Película realizada en 1974, el mismo año que Coppola estrena la segunda parte de El Padrino, La conversación presenta una trama y un ambiente mucho más claustrofóbico que las películas que encumbraron al director, quien apuesta por un film de carácter conspiratorio y marcadamente psicológico. Siendo un proyecto mucho más pequeño, sustenta su interés en un guion interesante, un actor como Gene Hackman y una fotografía, especialmente en interiores demuestran la capacidad Coppola y sus directores de fotografía en mostrar al espectador tanto el universo en el que se mueve el protagonista, como el interior solitario y cauteloso del mismo. Todo ello la convierte en una película especial, quizás hasta de culto. No por casualidad goza de algunas escenas que han quedado en la memoria de los cinéfilos, especialmente, las que se suceden al principio y al final del film.
Pero vayamos al grano. La trama gira alrededor de un investigador privado especialista en grabar a las personas que se le indican. En esta ocasión, debe grabar la conversación de una pareja, hombre y mujer, que se mueven por un parque de San Francisco, abarrotado de gente. Precisamente, este comienzo de la película nos muestra la dificultad de su trabajo y lo bueno que es en lo suyo. Como veremos a lo largo del metraje, el departamento de sonido encargado por Coppola logra dar carácter y firma propia a la producción. Conforme avanza la trama, el protagonista se da cuenta de que algo raro sucede con las personas investigadas y las posibles consecuencias de las pruebas recabadas en la grabación. El recuerdo de un trabajo anterior, realizado en Nueva York y sus consecuencias, le han convertido en un hombre cauto, desconfiado y extremadamente solitario. Con todo, el hombre, no puede dejar de preocuparse sobre el porqué de su trabajo y las consecuencias del mismo.
Coppola construye una película lenta en su recorrido, como si quisiera que el espectador avanzara siguiendo los pasos, profesionales y personales del investigador, conforme los días se suceden. De esta manera no solo podemos descubrir los sinsabores y problemas con los que se encuentra en la consecución de la grabación en sí, sino también, en la propia conciencia y personalidad del personaje. En una particular escena a mita, más o menos, del film, éste acude a su lugar de trabajo con unas personas del gremio y alguna señorita de compañía para tomar unas copas. Aunque en apariencia, la escena, portentosa en su fotografía y montaje, pueda parecer casi intrascendente por su longitud y por tratar temas aparentemente nada importantes, ofrece al espectador la clave de los que le sucede al Gene Hackman en su interior y cómo lo que opinaba y su preocupación sobre su caso no estaba tan desencaminado. Esta escena, puede provocar en el espectador cierta desazón por su ruptura de ritmo, pero una vez vista la película, no cabe sino reconocerla como no solo imprescindible, sino también la auténtica joya de la película. Nada en esta escena resulta baladí. Y todo resulta fascinantemente creíble en la interpretación de una sólido y extraordinario actor como Gene Hackman, superlativo en esta peli.
Coppola ha construido con pocos medios y mucho trabajo de guion y de los departamentos de sonido y fotografía, un film de altura, tanto en su visión de thriller, que lo es, como en su particular mirada al personaje principal, con sus fortalezas y debilidades tan y profundamente humanas. Su soledad es desoladora, tanto como esperanzadora es su ímpetu por impedir las consecuencias de su sospechosa y oscura investigación. Por cierto, qué importante es la utilización de las piezas de jazz que van apareciendo en el metraje, en una aportación musical clave, de nuevo para definir al protagonista. Todo cuenta en esta producción que estuvo nominada a los Óscar a Mejor película, sonido y guion original, por cierto del propio Coppola. Año en el que también estaba nominado por El Padrino II, con el que ganó seis Premios Óscar de las once nominaciones que tuvo. Algo increíble en la figura de un director y guionista.
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