"La historia es mi musa. Reescribir la historia bajo mis propios requisitos es mi trabajo como novelista. Yo distorsiono, reviso, reimagino y saqueo la historia, y la vuelvo a recomponer como una pintura a gran escala. Creo el secreta infraestructura humana que subyace a los grandes acontecimientos públicos. Mezclo lo fáctico con lo ficticio y los transformo en un continuo coherente y por tanto comprensible y psicológicamente completo"
Con estas palabras comienza el epílogo que James Ellroy firma en la edición de "La Dalia Negra" que aquí reseño. Con sus palabras, el autor muestra dos pistas importantes respecto al porqué de su novela. Por un lado la relación sentida entre el asesinato de aquella joven a la que apodaron en la prensa de los años cuarenta como la Dalia Negra y el asesinato de su propia madre, que al igual que el caso anterior, nunca fue esclarecido. Por otro lado, el autor refleja su intención a la hora de afrontar la creación y desarrollo de la novela, en la que, en base al descubrimiento del cadáver torturado de la joven, se permite reconstruir a su manera el caso, revestido de sus personajes, circunstancias y los detalles del momento histórico por él planteado en sus páginas.
La trama gira alrededor de dos policías, el boxeo, una joven asesinada y un par de mujeres fatales, además de un robo a un banco, todo ello aliñado con los aditamentos propios de la sociedad norteamericana de Los Ángeles de la postguerra. Bucky Bleicher protagoniza una historia compartida con su compañero y contrincante en el ring, Lee Blanchard, en la que ambos se encargan de la investigación del asesinato de una joven aparecida en un terreno a las afueras de la capital californiana. A partir de esta premisa, James Ellroy plantea al lector un juego pugilístico en el que el engaño, la estrategia, las caídas, los amagos y, sobre todo, la resistencia, muestran los entresijos y rincones oscuros, no solo de la investigación, sino también de la vida personal de sus protagonistas y sus secretos más oscuros. Este planteamiento en el que la investigación se entremezcla con triángulos amorosos y aventuras sexuales, transcurre en el escenario de la capital del cine, donde las jóvenes sueñan con convertirse en estrellas en una tierra prometida para supuestos inversores y emprendedores. Pero también encontramos un territorio abonado para el asentamiento de la corrupción y no libre de barrios oscuros y profundas cloacas generadas por dicha sociedad.
Ellroy construye sus personajes con seguridad y dureza. Sus valores y sentimientos les hacen vacilar en su decisión por tomar el buen camino o estrellarse en un sinfín de problemas personales y complejas situaciones, en las que promesas de triunfar juegan con sus acciones en la vida y en su trabajo. Sus vaivenes entre ambos mundos les provoca profundos altibajos, en los que la esperanza del sendero recto se enfrenta a la búsqueda del dinero fácil y sus devaneos con el alcohol y las drogas. Sin embargo, para uno de los investigadores, la investigación de la muerte de la Dalia Negra, se convertirá en un tortuoso viaje a los infiernos, en el que tendrá que plantearse sacrificar amistades, amor o incluso su propia profesión. Esta carrera por resolver semejante crimen toma mil y un caminos en los que las tramas secundarias se entrecruzan con gran solvencia en un universo lleno de callejones, garitos y golpes de boxeo, de los que el protagonista deberá recuperarse y en algunos momentos escapar, para luego retomar su meta a pesar de los caídos por el camino.
James Ellroy construyó una gran novela. El control sobre las tramas y la relación de los personajes, tanto secundarios como principales, están magníficamente ensambladas, logrando que el lector nunca pierda el hilo de la investigación, estrechamente ligada a lo más íntimo y sentido de sus protagonistas. Nos encontramos con un universo donde no caben medias tintas pero donde tampoco queda claro donde encontrar la luz, la esperanza. Lo sórdido, lo secreto campan en una sociedad en la que el asesinato de la joven y su paso por la vida, cobran protagonismo llevándose por delante a toda persona con quien se ha relacionado. Da la sensación de que Ellroy nos quiere decir que nada es gratuito en esta vida y que aunque parezca que nada tiene sentido, todo tiene una razón, por oscura y recóndita que parezca.
