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lunes, 8 de junio de 2020

"Ocho millones de dioses"- David B. Gil

Cuando David B. Gil ganó el Premio Hislibris al Mejor Autor Novel de 2014 con su novela autoeditada titulada El guerrero a la sombra del cerezo, galardón que se entregó en mayo de 2015 en Murcia, se podía predecir que estábamos ante un novelista con un futuro exitoso. Cinco años después se puede afirmar que el autor se ha situado entre los novelistas de género histórico japonés más pujantes e importantes de nuestro presente. La novela que hoy reseño ha gozado de buenas críticas tanto entre público como especialistas, en base a una serie de factores que pasaré a comentar de inmediato.

La novela gira alrededor de dos personajes en el Japón del último cuarto del siglo XVI. Por un lado el jesuita Martín Ayala y por otro el hijo de un samurái rural llamado Kudo Kenjiro. El primero es enviado desde España por la orden fundada por San Ignacio para investigar las muertes de algunos miembros de la orden en los asentamientos de Japón. El segundo es elegido por el señor del clan Akechi para servirle de guardaespaldas por los caminos que tendrán que recorrer durante su estancia en la isla. Ambos, tan diferentes entre sí, deberán recorrer juntos el trayecto de una investigación que les deparará un sinfín de recovecos, engaños y encuentros violentos. A primera vista, todo parece encontrarse en calma en los territorios dominados por el gran Oba Nobugana. Sin embargo los intereses religiosos y económicos, la presencia de grupos de monjes guerreros que quieren mantener su independencia y los movimientos estratégicos y sigilosos de los clanes asentados en aquellas tierras, incluidos sus servicios de espionaje, complicarán en extremo la investigación del padre Ayala. 

David B. Gil nos plantea en las páginas de esta novela los viajes personales paralelos de ambos protagonistas. Por un lado el viaje iniciático de Kenjiro. Su responsabilidad ante su padre y familia para asumir la guardia y custodia del jesuita y cumplir su misión con honor, en lugar de su hermano mayor, le plantea serios e importantes retos, mediante los cuales irá creciendo como persona y también como guerrero y samurái portador del emblema del clan preponderante de aquella época. Por otro lado, Martín Ayala, un jesuita con experiencia en Japón, pero que vivía retirado entre libros en la España del siglo XVI. Su viaje implica un retorno a una tierra que le trae recuerdos y sombras que le atormentan, mientras contrae la compleja misión de descubrir el porqué de las muertes de sus compañeros. Ambos confluyen en sus vidas y vivencias en la búsqueda por cumplimentar con éxito un camino peligroso y lleno de enigmas, lo que les unirá en sus diferencias, en base a un ejercicio de respeto y aprendizaje, más allá de todo lo que les separa, que es mucho.

La presentación de estos personajes y sus experiencias, a lo largo y ancho de su investigación, no tendría sentido si no viniera acompañado de una ambientación coherente. En este sentido, el autor certifica lo que ya sabíamos, es decir, que es un gran conocedor de la historia de Japón y el periodo en el que sitúa la novela. Desde la primera página nos presenta la situación política, las costumbres,  las querellas imperantes, la cultura y las creencias religiosas de aquel país, con un nivel de detalle encomiable. Si bien es verdad que, en varias ocasiones, he necesitado acudir a los mapas, al vocabulario y al listado de personajes que acompañan la novela, no puedo decir que su lectura resultara ni indigesta y compleja, sino más bien todo lo contrario. La serie de aventuras y desventuras que corren los protagonistas a lo largo de sus páginas, potencian la agilidad de su lectura y empujan sin remedio ha seguir leyendo y viajando con ellos en su investigación. Quizás, lo único que no me haya terminado de convencer de esta reseñable novela, es la gran cantidad de casualidades que se suceden a lo largo de sus páginas y las coincidencias de las que disfrutan los personajes en su largo periplo por tierras japonesas, promoviendo un círculo narrativo casi perfecto y, en mi opinión, quizás algo forzado.

Esto no menoscaba el que nos encontremos ante una notable novela con la que cualquier lector, incluso los desconocedores de la cultura japonesa del siglo XVI, disfrutarán desde la primera hasta la última página. En definitiva, además de contar con dos protagonistas de enjundia, puedo afirmar que su lectura resultará gratificante, en su aportación de toda una experiencia narrativa llena de historia, aventuras, peligros y misterio.


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