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miércoles, 1 de noviembre de 2023

"Los asesinos de la luna"

Años después del estreno de la última película de Scorsese, El irlandés, de la que tanto se habló, más que por su magnífica realización, por la plataforma televisiva en la que se estrenó, por el uso de los efectos digitales de rejuvenecimiento de alguno de sus personajes y por un metraje muy extenso, parece que, en dos de estos factores, el insigne director ha rectificado, con mucha solvencia. Por un lado, Los asesinos de la luna se ha estrenado en pantalla grande, lo que es de agradecer, más aún tratándose de un film en el que los paisajes y escenarios merecen toda la extensión de una pantalla de cine. Por otro, Scorsese regresa al uso del maquillaje tradicional, sobre todo, para retocar al protagonista de la película, evitando en todo lo que puede, el uso de efectos digitales. Sin embargo, donde no ha variado la línea presentada en su anterior producción, es en la extensión del metraje, en esta ocasión, más de doscientos minutos. Aunque para mí no ha representado un especial problema, quizás la historia planteada, el ritmo de la misma y los eventos presentados, no requerían de semejante extensión y, posiblemente, algunos minutos menos le habrían ayudado más eficientemente a la exposición de una trama tan terrible y profundamente humana. 
La película nos sitúa entre finales de la primera década del siglo XX y mediados los años años veinte del mismo siglo. En la reserva de la tribu Osage, en Oklahoma, aparecen multitud de yacimientos de petróleo. convirtiendo en millonarios a todos los miembros de la tribu. La zona se convierte en un lugar donde el dinero se mueve a raudales. Tras la IGM, un joven llamado Ernest Burkhart, regresa a la hacienda de su tío William Hale, un importante ganadero declarado públicamente, amigo de los Osage. Nada más llegar, el personaje interpretado por Leonardo DiCaprio es apadrinado por su tío, encarnado por Robert De Niro, quien le aconseja comenzar una relación con una joven india llamada Molie, encarnada por Lily Gladstone, perteneciente a una acaudalada familia de la tribu, cuya madre ya tiene cierta edad. Mientras, a lo largo y ancho del territorio, comienzan a sucederse algunas misteriosas muertes entre miembros de la nación Osage, muertes que no son investigadas por la policía y las autoridades regionales, obviamente de raza blanca.
No cabe duda es que Scorsese desarrolla la trama, la historia, con una narrativa perfectamente engranada, como ha hecho en todas y cada una de sus películas. De esta manera desgrana, desde el minuto uno y de manera progresiva y constante, el devenir de los acontecimientos que sucedieron alrededor de los protagonistas y de los miembros del pueblo Osage. Es por esta razón por donde circula el interés del director en mostrar al espectador cada detalle de los hechos acontecidos y el desarrollo de los personajes presentados. Por ello el film avanza paso a paso, con su particular y pausado ritmo, y mostrando atención a un sin fin de pormenores, sin prisa, contemporizando una trama en la que desea no escatimar detalles, especialmente en lo referido al drama humano y al desarrollo de caracteres de sus protagonistas. 
A Scorsese no le importa cuánto tiempo ocupa en contar la historia, sino el cómo la quiere mostrar al público, en un profundo ahondamiento en el terrible destino al que se enfrentan los Osage y, especialmente, en la evolución de los personajes de los personajes encarnados por DiCaprio y Gladstone. El primero muestra el autoengaño, el convencimiento de una situación llevada al extremo, en la que se oponen los intereses económicos de la familia y su pretendido y equívoco sentimiento por su esposa. La segunda, en una pretendidamente contradictoria prestancia frente a los acontecimientos relacionados con su marido, que bien provoca en el espectador, cierta desazón y tristeza, por aquella mujer como representante de su pueblo y sus desgracias provocadas por la ambición de una sociedad blanca sin escrúpulos. Este juego de personajes, especialmente, cimienta los pilares firmes de una película ensamblada con detalle, en la que la ambientación, el diseño de producción, la fotografía y el uso, indistintamente, de planos generales y primeros planos, remarcan con fuerza y acierto el espíritu pretendido por un director que, reivindica la lucha contra el racismo y la denuncia de las ya conocidas injusticas que los EEUU han cometido contra las minorías a lo largo de la historia. 
Mientras el personaje de DiCaprio provoca sensaciones enfrentadas, por la disparidad y falta de fortaleza de Ernest Bukhart, la figura representada por De Niro refleja lo peor de una sociedad encaminada a sus propios intereses, sin piedad ni sentimiento de culpa. Su capacidad de mentir, de traicionar a un pueblo en el que se le considera amigo y benefactor, muestra lo más vil y miserable de la raza humana. De Niro borda un papel especialmente desagradable, con muy buen hacer y gran profesionalidad. Esto se suma a las magistrales interpretaciones de la pareja protagonista, en la que DiCaprio resalta en su actuación, ligeramente histriónica, en uno de sus personajes más complejos y oscuros de su carrera profesional. 
En definitiva, salí del cine bastante satisfecho de una película rotunda en el mensaje enviado, en su estructura dramática, en su dirección artística y en la mano firme de un director al que parece no le pesen los años. Cierto es que no miré en ningún instante al reloj, porque la historia contada atrapa al espectador, fluye sin deriva en una trama dura, firme y dramática. Sin embargo, a pesar de la profesionalidad y el arte cinematográfico mostrado, hubo momentos en que algunos tramos resultan reiterativos, entiendo que provocado, por el interés de Scorsese en mostrar al espectador el detalle de los acontecimientos y la deriva de algunos personajes en el transcurso de los años mostrados en el film. Esto me lleva a pensar  que quizás el extenso metraje podría haberse acortado en la mesa de montaje sin variar el mensaje transmitido ni siquiera la trama contada. Quizás por ello, creo que las emociones transmitidas se diluyen en los doscientos minutos del film, sin terminar de cuajar como sería debido. Ni siquiera emociona la parte que ocupa la investigación federal de los sucesos, enclavada en el mismo ambiente y ritmo de toda la película, como si fuese algo predefinido e inevitable, como si se tratara de un documental. Pero eso ya es asunto del director, un director que consigue de nuevo realizar una película de esas de firma personal, tan referente técnicamente y carismática cinematográficamente hablando. 







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