Segunda película disfrutada en el ciclo de la Semana Pamplona Negra de este año, en el Auditorio Baluarte y con la colaboración con la Filmoteca de Navarra. Dirigida por Louise Malle en 1958, meses antes del surgimiento oficial de la Nouvelle Vague, Ascensor para el cadalso narra la consecución del asesinato de un magnate industrial planeado por su mujer y su amante, un exmilitar y empleado de la empresa. Su intención, simular el suicidio del esposo, con la intención de realizar el asesinato perfecto y poder vivir su amor sin la presencia siempre molesta del esposo. Interpretan los papeles de los conjurados asesinos, la ya entonces famosa Jeanne Moreau y el carismático actor Maurice Ronet.
Nos encontramos con una referente cinematográfico del cine francés. Malle realiza una película en la que se aborda cómo un plan perfecto puede tirarse por la borda por un simple despiste y su consecuencia irreversible. A partir de ese momento, los hechos se desparraman sin control hacia una situación inevitable e incontrolable. Los esfuerzos por enderezar lo que estaba tan perfectamente planeado, naufragan ante la consecución de los acontecimientos heredados del más mínimo desliz. El destino es esclavo de los hechos y estos, tienen sus consecuencias. El director convierte una historia de amor infiel, enfocado a la comisión del asesinato, en un cúmulo de hechos inesperados. El suspense tensa la noche en la que se desarrolla la película, entrecruzando las horas de los amantes como planificadores del asesinato y cada uno pendientes en un escenario diferente y esquivo, con las trágicas aventuras de una pareja de jóvenes amantes, inconscientes herederos de un hecho que nada tiene que ver con ellos, pero que desenmascarará el acto asesino.
Pero más allá de la trama, muy interesante e inquietante a partes iguales, hay que hacer notar la calidad técnica y visual de la película. Gran parte de la película está grabada por la noche en las calles de París, sobre todo los planos interpretados por la sonámbula paseante, esposa y amante, encarnada por Jeanne Moreau. Sus escenas forman parte de la viva imagen de la historia del cine francés. Para ello Malle y su director de fotografía, Henri Decae, realizan, no solo en estas escenas, sino en todo el film, un meditado y extraordinario trabajo de fotografía, tanto en interiores como en exteriores. Si además unimos a esto la colaboración de Miles Davis y un cuarteto de jazz en la creación de la banda sonora, podemos entender el porqué de la importancia icónica de este film en la cinematografía del cine galo.
Jeanne Moreau encarna a la perfección a la mujer, vivamente enamorada de su amante. Su belleza innata, junto a los planos nocturnos paseando por las calles de París, la muestran como un ser sumergido entre la duda del no saber lo que ha sucedido en el despacho de su marido y la esperanza guiada por el amor infiel por su amante. Éste, un hombre seguro de si mismo, exmilitar y veterano de Indochina y Argel, no sospecha que las consecuencias de su desliz tras la consecución de asesinato, enredará a los dos novios y jóvenes aventureros, que sin ser invitados al hecho desencadenante y cegados por la experiencia de pasar una noche juntos, serán el hilo conductor que una los cabos de aquella tarde/noche fatal. Una sufrida gozada disfrutar de las actuaciones de ambos jóvenes, George Poujouly y Yori Bertin, fiel imagen de la inestable, inocente y soñadora adolescencia.
En definitiva, una excelente película, tanto en su argumento, lleno de tensión y suspense, como en su estética y presentación. En ambos casos, un film panacea del cine francés y firme presentación de los que serán los gloriosos finales de los cincuenta y años sesenta, plenos de grandes y clásicas películas realizadas para el placer de aficionados al buen cine.