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lunes, 2 de marzo de 2020

"El poder Europeo en el Mundo. 1450 - 1750" - David Ringrose

Entre los años 1450 y 1750 alrededor de cuatro millones de europeos participaron en alguno de los proyectos de ultramar que España, Portugal, Inglaterra u Holanda patrocinaron de la mano de sus gobiernos o socios comerciales. En base a esto, David Ringrose ha detallado en este jugoso ensayo, su visión de cómo se desarrolló la compleja y sustancialmente mercantil expansión europea por América, África, India o China. Muchos factores alentaron los viajes que un buen puñado de hombres realizaron allende los mares. Dichas empresas motivaron inicialmente un voluminoso riesgo de capital, que fue acompañado del afán de aventura de hombres en busca de mejor porvenir, tierras, libertad, carrera y nuevos puestos en tierras lejanas.
 
A lo largo de trescientas páginas el historiador norteamericano afronta de manera casi cronológica dicha expansión, diferenciando intereses, motivos, métodos y estructuras comerciales y sociales, dependiendo el continente de que se trate. En América, la llegada de los castellanos/españoles llevó consigo cultura y tradiciones, más las enfermedades que provocaron un efecto devastador. Con todo, los beneficios reportados fueron inmensos y la plata americana encontrada durante el siglo XVI modeló y ordeno la economía mundial durante más de un siglo. Según Ringrose, la aventura americana se puede definir en base a estos relatos: La América de México y Perú; Brasil y las islas caribeñas, con su aportación al comercio del azúcar, el tabaco, el café y el cacao; y Norte América y el enorme tráfico de trigo y harina encaminado hacia el Caribe y Brasil. A esto cabe añadir el próspero e inmenso comercio de esclavos de África que fueron destinados a las minas y plantaciones americanas. 

Asia y África funcionaron como modelos diferentes al anterior. Portugueses, españoles y, después ingleses y holandeses, contribuyeron con una presencia europea continua pero compleja y precaria. El comercio y la diplomacia, sumaron más que la conquista iniciada por los portugueses en los primeros años, y realmente no se dio en Asia un efectivo impacto europeo hasta el colonialismo del siglo XIX. La empresa en este continente, durante los siglos que desarrolla este ensayo, estuvo limitada por la compleja logística, la enfermedades tropicales y la presencia de sociedades altamente organizadas como la china, la india y la japonesa, más allá de la influencia musulmana en la zona. Tres fases dividen cronológicamente la intervención europea en Asia, liderada correlativamente por Portugal, España y Holanda e Inglaterra conjuntamente. Es altamente interesante la importancia que subraya el autor al respecto de los que considera son los hilos conductores principales de la irrupción y consolidación de los europeos. La existencia de matrimonios mixtos y el mestizaje derivada de la presencia de hombres solteros que esperaban permanecer años tan lejos de su tierra natal. Este hecho fortaleció las conexiones comerciales y la identificación particular y propia de las colonias con las naciones nativas. Estos matrimonios y sus resultado chocan frontalmente con la idea de la identidad y la relación con los nativos que se dará en el siglo XIX, en base al racismo y la desigualdad étnica. La presencia de las minas de plata de México y Perú principalmente, permitió el comercio conectado a nivel mundial, modificando las estructuras de poder en Europa, haciendo primordial relevancia de la plata como base del comercio internacional. 

Las rutas marítimas que se abrieron a partir del siglo XVI modificaron en gran parte y facilitaron el movimiento de la plata y el comercio de especias, porcelanas, sedas, uniendo comercialmente China, con Manila, México y Europa. Con todo, la conclusión de David Ringrose es que mientras la presencia europea tuvo gran relevancia en América, debido en gran parte a la estructura política, social y comercia de los reinos de España y Portugal, en Asia, Europa tuvo poco impacto en los términos sociales y políticos. Además subraya las diferencias abismales entre la expansión europea entre 1450 y 1750 en comparación con el marcado colonialismo decimonónico, con su compleja separación de clases y los problemas interraciales, asuntos que no surgieron en exceso en los tres siglos anteriores. Sus explicaciones, el desarrollo de la historia del comercio en ese mundo expandido por aquellos navegantes y su análisis de las consecuencias de aquellos intercambios entre diversos pueblos, europeos y nativos, nos ofrecen un rica y fascinante visión de aquellos años que protagonizan este muy recomendable ensayo.

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