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jueves, 9 de noviembre de 2023

"American Horror Story" - Temporada 11

 
Fue allá por 2011 cuando se estrenó esta serie que se sumergía en lo más oscuro y, en ocasiones, lo más terrorífico de la subcultura estadounidense. Y reconozco que de las once temporadas que se han llevado a la pantalla hasta ahora en nuestro país, he visto todas menos las dos ambientadas en Nueva Orleans, que son la tercera y octava, y la quinta, por razones que ahora no recuerdo bien. De las que he visto me han gustado unas más que otras. Por ejemplo, la cuarta, titulada Freak show, siempre me ha parecido buenísima, y por supuesto, Asylum,  la segunda temporada, es una joya. La séptima también me gustó mucho, con el tema de las elecciones de 2017 como telón de fondo. Todo va según los gustos de cada cual. En este campo no voy a entrar a discutir ni una miaja. Sobra enumerar  la cantidad de buenos y buenas intérpretes que han pasado por la serie a lo largo de los años, consolidando carreras artísticas y apuntalando otras ya largas y exitosas.
Pues bien, en la temporada que hoy reseño y que se ha estrenado tras este verano, ese perfil que ha acompañado la trayectoria de la producción cercana al género del terror, ha dado un importante viraje hacia el cine protesta, eso sí, sin olvidar en absoluto, cierta dosis de efectismo, suspense y no poca sangre. La serie nos sitúa en Nueva York, a caballo de los años setenta y ochenta, localizando la trama en el universo homosexual de la ciudad, especialmente. Una serie de misteriosos y sangrientos asesinatos se suceden en la ciudad cuyas víctimas pertenecen a aquel colectivo. Mientras la prensa cercana a aquel mundo, todavía muy estigmatizado, y la policía no terminan de ahondar en la investigación, una serie de tramas paralelas nos adentran en los problemas de una comunidad marcada por la clandestinidad, las drogas y la incomprensión de una sociedad que les da la espalda, incluso cuando la muerte, violenta o natural, sobrevuela sobre ella. El empuje de unos pocos puja por visibilizarles y mostrar al mundo su realidad y los peligros que les rodea en aquellos años de indefensión.
Los creadores de la serie han buscado claramente un perfil de crítica social que hasta ahora no habían introducido en sus producciones, por lo menos de manera tan directa. Como podéis imaginar, por la localización temporal de la propuesta, eran tiempos de incomprensión y aislamiento social, a lo que se suma la aparición del sida. Pues bien, la serie cruza un caso de un asesino en serie con la aparición misteriosa y casi metafórica de la extraña y desconocida enfermedad, jugando en un universo de extremos y misteriosos asesinatos, en el que se cruza la vida de los protagonistas, todos ellos vinculados de alguna manera al universo al que ahora definimos como LGBT. El resultado, especialmente en su último capítulo doble, es particularmente dramático. Pero no dudéis que podéis encontrar en su camino mucho misterio, apuntes de terror, mucho sadomasoquismo, un tanto de sangre y vísceras, y también un punto sobrenatural con mensaje. En su conjunto la temporada me ha gustado mucho de principio a fin, acumulando interés a cada capítulo que avanzaba y sumando una serie de interpretaciones nada desdeñables. 







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