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jueves, 3 de octubre de 2019

"Ad Astra"

James Gray es uno de mis directores de cabecera. Sus películas, como Cuestión de sangre, La otra casa del crimen, la magnífica La noche es nuestra, Two loversZ. La ciudad perdida, solo son un ejemplo de su estilo depurado, elegante y muy personal. Recientemente acaba de estrenar su último film protagonizado por Brad Pitt, en el que se adentra en una solitaria carrera espacial con la misión por salvar al mundo. 
Pero como no podía ser de otra manera y tal como sucedió en su anterior película Z, Gray no aprovecha la trama para solo mostrar al público una mera cinta de aventuras o viajes, sino que, como suele ser habitual en él, ahonda en los sentimientos y experiencias de vida que rodean al protagonista, una figura masculina que se repite en todas sus películas y mediante la que se sumerge en elementos paternofiliales y vitales muy frecuentes en sus personajes. En este caso, Roy McBride es un excelente astronauta que, ante situaciones de peligro o de gran tensión, siempre mantiene la calma y afrontándolos con auténtica efectividad y tranquilidad. Es por ello, y por su afiliación familiar con cierto sujeto, por lo que el ejército, institución que administra los viajes al espacio en el futuro en el que se ambienta la peli, decide enviarle a Neptuno con la misión de investigar el porqué de la llegada de unas enormes ondas electromagnéticas  a la Tierra desde una base con la que se perdió hace años todo contacto y que lideró su padre, hecho que está poniendo a nuestro planeta en un serio problema de supervivencia.
La película es un claro ejemplo del estilo narrativo de Gray. El trasfondo paterno filial es importantísimo. Roy daba por muerto a su padre y la orden de bloquear las ondas que llegan a la Tierra, lleva implícito un enfrentamiento con el hombre que es considerado como el mejor astronauta de la historia. A su vez resulta ser una figura un tanto lejana para el hijo que siempre aspiró emularle, a pesar de la distancia tanto sentimental como física entre ambos. Los momentos de soledad en el viaje interestelar, así como los pensamientos del protagonista, giran una y otra vez alrededor de esta compleja relación. De ahí el concepto paralelo de viaje físico y vital a lo largo del personaje de Pitt en su travesía hacia Neptuno. 
Por, lo demás, el ritmo y metraje, a pesar de ser algo lento, en mi opinión funciona bien gracias no solo a la espiritualidad que destila el film, sino también a las magníficas y espectaculares escenas en el espacio exterior, acompañadas de una bso compuesta por Max Richter, no especialmente apabullante pero muy efectiva. Además algunos componentes y preguntas universales salpican el metraje, como por ejemplo, la existencia o no de vida extraterrestre y la verdadera dimensión o necesidad humana de descubrirlo, en detrimento de las relaciones más cercanas y mundanas. O también los interrogantes alrededor de la existencia de Dios y la espiritualidad de algunos de los viajeros espaciales, algo que me sorprendió e interesó viendo la película. Algunas escenas de acción se alternan en el film. Me llamó la atención una especialmente, desarrollada en la Luna y que me recuerda mucho a aquella impresionante persecución nocturna en coches de La noche es nuestra. Otro homenaje que intuyo en le film es la búsqueda del objetivo del protagonista y parte del recorrido con la tripulación de la nave espacial e incluso la voz en off del protagonista, retrotrayéndome tantísimo a algunos elementos de Apocalipsis Now de Coppola.
En definitiva nos encontramos ante una notable película, que si bien aporta pocas novedades al género y quizás, para algunos espectadores resulte en exceso lenta y demasiado sesuda, aporta una interesante visión personal y de estilo, que Gray maneja con gran comodidad y dominio. Como siempre su propuesta es elegante, plena en calidad técnica y solvencia en las interpretaciones, y para los que le seguimos su carrera, no ha resultado ninguna decepción disfrutar de su película, sino todo lo contrario. 









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