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martes, 24 de marzo de 2020

"El buscavidas"

Dirigida en 1961 por Robert Rossen e interpretada por Paul Newman, Piper Laurie, Jackie Gleason y George C. Scott, este clasicazo goza del guion del propio director, acompañado de Sidney Carroll. Es sin duda una de las grandes películas, tanto del director como del actor, y ganó dos Oscars a la mejor fotografía en blanco y negro, y a la mejor ambientación en blanco y negro, además de ser candidata a siete premios más, incluyendo dirección, guión adaptado y a sus cuatro intérpretes principales que he nombrado al inicio. Desde luego nos encontramos ante uno de los grandes clásicos de la historia del cine, tanto por su dirección, sus magníficas interpretaciones, un guion muy equilibrado y, por supuesto, su esmerada producción.
Paul Newman interpreta al jugador de billar Eddie Felson. Junto a su agente, viaja por el país buscando partidas en las que apostar y llevarse una buena tajada gracias a que es un gran jugador de la disciplina. En una de sus paradas en la carretera se enfrenta al jugador llamado Gordo de Minnesota, al que reta a una partida que dura horas. Tras tenerlo contra las cuerdas, la peligrosa mezcla de juventud, pasión desmedida, egocentrismo y el consumo de alcohol, hacen que salga derrotado frente al paciente, elegante y veterano jugador interpretado por Jackie Gleason. Tras esta situación, Eddie conoce a una solitaria mujer con la que compartirá piso, y gracias a la cual se recuperará de la derrota y de un mal encuentro con unos jugadores de billar de los bajos fondos con mal perder. De la mano del socio del Gordo, personaje interpretado por Scott, un reconocido patrocinador de jugadores, Eddie pretende recuperar su situación y vencer al de Minnesotta. Lo que sucede es que, ante la ambición desenfrenada y los pocos escrúpulos de su nuevo padrino, unido a su propia ansia de venganza, debe pagar un terrible precio y sacrificar lo único bueno que tiene a su lado.

Hay infinidad de factores que hacen de esta película una de mis favoritas de la historia del cine. El hecho de que se desarrolle alrededor del universo del billar no es baladí. De chaval jugaba en un local con mis amigos y no lo hacía del todo mal. La ambientación de estos locales, el humo de los cigarrillos, el sonido de las bolas de billar al chocar y la presencia de jugadores alrededor de las mesas, muestran un exclusivo y maravilloso dominio de la producción y la fotografía de la película por parte de sus creadores, siendo uno de sus puntos fuertes. El guión, aparentemente sencillo por su relación con el juego en sí, muestra un profundo trabajo alrededor de las debilidades más mundanas del ser humano. El alcohol, la soledad, la ambición, el amor y el sexo, además del repudio que refleja en sus lineas por los sentimientos más a flor de piel, se conjugan alrededor del billar y del deseo de ser el mejor y ser alguien en el mundillo subterráneo de las salas de juego y los bares que forman parte de las peligrosas junglas en las que en ocasiones se convierten las ciudades.
Pero lo que sin duda sitúa a un gran nivel la película es la participación del plantel actoral. Paul Newman realiza, en mi opinión, una de las mejores interpretaciones de su carrera. Su personaje es impulsivo, aprovechado, chulesco y pendenciero. Su caída en la primera partida con el Gordo es definitiva y no duda en aprovecharse de la delicadeza y debilidad de la joven que conoce, para recuperar su estima y lograr su venganza personal. La forma de moverse entre las mesas de billar, sus golpes secos y seguros con el taco, terminan de redondear una interpretación nada sencilla, seca y dura, del portentoso actor. Le acompaña una delicada Piper Laurie en el papel de una alcohólica solitaria y coja. Un personaje que busca su felicidad en su entorno, pero tan endeble en su personalidad, que parece que todos pretenden sacar tajada y aprovecharse de su presencia. Es sin duda el papel más dramático de la película. George C. Scott muestra al espectador al depredador por antonomasia, sin escrúpulos, al que el dinero y ganar en el juego se presentan como único fin en su vida, caiga quien caiga, por supuesto. Y para terminar el elegante y grandioso Jackie Gleason, encarnando al personaje más agradecido en su posición de jugador elegante, pulcro, ordenado y paciente. Como dice Newman en un momento de su primer duelo, el Gordo de Minnesota se mueve entre las mesas como un bailarín, ligero y seguro de sí mismo, como si no pesara. Y esto, lo ejecuta Gleason a las mil maravillas.
En definitiva estamos ante un referente del cine clásico en una época en la que el color empezaba a apartar al blanco y negro de las grandes pantallas. Y sin embargo, ésta y otras películas, las últimas de una época dominada por el género monocromático, demuestran que el cine ya no sería lo mismo sin esos claro oscuros y grises que encumbran una ambientación en interiores tan significativa y fotográfica de una época sin igual. "El buscavidas" no solo es un film que habla del universo del billar. Es un film profundamente humano, en su crueldad y esperanza. En él se muestra al espectador lo mejor y lo peor de las personas en su deambular en el drama del día a día, en el escenario de la jungla urbana en la que orbitan personajes solitarios, pendencieros y especialmente necesitados de humanidad y sentimientos. Las oportunidades se alejan tal como llegan y la crueldad de ese mundo no perdona...



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