Tres años después de la publicación de su novela El cuarto disparo, Javier Lacomba reaparece en el escenario editorial con un nuevo trabajo, aún más ambicioso y enclavado de nuevo en el género del thriller y el suspense. En esta ocasión sus páginas nos trasladan a un futuro muy cercano, al año 2022. Su trama se desarrolla a caballo entre San Sebastián y Valencia, ciudades que el autor conoce muy bien y que aparecen descritas con gran detalle. Protagoniza la novela Laura Olmos, psicóloga que trabaja en asuntos de mediación y grupos de trabajo en ámbitos tan complejos como el carcelario. Laura es la protagonista omnipresente de la novela. Javier Lacomba realiza una sobresaliente disección de su personaje, con todas sus fortalezas y debilidades. Laura se enfrenta a una serie de hechos accidentados que afectan a su entorno más cercano. En un afán por no caer ante el abismo que se le presenta, y fiel a su personalidad luchadora, emprende una personal y peligrosa investigación para esclarecer lo que empezó con un simple y aparentemente accidentado incendio en casa de su madre.
Javier Lacomba presenta al lector un trabajado y peligroso entramado mediante el que enmaraña la vida de Laura como si se tratara de una oscura y peligrosa tela de araña. En todo caso, esta situación se complica conforme su vida personal y sentimental se ven arrastradas a cruzarse con una serie de personajes relacionados con su dedicación profesional, en un universo tan complejo como la psicología y la mediación que profesa, en el que se entremezcla la amistad, casos presuntamente resueltos, sentimientos encontrados y no pocos recuerdos del pasado. Una serie de personajes comparten con ella los encuentros y desencuentros que se le acontecen en la consecución de las investigaciones que le lleva a atar un montón de cabos sueltos aparentemente sin conexión. Y digo aparentemente, porque conforme avanza la novela, Javier Lacomba va desmadejando, de la mano de su protagonista, una trama tan retorcida y, en algunos momentos, tan compleja, que terminará por absorber la atención y la curiosidad del lector.
En la novela hay mucho de introspección en el pensamiento y alma de la protagonista. El autor desgrana prácticamente todo lo que se le pasa por la cabeza a Laura. Sus dudas, sus miedos, sus sentimientos y la cavilación sobre las decisiones a tomar, son detalladas casi al milímetro, abarcando buena parte del libro. Quizás esta característica pueda romper un tanto el ritmo de la novela, pero bien es verdad que con ello se consigue profundizar en el personaje principal y conocer el porqué de su personalidad y sus decisiones. Los capítulos que completan la novela son de extensión más bien corta, intercalando diferentes situaciones, personajes y lugares por los que navega el lector a lo largo de las páginas. Tras su lectura siento que la novela peca un tanto de exceso de andamiaje, especialmente en todo lo que se refiere al personaje principal. Además, creo que algunas situaciones en las que se explican determinados hechos, resultan un pelín forzadas y lastran un tanto la narración de el caso.
Sin embargo, la ambición con la que el autor ha trabajado la novela, la concienzuda labor de documentación, así como el detalle con el que se desgranan los pormenores de la investigación, además del acertado cruce de tramas y personajes, justifica sobradamente el fondo de información y la manera de enlazar a todos ellos en el entramado de la novela. Javier realiza un importante esfuerzo por presentar al lector los vericuetos de los juzgados, los complejos y oscuros sótanos en los que se mueven los esquivos internautas que delinquen en las redes y se aprovechan de sus indefensos y débiles objetivos, o el universo de la mediación y la ardua tarea de unir objetivos donde solo hay diferencias y resquemor. Si además, todo esto lo enmarca en el escenario de un País Vasco donde los ecos de ETA todavía se hacen visibles, especialmente en cuanto a lo que concierne a los empresarios y su relación con la banda armada; más las desavenencias que surgen en una familia en la que la venganza y los deseos por comenzar una nueva vida desde cero, se entrecruzan con intereses empresariales; podemos llegar a entender la magnitud del esfuerzo del autor por cohesionar todo el universo de ficción creado en su novela.
En definitiva, La terrible música de los cristales rotos es una ambiciosa novela de género, en la que Javier Lacomba da claras muestras de su comprometida alma de escritor. Su interés por aunar las tramas y ensamblarlas mediante puntos de unión reconocibles y comprensibles, le lleva a trabajar con ahínco en la documentación en base a la que realiza su trabajo, además de construir con detalle y buen hacer, los perfiles y caracteres de sus protagonistas. Es difícil construir los personajes por igual y a lo mejor, algunos de ellos quedan medianamente cojos e inacabados en el conjunto de una trama tan trabajada y compleja. Pero en conjunto, el cuadro de personalidades resulta apasionante por su variedad, especialmente en algunos tramos de la novela. Nos enfrentamos a una novela llena de suspense en la que encontramos mucho del propio autor, en cuanto a sus aficiones y gustos personales, como puede ser el boxeo, la literatura, el cine o el propio ejercicio del derecho. Este libro, sin duda, es el resultado de un trabajado y muy personal esfuerzo de Javier, que se verá recompensado con la aparición de nuevos proyectos y futuras publicaciones, de las que seguro disfrutaremos próximamente.
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