El pasado viernes, cinco de febrero, actuó en Baluarte de Pamplona, el Silicon Valley Ballet, el segundo ballet en importancia del estado de California en EEUU. Un grupo de baile multicultural, dinámico y especialmente joven, que presentaba tres piezas de media hora de duración cada una de ellas, en las que reflejaban un panorama más o menos amplio de su variopinto e interesante repertorio. El resultado fue atractivo y entretenido. Sus componentes gozaron de equilibrio en calidad y dedicación, haciendo la noche agradable para el espectador, con una definición de ballet contemporáneo entendible y accesible a un público, bastante entregado.
La primera pieza data del año 2006 y se llama Glow-stop. Con música de Mozart y Philip Glass, resultó ser, en mi opinión, el conjunto más físico, complejo y atractivo de la noche. Con continuas entradas y salidas del escenario, en fragmentos bailados por parejas, tríos y grupos más numerosos, por la agilidad de la obra y su gran movilidad, me resultó la pieza más sugerente y entretenida. En una primera parte, bailaron acompañados de una pieza de Mozart. En su segunda parte, la música de Philip Glass, me atrevo a decir, se trataba de uno de los cortes de su mágnifica bso de la película de Peter Weir, "El show de Truman". La dificultad se estimaba por los rápidos movimientos, acompañados de todas y cada una de las partes de cuerpo, especialmente un uso muy atractivo y visual de los brazos.
La segunda pieza, titulada Prism, data de 2014, y goza de una espléndida pieza pianística del músico de jazz Keith Jarred, tan característico, no solo por su calidad e interpretación, sino también por su manía de acompañar vocalmente sus piezas, en algunos momentos de su obra. En este corte del ballet, lo físico dejó pasar a detalles más plenos de sensibilidad, técnica y sensillez, pautas no por ellos, faltas de dificultad. Se trata de una pieza que va de más a menos, gustándome más sus fragmentos en los que una pareja o trío, derrocharon sentimiento en el escenario. Su final, algo colorido y "campestre", no terminó de convencerme. Por último, su pieza más antigua, de las presentadas, que data de 1999 y se tituló Minus 16. Diferente y rompedora, se compone de distintas piezas musicales. Comienza con el baile de un solista en pleno intermedio, que solo, en el escenario, va ganando la atención del público. Tras cerrarse el telón, se vuelve a levantar y aparecen todos los integrantes del conjunto, en un semicírcilo de sillas. Con una música africana y repetitiva, se va complicando el conjunto de los movimientos de los bailarines, logrando un número casi hipnótico. Tras esto, se reproduce en el escenario un bellísimo baile de una pareja, acompañada de una pieza musical y vocal, barroca, quizás el más pleno de sentimiento de la noche. Para acabar con la invitación de los componentes del ballet, a participar en el escenario a algunos espectadores, en un baile final, que puso el punto curioso de una velada interesante y muy entretenida.
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