Años setenta del siglo XIX. La Habana, Cuba. Dos hombres, después de una copiosa cena en un restaurante de la ciudad, coinciden en su terraza y comienzan una animada y muy interesante conversación. Con la excusa de fumar un buen puro habano, ambos protagonistas de esta novela, se enfrascan en un largo y concentrado diálogo, en el que van surgiendo temas y hechos que nos sitúan en la Cuba española de la segunda mitad del siglo XIX. Desde las plantaciones de caña de azúcar y tabaco, pasando por la elaboración de los puros y el ron, hasta la situación perentoria de la esclavitud y sus tiempos de mayor plenitud en la isla, o la realidad de los emigrantes españoles venidos a más y su relación con los criollos y otros habitantes de Cuba, serán asuntos objeto del intercambio de experiencias y anécdotas entre ambos hombres. Uno, naviero y azucarero, el otro tabaquero y reconocido hombre de negocios, ambos ejemplos dispares de la presencia española en aquellos años de prosperidad y del goloso comercio en tierras de ultramar.
Alfonso Mateo-Sagasta nos ofrece en esta corta pero profunda novela, un paisaje de la colonia española, plagado de información de la época. Revestido de un potente acento literario, el autor plasma de manera deliciosa y en algunos momentos cruda, algunos pasajes de la vida en las plantaciones, haciendas e ingenios gestionado por españoles emigrados, quienes hicieron dinero y negocio en la isla. Se reconoce el estudio pormenorizado realizado sobre la época, el lenguaje, los usos y costumbres. Pero además, tiene el acierto de construir dos personajes robustos y bien definidos, no tanto por lo que representan físicamente, sino por la definición que de ellos podemos encontrar gracias a lo que cuentan y cómo lo cuentan. Gracias a ello, poco a poco, conoceremos sus vicios y virtudes, sus amores, sus deseos y, no poco de un pasado que va defiendo conforme avanzamos la lectura, sus personalidades y orígenes.
A lo largo de sus páginas gozamos del amor del autor por el puro habano y todo el universo que lo rodea, desde su cultivo, elaboración y, como no, su manera y forma de fumarlo para disfrutarlo. Pero tan pocas páginas dan para mucho más. Los ingenios de las plantaciones de caña de azúcar, el duro trabajo en sus haciendas como en las tierras de cultivo de tabaco, venían acompañados del comercio de esclavos. Mateo-Sagasta nos adentra en el oscuro y cruel mundo del tráfico de los hombres y mujeres de África que llegaron a Cuba y, por ende, a las desventuras en el proceso de venta, compra y explotación de sus vidas. Todo esto y mucho más, podemos encontrar en una novela que no solo nos ambientará en aquella Cuba del XIX, sino que además, nos llevará de camino hacia un misterio, una trama, tan bien vestida y ensamblada de sabor a ron y olor a tabaco que, sin darnos cuenta, nos veremos embaucados en una sentida historia de sentimiento que el autor nos quiere referir en sus páginas. En definitiva, nos encontramos con una deliciosa novela, literariamente notable y capaz de llenar y embelesar los sentidos del lector hasta embriagarlo con su lectura. Magnífica novela, sí señor.
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