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jueves, 23 de septiembre de 2021

"Winchester 73"

 
En 1950, Anthony Mann daba un giro que en gran parte marcaría su exitosa carrera como director de cine. Por un lado, en aquel año dirigió nada menos que sus tres primeros westerns, género por el que, entre otras cosas, cincelaría su nombre en la historia del cine de Hollywood. Me refiero a Las furias, La puerta del diablo y Winchester 73. Por otro lado, con esta misma película que hoy reseño, comenzó su dilatada colaboración con el actor James Stewart.
Dos jinetes llegan a Dodge City. Uno de ellos, Lin MacAdam, interpretado por Stewart, busca a un hombre del que vengarse por una muerte sucedida años atrás. Lo encuentra, pero la ciudad bajo el cuidado del sheriff Wyatt Earp y sus hermanos está de fiesta y le recogen las armas nada más entrar en la ciudad. Uno de los acontecimientos de esta fiesta, es el concurso de tiro cuyo premio es un ejemplar de un Winchester 73 perfecto, de los que salen pocos del proceso de fabricación de la afamada arma. Este rifle de repetición será el nexo de unión de todos los acontecimientos que se sucedan en la película. En torno a él se producirán tiroteos con forajidos, persecuciones a caballo, robos a bancos, traficantes de armas, un enfrentamiento de la caballería con nativos americanos envalentonados por la reciente derrota de George Custer en Little Big Horn, e incluso, como no podía ser menos, un romance protagonizado por el protagonista y una joven decepcionada por su novio pistolero.
Anthony Mann toca todos los posibles casos argumentales que engloban un  buen western, y lo hace utilizando el rifle Winchester como hilo conductor. Es una maravilla disfrutar del viaje de este arma que pasa de mano en mano conforme se suceden los hechos y las casualidades. Todos los que tiene la suerte de poseerlo se enorgullecen de ello. Pero también todos ellos, pasan por alguna circunstancia violenta que les hace perderlo, hasta que el arma cierra el círculo que comenzó al inicio de la película. Mientras, nuestro protagonista y sus compañero, interpretado por Millard Mitchell, recorren el territorio en la búsqueda de venganza del personaje de Stewart. A lo largo de los westerns de Mann, este argumento, de protagonista que busca venganza, acompañará a sus protagonistas, convirtiéndoles, en cierta manera, en unos hombres violentos que viven con la pesada carga de un pasado atormentado y pendiente del cumplimiento de sus objetivo. Eso da entidad de carácter a sus personajes, aportando a sus películas, ambientadas en el salvaje y duro oeste de los EEUU, un trasfondo más personal. Este es uno de los parámetros que más me gustan de sus películas, más allá de su colaboración con un gran James Stewart.
Un gran western clásico que no hay que perderse y que rezuma clasicismo gracias a ese maravilloso blanco y negro, protagonista de su filmación. Su brillo, encuadres y luminosidad llaman especialmente la atención. A partir de su siguiente western, Horizontes Lejanos, ya en 1952, el color dominaría sus westerns, ofreciendo al espectador, aún más y en toda su amplitud, su dominio total de la cámara de cine. 




2 comentarios:

  1. Interesante película, en el que el objeto de deseo - codicia más bien - es un rifle de repetición. Gracias por la reseña. Saludos.

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