No soy un especial admirador del cine de Luca Guadagnino. Call me by your name me dejó un tanto frío en su desarrollo y desenlace, lo sé, lo sé, mal. Y Challengers me irritó sobre manera en su modo de destripar y prácticamente adorar a esos tres niñatos jugadores de tenis y sus amores imposibles, perdón por el exabrupto. Sin embargo, su estilo formal de hacer cine, sus trabajo con la cámara, su acercamiento a los rincones más oscuros y afines del alma humana, me atrae de manera casi adictiva. Reconozco al director en su afán por equilibrar forma y fondo, en esa elegancia a la hora de mover la cámara y mostrar encuadres cuidados, así como en su afán por ahondar en los sentimientos, retorciéndolos y manipulándolos, hasta mostrar las amargas heridas producidas por la pasión, el engaño, el egoísmo o la traición de sus protagonistas. Es por esto, y no me rasgo las vestiduras al reconocerlo, que recientemente he disfrutando visionando su última peli, Caza de brujas, y debo decir que me ha gustado mucho en su propuesta. Ay de mí.
La trama nos sitúa en la universidad de Yale, más concretamente en el departamento de Ética de la Facultad de Humanidades. Los protagonistas son algunos miembros de este departamento y la relación mantenida con sus alumnos y, más en particular, con una alumna de expediente sobresaliente. Nos movemos en un ambiente elitista de la universidad, en que la verdad mostrada por los profesores es ley, y la autoridad de su personajes se apoya en cierta superioridad profesional y moral. Tras una velada en la casa de Alma Imhoff, interpretada por una fantástica Julia Roberts, Margaret, su alumna más cercana, le cuenta que el profesor y amigo íntimo de Alma, ha abusado de ella tras la fiesta, aprovechándose de su estado de embriaguez. Es aquí cuando la protagonista, hasta entonces segura de sí misma, en cuanto a la ética se refiere, por supuesto en su perfil más teórico y filosófico, se enfrenta a la realidad de, creer a pies juntillas la versión de la estudiante o confiar en la honorabilidad de su amigo y compañero de departamento.
Sin embargo, no todo pinta tan fácil dentro de la complejidad del asunto. La trama profundiza en la realidad actual de la lucha contra los abusos, la credibilidad y visibilidad de las víctimas, las posiciones de poder de algunos estamentos y en particular de los hombres en la sociedad, e incluso, en la situación de las minorías raciales en un entorno elitista, predominantemente blanco. Da la casualidad que, a esto suma el director, por un lado, un pasado oscuro en la vida de Alma al que, por casualidad tiene acceso Margaret durante la famosa velada, y por otro, la versión presentada ante la misma por el denunciado en su defensa, encarnado en la pantalla por Andrew Garfield, como una serie de hechos que rodean y acusan a la alumna denunciante de mala praxis en asuntos propios de la universidad. Por si fuera poco, la relación de Alma con su marido es particularmente especial.
Todo este rompecabezas se va presentando al espectador desde el punto de vista de Alma, provocándole una situación de profundas dudas en cuanto a lo sucedido, compartidas por el mismo espectador, ya que obtenemos la misma información que la profesora. Los diálogos y encuentros entre los protagonistas provocan un vaivén casi desenfrenado de opiniones y sentimientos respecto a lo que sucede en pantalla, potenciado por el conjunto de circunstancias que rodean a todos los protagonistas, proponiendo la situación social, sexual y profesional más compleja que se le ha podido ocurrir al director, planteando un complicado problema ético, apuntalado por la situación de la sociedad en la actualidad ante este tipo de hechos. Es en este escenario donde Guadagnino se mete en un berenjenal del que según muchos no sale airoso. Lo que dirime y acontece a continuación en el desarrollo de la peli, marcará tu opinión sobre el tratamiento del tema presentado por el director. Si estas realmente interesado, lo tendrás que ver tú mismo, lector y cinéfilo curioso.
Por lo demás la peli goza de una serie de estupendas interpretaciones. Como decía Roberts está en uno de sus mejores trabajos de los últimos años y se acompaña de un siempre grandísimo Michael Stuhlbarg, un solvente Andrew Garfield, quizás algo sobre actuado, y la emergente y notable Ayo Edeberi. Creo que el trabajo actoral de todos ellos, como siempre sucede con este director, está muy bien gestionado, provocando en sus interpretaciones, que los sentimientos y las reacciones más carnales y emotivas salgan a la luz a discreción, sin filtro. Vamos, que la dirección de personajes sigue siendo un plus en sus películas. Por otra parte, a nivel formal, la peli sigue mostrando en su esencia la elegancia que forma parte del gen de cinematógrafo del italiano. La cámara juega bien sus bazas, aunque en esta ocasión no proponga complejas estructuras y encuadres poco ortodoxos. Es más, posiblemente en cuanto a la estética mostrada, la película podría clasificarse de clásica en su propuesta. Sin embargo, como decía al principio, la elegancia de su cámara se muestra, escena tras escena, en una peli en la que el hecho en cuestión queda sugerido, mientras las miserias y los miedos más profundos enmarcados en la sociedad actual, se derrama sin piedad en las carnes de Alma y Margaret, en ese pulso por saber la verdad de los sucedido, más allá de las implicaciones y presiones aportadas por una sociedad llevada al extremo en el cuestionamiento de valores, opiniones, ideologías y respetabilidad e inviolabilidad. ¿Quizás Guadagnino debería haber sido más crítico, severo y directo con este tipo de asuntos y no haber presentado un ambiente de dudas, ambivalencia y credibilidad que le colocan en el ojo del huracán? Quizás sea así, pero entonces no sería una película de Guadagnino, ¿verdad?





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