la manera tan característica y personal de filmar del gran Orson Welles. No solo llamo la atención en el espléndido plano secuencia inicial de la película, uno de los más famosos de la historia del cine. Además, podemos disfrutar de su calidad en el uso de la cámara, en esas escenas en las que los actores se acercan corriendo ante el objetivo haciendo partícipe al espectador de la acción, o en la utilización de las grúas para rodar escenas largas, aportando profundidad a la escena, o los primeros planos de los peculiares rostros de los actores, e incluso en esos contrapicados con los que el director eleva a un universo de gigantes a sus protagonistas. Es magnífica la última escena, en la que Vargas persigue con la grabadora a Quinlan y su advenedizo, en su afán por lograr una declaración auto inculpándose. Su uso de la cámara es grandioso y absolutamente característico, aportando una fotografía de claros y oscuros tan definitoria y, en mi opinión, espectacular.
Respecto a los actores, comentar que fue el propio Charlton Heston quien provocó que la película la dirigiera Welles, al comentar a los productores su interés por rodar con el director. Heston borda el papel de Vargas con soltura y pleno dominio, en uno de sus grandes papeles. Le acompaña una adorable y bellísima Janet Leight, en el papel de su confiada pero valiente esposa. Y sin duda la presencia de un gigante como Welles en el papel del corrupto policía norteamericano, cierra un triángulo perfecto. Pero es que además les acompañan insignes secundarios, como Marlene Dietrich, Joseph Calleia o Akim Tamiroff, todos en papeles, si no  principales, sí característicos e imprescindibles en el juego de la trama de la película.
Una trama compleja, por la visión del director a la hora de mostrar al espectador el juego oscuro de la corrupción, el poder, el deseado imperio de la ley, el racismo, la segregación y el odio entre norteamericanos y mexicanos, el mundo de la droga y la delincuencia, la degradación y la suciedad de ese universo fronterizo... Un compendio de situaciones, todas unidas bajo el guión de Welles, que sirven para guiar y complicar una trama alrededor del mundo de la corrupción policial y la lucha del bien contra el mal, donde la delincuencia campa casi a sus anchas. Una película donde la intriga policiaca se convierte en un maravilloso ejemplo de estilo cinematográfico, firmado por un gran Orson Wells. Clasicazo. Sin duda, una de mis películas favoritas de la historia del cine. 

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