Película dirigida por Adam McKay, quien en su anterior realización, La gran apuesta, profundizó sobre origen y desarrollo de la gran quiebra mundial de las hipotecas subprime. El vicio del poder ahonda en otro periodo negro de la reciente historia de los EEUU. Me refiero a la Segunda Guerra de Irak. En este caso, McKay lo hace acercándose sin miramientos a la compleja y ambiciosa figura de Dick Cheney, quien fue Vicepresidente de George Bush hijo. Pero el director no se adentra únicamente en la guerra, su origen y desarrollo, sino que no duda en realizar una auténtica biografía crítica del que, hasta hace unos años, ostentaba en la sombra gran parte del poder de los EEUU. Desde luego, este personaje tan peculiar, conservador y republicano acérrimo, ostenta en su vida una larga carrera política en Washington. Fue Jefe de Gabinete de Gerald Ford, Secretario de Defensa con George Bush padre durante la Primera Guerra de Irak y posteriormente Vicepresidente de su hijo.
Pero McKay va más allá, focalizando su visión del personaje como una profunda crítica a su persona y entorno. Sus años de juventud fueron mediocres y tambaleantes y, tras llegar a la Casa Blanca de la mano de otro de los protagonistas de la película, Donald Rumsfeld, su larga sombra en la política descansa sobre dos periodos bien diferenciados. El primero hasta el año 1993, cuando se retira de la política y aterriza en la empresa privada. El segundo, siendo Vicepresidente y en los duros años de los ataques del 11 de septiembre y sus consecuencias, sobre todo en Afganistán y la Segunda Guerra de Irak, con toda la problemática heredada de las torturas y Guantánamo, el espionaje e intervención de la CIA en territorios internacionales, la transgresión de la seguridad digital o el invento de las armas de destrucción masiva. La película es una continua crítica a su hacer en la burocracia norteamericana y sus paso por controlar la política internacional del país.
Pero vayamos a la parte cinematográfica de la película, que es lo suyo. Para encarnar al protagonista, McKay eligió a Christian Bale y acertó en su apuesta. Su papel es omnipresente y la capacidad del actor por meterse en el papel está demostrada por su gran actitud interpretativa. Curiosamente y marcando las diferencias propias de ambos protagonistas, este trabajo de Bale tiene muchos paralelismos con el ganador del año pasado al Oscar de Gary Oldman a mejor actor, en su papel de Churchill en la película El instante más oscuro, en una fusión de interpretación y maquillaje más que efectiva. A Bale le, acompañan en los papeles de George Bush hijo, su esposa y su maestro y colaborador más cercano Rumsfeld, un conseguido Sam Rockwell, la siempre brillante Amy Adams y el polifacético, Steve Carell. Muy poderoso el trabajo de Adams, encarnando a la fuerte y fiel mujer de Cheney. Su larga sombra sobre el burócrata, es de las que imprime carácter y forma parte indispensable de su robusta y larga carrera política, en la el de Nebraska tuvo hasta tres ataques al corazón y un trasplante. McKay, además parece que pretende dividir la vida de Cheney en dos partes, mediante unos falsos créditos a mitad de película, algo que sorprende a propios y extraños, pero que ofrece al espectador una especia de barrera psicológica en las dos fases de la vida del protagonista.
Aportar, por lo demás, que la película goza de un gran guion, ciertamente lleno de datos y nombres, pero que en mi opinión resulta bastante más digerible que el de su anterior película, si bien es cierto, que la política estadounidense es algo que me interesa por demás. Con todo ello, el montaje debería ser bueno por necesidad, y aseguro que lo es. Sin duda uno de los puntos fuertes de la película. El director aporta con acierto datos suficientemente esclarecedores de la carrera de un hombre ambicioso y falto de complejos y piedad, siempre acompañado de una fuerte mujer y fiel esposa, en su búsqueda por aunar poder y dinero, sin olvidar, y creo que es importante decirlo, su defensa del patriotismo y servicio a la causa republicana. Para terminar, apuntar su banda sonora interesante por efectista, pero no por ello menos acertada, en la consecución de una película, presentada al espectador sin descanso ni pausa, como una cascada imparable, y dirigida a presentar al espectador, la vida de este personaje odiado y criticado por propios y extraños. En mi opinión El vicio del poder es una gran película, no solo en la complejidad del papel rotundo y magnífico de Bale, sino también como espejo y escenario de la más oscura y tendenciosa política de la historia más reciente de los EEUU.