Con estas palabras comienza el epílogo que James Ellroy firma en la edición de "La Dalia Negra" que aquí reseño. Con sus palabras, el autor muestra dos pistas importantes respecto al porqué de su novela. Por un lado la relación sentida entre el asesinato de aquella joven a la que apodaron en la prensa de los años cuarenta como la Dalia Negra y el asesinato de su propia madre, que al igual que el caso anterior, nunca fue esclarecido. Por otro lado, el autor refleja su intención a la hora de afrontar la creación y desarrollo de la novela, en la que, en base al descubrimiento del cadáver torturado de la joven, se permite reconstruir a su manera el caso, revestido de sus personajes, circunstancias y los detalles del momento histórico por él planteado en sus páginas.
La trama gira alrededor de dos policías, el boxeo, una joven asesinada y un par de mujeres fatales, además de un robo a un banco, todo ello aliñado con los aditamentos propios de la sociedad norteamericana de Los Ángeles de la postguerra. Bucky Bleicher protagoniza una historia compartida con su compañero y contrincante en el ring, Lee Blanchard, en la que ambos se encargan de la investigación del asesinato de una joven aparecida en un terreno a las afueras de la capital californiana. A partir de esta premisa, James Ellroy plantea al lector un juego pugilístico en el que el engaño, la estrategia, las caídas, los amagos y, sobre todo, la resistencia, muestran los entresijos y rincones oscuros, no solo de la investigación, sino también de la vida personal de sus protagonistas y sus secretos más oscuros. Este planteamiento en el que la investigación se entremezcla con triángulos amorosos y aventuras sexuales, transcurre en el escenario de la capital del cine, donde las jóvenes sueñan con convertirse en estrellas en una tierra prometida para supuestos inversores y emprendedores. Pero también encontramos un territorio abonado para el asentamiento de la corrupción y no libre de barrios oscuros y profundas cloacas generadas por dicha sociedad.
Ellroy construye sus personajes con seguridad y dureza. Sus valores y sentimientos les hacen vacilar en su decisión por tomar el buen camino o estrellarse en un sinfín de problemas personales y complejas situaciones, en las que promesas de triunfar juegan con sus acciones en la vida y en su trabajo. Sus vaivenes entre ambos mundos les provoca profundos altibajos, en los que la esperanza del sendero recto se enfrenta a la búsqueda del dinero fácil y sus devaneos con el alcohol y las drogas. Sin embargo, para uno de los investigadores, la investigación de la muerte de la Dalia Negra, se convertirá en un tortuoso viaje a los infiernos, en el que tendrá que plantearse sacrificar amistades, amor o incluso su propia profesión. Esta carrera por resolver semejante crimen toma mil y un caminos en los que las tramas secundarias se entrecruzan con gran solvencia en un universo lleno de callejones, garitos y golpes de boxeo, de los que el protagonista deberá recuperarse y en algunos momentos escapar, para luego retomar su meta a pesar de los caídos por el camino.
James Ellroy construyó una gran novela. El control sobre las tramas y la relación de los personajes, tanto secundarios como principales, están magníficamente ensambladas, logrando que el lector nunca pierda el hilo de la investigación, estrechamente ligada a lo más íntimo y sentido de sus protagonistas. Nos encontramos con un universo donde no caben medias tintas pero donde tampoco queda claro donde encontrar la luz, la esperanza. Lo sórdido, lo secreto campan en una sociedad en la que el asesinato de la joven y su paso por la vida, cobran protagonismo llevándose por delante a toda persona con quien se ha relacionado. Da la sensación de que Ellroy nos quiere decir que nada es gratuito en esta vida y que aunque parezca que nada tiene sentido, todo tiene una razón, por oscura y recóndita que parezca.
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