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lunes, 10 de marzo de 2025

El murmullo del agua" - María Belmonte

A María Belmonte ya la había leído en su anterior trabajo titulado En tierra de Dionisio. Vagabundeos por el norte de Grecia, que se sumó a sus libros ya publicados en la editorial Acantilado años antes, Peregrinos de la la belleza y Los senderos del mar. Su narrativa transcurre entre cierto trabajo de profundización realizado sobre el tema elegido y sus propias experiencias viajeras en las que ha visitado geografías y lugares relacionadas directamente con lo contado en el libro en cuestión. No se con certeza si es primero el tema el elegido y después el viaje desarrollado o viceversa, lo interesante de sus obras es la fusión narrativa construida entre la cierta divulgación histórica que aporta en sus páginas y los sentimientos personales experimentados en su visita a las localizaciones integradas en sus textos y estudios compartidos. Estos factores hacen que sus libros se conviertan en un entretenido acercamiento accesible, cercano y muy agradable a los temas y lugares tratados.

Sin embargo, en esta ocasión que nos ocupa, María cambia un tanto el la estructura y objeto de su último trabajo. Me refiero a que en vez de localizar el tema central que ocupa su obra en base a una localización geográfica o a un trayecto viajero en algún lugar de Europa, el nexo de unión que lo cimenta es una temática unívoca y especialmente evocadora. Me refiero al elemento del agua y su presencia, significado y utilización como objeto instrumentalizado por las civilizaciones a lo largo de la historia, en base a su relación primigenia con las divinidades y la religión y, particularmente, su especial presencia y significado en distintos periodos de la historia en Europa. Particularmente el objetivo de la autora se centra en la Grecia y Roma Clásicas, así como en el ámbito del Renacimiento y el Barroco, ambos en su espectro básicamente italiano.

Tras un capítulo de introducción en el que la autora explica el porqué de este libro y, sobre todo, la esencia creadora del agua como pilar inherente a las religiones, donde este elemento fluye como nexo primigenio de la vida. Los sentidos se imbuyen de su frescor, de su rumor producido, de su transparencia y de su misterio inherente a algo tan esencial para la supervivencia humana. En este particular viaje temático e histórico, esta viajera incansable muestra en su segundo capítulo la presencia del agua ligada en Grecia al particular universo de los manantiales, las cuevas y los pozos en los que las ninfas, esos no tan adorables seres mitológicos, ocupan el imaginario de un misterioso y sensual universo evocado por Homero, Ovidio, Sócrates o Píndaro, entre otros. Un salto en el tiempo nos traslada a Roma como civilización y como precursora de la ingeniería y arquitectura que, en aras de consolidar su poder y, especialmente, su creciente población la grandes urbes, apuesta por el control, y dominio del agua. Y lo hace en dos factores principales. Por un lado las grandes construcciones acuíferas como acueductos, alcantarillado y las termas y baños de la gran Roma. Por otro, ese propósito tan propio de los romanos por utilizar el agua como elemento decorativo y objeto de admiración, dando como resultado fuentes ornamentales y jardines localizados en las casas de campo y palacios de grandes señores y emperadores, más propicios para mostrar su poder y crear su propio escenario místico dentro de su propiedades. 

El tercer capítulo se sumerge en el Renacimiento, y lo hace desligándose en su inicio, un tanto del objeto del libro, para mostrar al lector una introducción al periodo en un itinerario que marca la búsqueda de manuscritos clásicos y la presencia de la Academia Platónica en Florencia, algo que, desde mi punto de vista, desvía innecesariamente la atención sobre el vínculo del agua de la obra durante una serie de páginas. Menos más que al poco la autora recupera el camino emprendido para iniciarnos en la presencia de lo que ella denomina como los jardines esotéricos y oníricos del Renacimiento como símbolos de la armonía de la creación, la vida y la purificación del alma más clásicas, cuyo principal protagonista es el agua. Un pequeño apunte sobre algunas villas renacentistas y la presencia de Hipólito de Este cierran, el que para mí, es el capítulo más irregular del libro.

Y por fin llegamos al Barroco, un capítulo lleno del esplendor constructivo y magnífico de la Roma Barroca salida de la mente y el ingenio de Bernini y Borromini, ambos genios en su cometido y enemigos declarados. La Roma de los Papas apostó por la generación y construcción de fuentes ornamentales, convirtiendo sus encargos arquitectónicos y escultóricos en meras metáforas de su poder terrenal. Es aquí donde María Belmonte, la viajera incombustible, nos seduce con sus paseos por la historia de las calles y plazas romanas, en un acicate por visitar o regresar a la bella Roma, acompañad de la historia y vivencias algunos proyectos relacionados con el agua como puede ser Piazza Navona o la Fontana de Trevi, entre otros. En este caso, la autora va más allá señalando al lector iglesias, muesos y lugares en el que uno puede desfallecer ante la grandiosidad y belleza del Barroco, aún a riesgo, de nuevo, de salirse del camino común del pretexto de este libro, es decir el agua como protagonista. Quizás este sea el hándicap de un libro lleno de pequeñas historias, grandes biografías, lugares extraordinarios y, como no podía ser de otra manera, las propias sentidas experiencias de la autora, con las que yo, particularmente, disfruto. En su heterodoxia y multi disciplina, es cierto que María Belmonte se dispersa en su propuesta, pero también es verdad, que escribe con pasión y amor por lo que cuenta, por lo que, la experiencia lectora, a mí personalmente me ha seducido. Cada uno verá que camino elige. 





 

 

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