María Belmonte. historiadora, antropóloga y doctora en Antropología Social por la Universidad del País Vasco, comenzó allá por el año 2015, un interesante periplo de publicaciones en las que comparte con el lector algunos de sus viajes realizados a lo largo de su vida. A los dedicados a insignes viajeros de Italia y Grecia durante el siglo XVIII y el que tiene por protagonista a la Costa Vasca de nuestro país, suma su último periplo por tierras de Macedonia, al norte de Grecia. Como en sus dos obras anteriores, en este delicioso libro editado por la editorial Acantilado, a sus pasos y experiencias disfrutadas mochila y plano en mano, se unen recuerdos, loas y comentarios de insignes pensadores, filósofos y personajes históricos. Es aquí donde su formación hace acto de presencia insuflando a su propia relación con el entorno, datos y ecos sucedidos a lo largo de la Historia.
En esta ocasión, el protagonista de su viaje son las tierras de Macedonia. Esas, para algunos, tierras inhóspitas donde surgió un reino llamado a dominar no solo toda Grecia sino también Asia Menor y Persia de la mano de Alejandro III, llamado el Magno. Para ello y de una manera divulgativa y especialmente entretenida, la autora realiza en su primer capítulo, una introducción histórica sobre el origen del reino de Macedonia, hasta la muerte de Alejandro y la subida al poder de Casandro, uno de sus amigos y generales en la conquista de Persia y más allá. Con ello, consigue situar al lector menos lego en la situación geográfica, política e histórica del territorio y lugares a los que nos acerca en su viaje por aquellas tierras.
Una vez situados históricamente, María nos lleva de la mano y con buen aporte pedagógico, a lo largo de diferentes yacimientos arqueológicos, ciudades y lugares del antiguo reino. Pero su aportación de conocimientos viene acompañada de cierta poesía personal, aliñada con sentimientos y pensamientos que provocan en ella la visita a aquellos lugares. En su segundo capítulo visitamos, entre otros, los yacimientos de Pela, la antigua Dion o Vergina, además de disfrutar de la belleza y los misterios de las tumbas macedónicas encontradas bajo túmulos a lo largo del territorio. La figura de Aristóteles, maestro de Alejandro, se presenta inmutable en lugares como Estagira o el Ninfeo de Mieza, en los que la imaginación y el silencio hacen viajar a la autora a otros tiempos pretéritos.
Un capítulo muy especial viene protagonizado por el Monte Athos y los monasterios vetados a la visita de toda mujer. Es por ello que aún sin poder penetrar en aquel dedo peninsular de la Calcídica, María propone una viaje por la historia y lugares de aquel misterioso, irrepetible y peculiar espacio espiritual netamente masculino. Para terminar, su cuarto y último capítulo versa sobre la ciudad de Tesalónica y su historia de conflictos de religión y las disputas territoriales por una tierra conquistada, desmembrada y testigo de la migración de exiliados. Aquel adoptó culturas y religiones hasta afrontar una amalgama de gentes, edificios y barrios que, con el tiempo también sufrirían el aparatoso y terrible eco de la persecución y segregación más despiadada.
En definitiva, gracias a las páginas de este libro, realizamos con María Belmonte no solo un viaje físico y geográfico, sino también un viaje a lo largo de la historia en donde las creencias, los pensamientos, las religiones y el sentimiento más humano y a veces sangriento, han poseído aquellas tierras, hasta ahora convulsas e inquietas. La autora comparte con el lector su experiencia desgranada desde localizaciones elegidas, desde esos bancos encontrados al azar, donde se encuentra con ella misma y su visión de aquellos lugares visitados, trasladándonos inquietudes, sentimientos y mucha historia, desde el plano más humano y personal.
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