Carlos Erice, además de ser buen amigo y excompañero de estudios, es de esos escritores que cuando los lees reconoces su buen hacer y fundamentos. No por casualidad ha ganado varios premios de literatura, tanto a nivel de novela como de relatos. Lo que sucede, es que el puñetero, permitidme el exabrupto, es un escritor pausado, al que el hecho de publicar no le va la vida en ello. Pero me vais a permitir comentar que, por sus letras y maneras, bien merece un reconocimiento debido. Por este blog ha pasado la reseña de su anterior novela Orán ya no te quiere, a la que se suma una anterior titulada Beautiful Rhodesia. Una premisa que siempre se repite en sus novelas es su atracción por los territorios coloniales y la relación con la metrópolis de la que dependen. Pues bien, en Boricuas, Carlos no solo traslada su trama a la isla de Puerto Rico, cuando era todavía territorio español, sino que además nos sitúa en pleno año 1898, justo después de obtener junto a Cuba, su constitución como Autonomía Administrativa y justo durante la guerra hispano-estadounidense y el consecuente desastre acontecidos en aquel año para los intereses de España.
La premisa sobre la que desarrolla esta novela corta de apenas doscientas páginas, se basa en el asesinato de unas jóvenes estudiantes, aparentemente vinculadas a un escandaloso caso de abuso y la existencia de unas fotografías de perfil sexual. La investigación la lidera un comandante de la Guardia Civil, cuerpo destinado para realizar servicios de seguridad y vigilancia en la isla. La situación de alarma en Puerto Rico, debido a los ecos que llegan de los levantamientos de Filipinas y Cuba, además de la reciente intervención de los EEUU en las islas caribeñas, hacen que la investigación llevada a cabo por el comandante acompañado del capitán Areta, se vea complicada sobre manera. A esto se añade la presencia y colaboración de dos periodistas, uno oriundo de la isla y otro recién llegado de la península, quienes de una manera u otra, junto con los guardias civiles, comparten relación con elementos burgueses proclives a la independencia y como no, con las fuerzas tradicionales allí posicionadas, como la Iglesia y el Ejército.
En este batiburrillo de intereses y pulsos por conocer y controlar murmuraciones, pruebas en relación a la terrible aparición de las jóvenes asesinadas, Carlos introduce la presencia de un recluta pamplonés, de origen humilde y obligado a cubrir la cuota de soldados a enviar a los territorios de ultramar, recién llegado a la isla. Este personaje personifica a quienes, sin saber porqué y, por supuesto, por causa de su posición social, y lejos de entender y querer implicarse en los sucesos allí acaecidos, fueron enviados a Cuba y Puerto Rico para defender los intereses de un gobierno desnortado en cuanto a sus posibilidades reales frente a una potencia emergente como los EEUU y las cuentas e intereses de quienes manejan la economía implicada entre la península y aquellos territorios.
En este trasiego de implicaciones y tramas superpuestas, Carlos Erice es capaz de integrar en pocas páginas, los elementos suficientes para que el lector se haga una idea cercana a la realidad de lo que sucedía en pleno 1898 en Puerto Rico, siempre a expensas y con la mirada puesta en una Cuba a punto de caer. Y lo hace con la inteligente inclusión de un sugerente caso de asesinatos y abusos que encaja a las mil maravillas en el argumental y la estructura de la novela, aportando la mirada personal de sus protagonistas frente a lo que les sucede alrededor, en plena crisis internacional y en el terremoto que el caso les provoca a todos ellos. Las mentiras, los intereses y el sacrificio de inocentes, sobrevuelan conscientemente esta novela muy bien ambientada, en la que Carlos no solo muestra su gran conocimiento de la época y de los eventos acaecidos, sino también, su acertada capacidad para afrontar literariamente la crudeza y la impiedad del ser humano. Y para variar, todo ello encaja a la perfección en esta estupenda novela, realizada por un gran escritor y, dejadme decirlo, mejor amigo.
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