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jueves, 6 de noviembre de 2025

"Frankenstein"

No descubro nada si comento las ganas que tenía de poder disfrutar de la última película de Guillermo del Toro. Desde que se inició la producción de su película dedicada a Frankenstein y más aún, desde su estreno en el festival de Venecia de este año, las expectativas iban en crescendo. Las entrevistas realizadas al director mexicano y las críticas publicadas, daban la impresión de que su film nos iba a ofrecer una adaptación plena de su estilo más personal. Por un lado y especialmente, en cuanto se refiere al diseño de producción y la imagen proyectada en la pantalla, como era de esperar. Pero además, la propuesta de  su versión, si bien basada en la obra original en su psicología y filosofía más literaria, venía acompañada con una presencia importante de su espíritu propio como creador, equilibrando el homenaje al ser monstruoso protagonista y el fuerte componente sentimental, incluso cercano al romanticismo, que tanto le gusta dotar a sus películas. En este caso, ambas cosas son más que ciertas, y quizás hayan resultado un tanto desequilibradas, aún resultando en mi opinión,  todo ello y en su conjunto, una notable, pero no sobresaliente, producción cinematográfica.
Ante todo y sobre todo, nos encontramos con una producción apabullante en cuanto a la presencia y diseño, el uso de los colores es impresionante, con una excelente conjunción de la ambientación escénica más tradicional, loado sea, y el buen uso de los efectos especiales y de la imagen generada para ello. La presencia de los lugares en los que se presentan los capítulos, con sus detalles, sus escenarios, su vestuario y el inmenso imaginario aportado no sorprende viniendo de quien viene, y no deja de demostrar el altísimo nivel creativo del director. En cuanto al diseño de personajes y localizaciones, como ya es bien conocido, se fundamenta en gran parte, en las ilustraciones que creó el gran Bernie Wrightson en 1983 para acompañar la novela de Mary W. Shelley. Lo interesante de esto, es que aquellas ilustraciones se dibujaron en tinta negra, con lo que toda la maravillo y vistosísima aportación del color en esta película es algo que deberemos de por vida Guillermo del Toro.
La propuesta del director sigue más o menos la estructura del libro original con matizaciones más o menos importantes, pero sobre todo lo hace apostando mucho, y digo mucho, por los cimientos filosóficos y religiosos que tratan sobre la creación del Dr. Frankenstein en su afán por dar y generar vida, en ese fin en dotarse de cierto aura de dios/creador. Esta ambición aspira no solo a lograrlo sino que además busca la perfección de su creación. Es en el binomio inicial entre el protagonista Víctor Frankenstein, encarnado por Oscar Isaac y el personaje de Henrich Harlander, interpretado por Christoph Waltz, también encaminado hacia una misión encarecida por lograr vencer a la muerte, donde la película funciona muy bien. La aparición de una interesante y más protagonista que en el libro, Elizabeth Lavenza, interpretada por Mia Goth, aporta una visión más ampliada y protagonista que en el ámbito literario, modificando la relación con Víctor y su hermano pequeño y al mostrar, además de un razonamiento enriquecedor en el pulso presentado por los dos personajes nombrados anteriormente, un  sentimentalismo, un humanismo, incluso un romanticismo, que quizás sea lo que desequilibre un tanto la profundidad de la obra y los temas filosóficos tratados. En este caso, esta es la apuesta más valiente y personal del director, presentando en el personaje de Mia Goth cierta frescura y novedad bien venida, especialmente en algún pasaje protagonizado por la creación de Frankenstein, aunque quizás se pase un tanto de frenada, dentro del estilo propio de Guillermo, algo que ya sucedió con La forma del agua.
Pero sigamos adelante. Mediante las escenas en las que el Doctor crea a su ser, el espectador queda asombrado del detalle y el diseño propuesto, y entra de lleno en el momento culminante de la peli. No cabe explicar con palabras el universo que crea el director tanto antes, como durante y después de la creación de Frankenstein, sin duda el momento álgido de la película. Es a partir de la huida del monstruo cuando el discurso lo toma el propio ser contando su devenir por los bosques y las montañas, escenario en donde se suceden una serie de hechos tan significativos como el encuentro con el viejo ciego. Es en esta escena donde la peli, en mi opinión pega un bajón debido quizás al proceso de humanización y crecimiento de sentimientos del personaje interpretado por Jacob Elordi, hasta desembocar en el violento encuentro con Frankenstein y la persecución protagonizada por ambos hasta los hielos inmensos, magníficamente mostrados en la pantalla, tan apabullante en diseño como en imágenes. 
Guillermo del Toro ha realizado una adaptación sentida, absolutamente personal en lo visual y sentimental, pero bastante fiel al sentido filosófico y existencialista más profundo de la finalidad de la obra de Shelley, conjugando con acierto temas como la religión, el poder de creación, el humanismo más acervado en contraposición a la ambición desmedida tan propia del ser humano, el progreso de la ciencia o la maldición de la muerte. Su presentación es tan acertada como apabullante, aunque en mi opinión su hándicap se encuentra en ese espacio que rodea al monstruo en su progresiva humanización que en algunos momentos roza lo sentimental o incluso lo romántico, en su relación con el ciego y lo más sorprendente, con Elizabeth, en este caso, donde el director se toma más libertad en comparación con el libro. Lo que sucede, es que a pesar de esta propuesta que no me cuadra del todo, el resultado final funciona bastante bien, aupado especialmente por el nivel técnico, de diseño, ambientación y la interpretación portentosa de Isaac. 
Respecto a los intérpretes, debo decir que me quedo y por mucho, con el trabajo de Jacob Isaac, convincente a raudales en su papel de Víctor Frankenstein que, si bien se apoya en unos recuerdos infantiles complicados no tomados de la novela y aportados con intención por el director, conforma un perfil rotundo en su interpretación del ambicioso doctor. Bravo por él. De Mia Goth y Christoph Waltz decir que están bien en sus papeles, cumplen con soltura, especialmente ella en un protagonismo prestado por el director en esta adaptación, acompañada, además del maravilloso vestuario para la película. Respecto a Jacob Elordi, no sabría que decir. Al inicio de su creación su personaje es más vocal más que nada, y a partir de ahí, ya con sus ropajes y su desmañado pelo largo, es cuando su interpretación toma más protagonismo y presencia de interpretación, pero al final no me termina de llenar, precisamente quizás por esa sensibilidad un tanto excesiva que le aporta  Guillermo del Toro al desgraciado y solitario personaje. Aunque como decía su papel viene muy bien acompañado de una parafernalia que le aporta el diseño de producción, maquillaje y efectos varios. A mí personalmente es de lo que menos me ha sorprendido del conjunto de esta notable película, que me reconcilia en cierta manera con su director después de La forma del agua, asumiendo dos cosas tan propias de él. Su inmensa imaginación y sentido del diseño de producción, y ese cariz de sentimientos, romanticismo  y adoración que ofrece siempre por lo monstruoso humanizado, que sostiene en todas y cada una de sus películas.


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