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jueves, 23 de abril de 2020

"Los muertos vivientes - Descanse en paz" - Tomo 32

Tomo final de una de las series de cómics más importantes e impactantes de los últimos años. Con 193 entregas en grapas, reunidas en 32 tomos TPB, desgraciadamente han terminado las aventuras de Rick Grimes y los supervivientes que le han acompañado a lo largo y ancho de todos estos años. Y la verdad es que ha sido un final a lo grande. El tomo se puede dividir en dos partes. Una primera, es el colofón de la historia sucedida en el asentamiento llamado Commonwealth, en donde somos testigos del enfrentamiento del grupo de Grimes con la Presidenta, y sus hondas diferencias con algunos de sus habitantes y hombres importantes del asentamiento, para después terminar con un gran y sorprendente golpe de efecto. Y una segunda mitad, en la que se viaja algunos años en el futuro para vislumbrar hacia donde ha transcurrido el futuro de los supervivientes, su relación con los muertos vivientes y la dirección hacia la que dirige la humanidad. No digo más, porque mi intención no es llenar esta reseña de spoilers, en absoluto. Desde luego, este final puede gustar o no a los lectores, pero desde luego se nota el trabajo de guion de un triste y entusiasmado Robert Kirkman, padre de esta saga, que en un afán por darnos un buen final, no ha dudado en trabajar con detalle y a conciencia en esta última entrega de la colección.

Han pasado muchos años desde el número en el comenzamos a compartir las experiencias de unos pocos supervivientes en una apocalíptica pandemia en la que los muertos se levantaron para asolar el mundo. Hemos visto pasar grandes protagonistas y verlos morir y llorarlos a lo largo de estos más de 190 números. Hemos leído  y disfrutado en sus páginas de grandes enfrentamientos personales, guerras entre distintos asentamientos y momentos en los que parecía que la estabilidad podría hacerles superar el miedo. Hemos conocido a grandes malvados y crueles líderes. El trayecto de los protagonistas ha transcurrido en un aprendizaje continuo por sobrevivir, con un halo de esperanza ante la adversidad como bandera, a lo que se suma la continua y cruda vivencia sufrida por la pérdida de seres queridos. Cuenta el bueno de Kirkman que cuando nuestros protagonistas disfrutaban de cierta paz en Alejandría, estuvo a punto de poner el punto y final a su historia. Aún faltaban por aparecer en sus páginas los Susurradores y la Commonwealth y aunque su pretensión era llegar a los 300 números, la perspectiva de esta cita era tan lejana como compleja. Es en ese momento cuando comenzó a imaginar el final que se ha presentado en este fantástico último número. Un final con muchas lecturas. Un final trabajado desde una perspectiva que mira atrás, hacia las experiencias vividas y a un  futuro que no se sabe que puede deparar, pero que desde luego debe haber enseñado algo a los que, tras pasar mil y una penurias, fueron capaces de sobrevivir a tanta muerte. Quizás el final perfecto, por su hondura y profundidad.
No podemos olvidar el trabajo inconmensurable del ilustrador Charlie Adlard. Desde muy al inicio de esta aventura ha acompañado a Kirkman con sus dibujos en blanco y negro, algo que, por cierto, creo que ha beneficiado a toda la serie manteniendo apartado del foco del lector, toda la sangre y tripas que, si hubieran sido dibujadas en color y podrían haber desviado la atención de la verdadera historia a contar, es decir, las experiencias humanas de los que huían y luchaban contra los muertos vivientes. Su apuesta dramática en sus lápices y rotuladores ha dado carácter y profundidad a cientos de personajes a los que insufló personalidad y empaque en pura fluidez y entendimiento con Rirkman. Echaremos de menos y mucho, pasar por nuestra tienda de cómics favorita y no recoger el siempre esperado y disfrutado nuevo número publicado de "Los muertos vivientes"


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